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300 días y aún sin homenaje

Suso y su entorno más íntimo todavía esperan el prometido Tenerife-Hearts que Miguel Concepción anunció en el momento de su retirada como futbolista en activo

300 días y aún sin homenaje

Esta semana se cumplían 300 días de la retirada del fútbol en activo de Suso Santana Abreu (La Laguna, 1986), uno de los capitanes más relevantes que ha tenido el CD Tenerife en este tiempo y una de las figuras más relevantes de la historia blanquiazul en los últimos 25 años. A su adiós, al futbolista de Taco se le prometió un homenaje a la altura de las circunstancias, que le permitiría despedirse de la afición «en condiciones» y que incluso se prepararía de la mano del Hearts escocés, el otro gran club que marcó su carrera, para conformar un partido de despedida que tuviese lugar con público en el Rodríguez López.

300 días y aún sin homenaje

Transcurrido este tiempo, no ha habido confirmación oficial por parte de la institución insular respecto a la fecha del reconocimiento a su último gran capitán retirado. Tampoco él tiene noticias sobre los posibles avances que se hayan producido para poner día y hora al tributo del club a su trayectoria; y lo más descorazonador, el propio Hearts no tiene constancia de que esté próximo a cerrarse un partido con el Tenerife. A Suso se le ha asignado un salario como adjunto a la dirección deportiva del club y embajador del Centenario. De hecho, fue su imagen la que se utilizó para la presentación de la nueva camiseta y estaba también prevista su presencia en la grabación del vídeo del himno, si bien finalmente no pudo asistir.

El nuevo cometido del capitán es ver jugadores en directo, redactar informes y seguir las indicaciones del club respecto a los actos del Centenario a los que puede acudir; y aquellos otros en los que la entidad prefiere que no asista. Ahora bien, su «espinita clavada» es no haberse podido despedir de la afición del Rodríguez López, pues su último compromiso oficial fue en plena pandemia y cuando aún no había público en los graderíos.

Al entorno de Suso le llamó la atención que se anunciase su presencia sobre el verde en el homenaje a Borja Lasso cuando aún al propio jugador lagunero no se le ha hecho homenaje ninguno, salvo aquel que organizó la Federación de Peñas en el hotel Mencey, pero que poco tuvo que ver con la despedida en el santuario blanquiazul que ansía el icono de Taco. El caso es que la megafonía del Heliodoro llamó a Santana, pero éste no apareció.

Suso decidió colgar las botas después de que el club no le ofertase la renovación de contrato. Días después, la institución anunciaba sus nuevos cargos y le preparaba un acto de despedida, junto a Miguel Concepción, en el que el jerarca palmero proyectaba para homenajearle un Tenerife-Hearts que aún no se ha disputado. Santana pasaba a estar bajo las órdenes de Juan Carlos Cordero y a la altura de otros exblanquiazules como Ricardo León o Toño Hernández en el organigrama del representativo.

Suso llegaba al club en 2006. El primer día en el Tenerife fue emocionante aunque no fuera consciente de lo que realmente había conseguido, que era jugar en el equipo del que era aficionado desde pequeño. Si me preguntas cómo estaba, te diría que feliz», recuerda.

Y hace autocrítica cuando se le pregunta por qué no cuajó en aquella primera etapa. «Ocurrió que el noventa y cinco por ciento de la culpa fue mía. Creía que había llegado y que estaba todo hecho; y eso en gran parte es una de las causas que pueden llevar a un futbolista al fracaso. Lo complicado no es llegar, es mantenerse. Y yo era muy joven cuando aterricé en el primer equipo. Pero de todo se aprende, y ahora con el tiempo puedo decir que de aquella etapa aprendí y crecí muchísimo», dice.

Así que salió del club, se curtió fuera y volvió más hecho. ¿Qué cambió? «La edad. Y también que salir fuera me sirvió para madurar como persona, y futbolísticamente. Me fui a un país [Escocia] del que no conocía nada, ni siquiera su idioma. Eso me curtió», aduce.

«Esa primera estancia en el Tenerife había sido muy difícil, jugué muy poco y mi rol fue secundario. Sin embargo, logré cambiar mi situación y me convertí en un futbolista muy querido por la afición». El mérito se lo atribuye a Álvaro Cervera y Roberto Perera, que tejieron un plan Suso para hacerle «mejor futbolista».

«Intenté devolverles esa confianza en el campo y de algún modo se puede decir que sí, que hubo un plan Suso para ponerme a punto y sacar de mí la mejor versión posible. Ellos me llevaron por el buen camino, especialmente Roberto, que es una persona que me ayudó mucho, muchísimo, desde el mismo día que volví. Yo ya le conocía desde antes y eso ayudó mucho», cuenta.

Lo que aún no todo el mundo conoce –solo las personas de su entorno más próximo– es cómo se produce la llamada para que volviera. «Ya tenía que marcharme de vuelta a Escocia para renegociar el contrato con ellos [con el Hearts] y me quedaban solo dos o tres días de vacaciones. Con la llamada de Quique, todo cambió. Recuerdo que estaba con mi mujer, con mi hija... y desde que Quique me comentó el proyecto, algo en mí detectó que debía volver. No recuerdo dónde estaba porque tengo memoria de pez, pero no hizo falta que me convenciera».

«Yo ya tenía ganas de estar en casa y tener a la familia cerca. Quique no tuvo que hacer ningún esfuerzo; más bien fui yo el que hizo el esfuerzo por adaptarse a la realidad del club. Lo hice, pero porque quería estar aquí. El dinero nunca fue un problema», añade. Y el volver a empezar fue «con un entrenador cercano y que sabía llevar el vestuario».

«No es que tuviera ganas de tapar bocas, sí de reivindicarme. Sabía que si hacía las cosas bien, rendiría a buen nivel». Y así llegaron al objetivo del ascenso a Segunda. Solo le faltó llegar a la cima.

La decisión más difícil

Entre su definitiva reunión con Cordero y la decisión de colgar las botas, transcurrieron unos días de reflexión en los que su hijo era el que más le insistía para que siguiera jugando. Pero Suso lo tenía claro. O en el CD Tenerife, o en ningún lado. Le quedó solo por cumplir un gran anhelo, que ahora espera que hagan realidad sus amigos Dani Hernández, Carlos Ruiz o Aitor Sanz sobre el terreno de juego. «Sí, la espinita del no ascenso. Esa espina la tengo clavada y la llevaré toda la vida. Pero la de Getafe fue una temporada buenísima y me quedo con eso, con que demostramos que era posible optar a devolver al club donde tendría que estar siempre. No pudo ser por un gol. Y es la peor sensación que he tenido sobre un campo de fútbol», relata. «Compañeros buenos he tenido muchísimos y de todos guardo buen recuerdo. Si tuviese que nombrar a algunos: Aridane, Moyano, Luismi Loro, Aitor Sanz, Carlos Ruiz, Ricardo, Vitolo, Cristo Marrero, Omar, Jorge Sáenz, Cristo, Ayoze...». Su lista es inagotable.

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