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Sacudida desconcertante ante el Valladolid

El CD Tenerife cae goleado en casa ante un rival directo en el intento de ascender por la vía rápida, carrera de la que se descuelga | El Real Valladolid se lleva los tres puntos y el duelo particular de tantos a favor y en contra

José León. La Liga

Cuando se pierde un partido como el de ayer, a falta de doce jornadas para que termine la Liga, ante un rival directo en la lucha por el ascenso directo y con un resultado tan abultado, es normal que entren dudas, al menos de puertas afuera. El análisis de daños deja una lectura contradictoria. Por un lado, da la sensación de que el tren que viaja a toda velocidad a las dos primeras plazas de la clasificación ya se ha alejado demasiado: seis puntos y el golaverage en contra con el Real Valladolid –0-2 en el José Zorilla y 1-4 en el Heliodoro–. Por otro, no parece peligrar la presencia del equipo en la promoción de ascenso –en el peor de los casos, el margen será hoy de 8 puntos–. Se supone que cualquier tinerfeñista hubiera firmado este segundo objetivo en agosto. Pero, claro, la decepción del 1-4 con el Real Valladolid invita a la reflexión, a una reflexión en frío, porque se trata de un tropiezo provocado por varios obstáculos.

Para empezar, por el trayecto. El Tenerife había caído en Anduva perdiendo buena parte de la fiabilidad defensiva de otras tardes. Fue un resbalón, sin más, como tienen tantos otros, como el Almería en Zaragoza hace dos días. Hasta ahí, todo normal. Pero la semana se fue complicando. En realidad, ya se torció con la expulsión de Aitor Sanz en el partido con el Mirandés. Decirlo ahora es fácil, pero resulta lógico plantear si el encuentro con el Valladolid habría sido diferente con el capitán en el campo. Fue un duelo en el que faltó otro titular habitual, Álex Muñoz, y en el que no participó de inicio otra pieza esencial, Alexandre –suplente tras superar el coronavirus–. Seguramente, la cuenta atrás no fue la más conveniente. Ramis pasó a Sergio de la defensa al medio para que fuera la pareja de Míchel y recuperó a Carlos Ruiz para el once. En cualquier caso, ninguna excusa. El rival también había perdido a Roque Mesa y a su máximo goleador, Weissman. Con todo esto, por los locales jugaron Juan Soriano, Mellot, Carlos Ruiz, José León, Pomares, Sergio González, Míchel, Mollejo, Bermejo, Elady y Enric Gallego.

Otro factor, el exceso de ansiedad. Ya fuera por la trascendencia del resultado, por la necesidad de compensar el mal resultado en Miranda, por el ambiente en el Heliodoro –se registró la mejor entrada de esta temporada: 18.587 espectadores– o por lo que fuera, el Tenerife jugó demasiado revolucionado –casi todos sus futbolistas–. Por momentos, le puso más corazón que cabeza, tanto en un primer tiempo más equilibrado como en un segundo en el que perdió toda su esencia y dejó de ser consistente. Con más o menos razón, el árbitro castigó a siete blanquiazules con tarjeta amarilla. Un dato significativo que, en algunos casos, puso de manifiesto que algo no estaba funcionando: desajustes en la presión, ese instante de desventaja en el momento de ganar un duelo con un oponente, quizás impotencia...

El plan

Este Tenerife, el mismo que lleva casi toda la temporada en la zona de promoción y que ha ganado con autoridad un montón de partidos, es un equipo enorme cuando muerde en la presión, roba en campo contrario y golpea. Ayer apenas canalizó esa virtud. Sí, lo intentó, empezó con esa idea, se plantó en un bloque medio, muy junto, adelantó las líneas cuando el Valladolid trataba de sacar la pelota desde su área... Un plan que había salido a la perfección tantas veces. 

Ayer no funcionó, probablemente porque el Tenerife se encontró con un adversario de categoría, en racha, pleno de calidad, con las ideas claras, sobradamente preparado para saltar líneas de presión... Y puede que también por el obligado cambio de piezas. Después de tantas jornadas trabajando con el motor de la marca Aitor-Alexandre, Ramis intentó arrancar ayer con un doble pivote inédito: Sergio-Míchel. A pesar de las dificultades y del nivel de exigencia, el primero mantuvo la maquinaria engrasada hasta que le duraron las fuerzas. 

Porque el comienzo no hizo presagiar una goleada que quizás fue demasiado abultada. El Tenerife empezó en bloque, decidido a atacar sin perder tiempo, vertical... A su vez, el Valladolid trataba de llevar la iniciativa, pero no generaba llegadas limpias. Ni a unos ni a otros les vino bien una fase en la que predominaron las interrupciones. Demasiadas faltas y muy poca continuidad en el juego. 

Aun así, los argumentos locales se afianzaron con un remate de cabeza de Mollejo (2’) tras un pase de Mellot. Era cuestión insistir. Al cuarto de hora fue Pomares el que trató de definir un saque de esquina de laboratorio. Disparo tapado.

Máxima efectividad

Lo cierto es que Juan Soriano no estaba teniendo que intervenir. Pero cuando lo hizo, el castigo fue máximo. En el minuto 20, el Valladolid tuvo ese punto de suerte que se necesita para ganar un partido de este tipo. Una falta lateral lanzada por bajo terminó en el 0-1. El portero sacó inicialmente el balón, pero el central El Yamiq se adelantó a los defensores y no perdonó. Aunque la acción fue invalidada inicialmente por fuera de juego, el árbitro del VAR trazó líneas y autorizó el tanto. Sin hacer gran cosa, los de José Rojo Pacheta se habían adelantado.

El Tenerife reaccionó de forma inmediata, con rabia: Gallego disparó fuera a la media vuelta (24’), Bermejo cabeceó flojo (25’) y este mismo jugador desperdició una clara ocasión al rematar alto desde el pico del área pequeña (26’).

Pasó esa ola sin mojar a un Real Valladolid que supo apagar la respuesta de los blanquiazules de camino al tiempo de descanso. 

Ahí, Ramis aprovechó para introducir un retoque. Sacó a Mollejo, que tenía a tarjeta, y puso a un Andrés Martín dinámico e incisivo. Suya fue la primera oportunidad tras la reanudación, señal de que el Tenerife podía encontrar el camino: mayor velocidad y precisión en el toque y la conducción, una presión más eficaz, más variantes ofensivas... Así, el Valladolid quedó arrinconado por unos minutos, pero esa situación también le permitió hallar espacios para contragolpear. El Tenerife se rompía con frecuencia, quedaba demasiado largo, lo contrario a su habitual solidez.

El partido entró en una fase de ida y vuelta. Después de que Toni Villa reclamara un penalti (48) y que Mellot y Bermejo protagonizaran un par de tímidos remates, los locales se acercaron al empate con un disparo al larguero de Carlos Ruiz (55’). Pacheta vio venir los problemas y realizó dos cambios. Entraron Anuar y Gonzalo Plata, y el conjunto violeta, impulsado por el extremo ecuatoriano, terminó por desmontar a su oponente.

Enseguida llegó un 0-2 con pinta de ser definitivo. Sergio León dejó atrás a Carlos Ruiz, con una genial maniobra al borde de la línea de fondo, y asistió a Gonzalo Plata (59’) para que cortar de golpe la efervescencia de los tinerfeños. 

Desdibujado

Lo que vino después del 0-2 no tuvo nada que ver con lo que ha sido el Tenerife. La voluntad sí fue la habitual, pero no el orden, la consistencia, el filo, el empuje ofensivo... Para colmo, el Valladolid no se conformaba. Iba a por más aprovechando la debilidad de un rival herido. Así logró el 0-3. Javi Sánchez, de cabeza, batió a Soriano tras una falta lateral. No está siendo el mejor momento de los tinerfeños en la defensa de acciones a balón parado.

Con todo en contra, el Tenerife no se rindió y consiguió recortar diferencias (70’). Masip paró un mano a mano con Mario, pero no pudo evitar el remate de Andrés. Ese gol llenó algo el depósito de esperanzas de los blanquiazules, que se volcaron en una misión que se convirtió en imposible cuando el extinerfeñista Luis Pérez cerró la goleada (79’). Se quedó en 1-4 pero pudo caer alguno más. De hecho, Aguado chutó al poste a falta de 10 minutos para el final.

Sacudida desconcertante que aleja al Tenerife del ascenso directo. A los de Ramis les toca ahora atenuar el impacto y dejar el bache en solo dos derrotas seguidas. La respuesta, el domingo que viene en El Molinón. Al fin y al cabo, la situación sigue siendo prometedora. Lo indica la clasificación.

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