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CD Tenerife, un candidato convincente al ascenso

El Tenerife responde con su mejor partido a las dudas que pudieron surgir por la derrota en el derbi y el empate en Lezama | Golea con autoridad a un rival directo, el Oviedo, y se afianza como aspirante a todo.

Celebración del gol de Rubén Díez. Carsten W. Lauritsen

Si había alguna duda sobre la verdadera condición de candidato al ascenso que se había ganado el Tenerife por su trayectoria en la primera vuelta del calendario, ayer quedó disipada. Esas dudas pudieron tener algún sentido por la decepción del derbi del 2 de enero y por la oportunidad desaprovechada para derrotar al Amorebieta en Lezama. A continuación llegó el fin de semana sin partido, la excusa para darle vueltas a la cabeza.

Tocaba retomar la competición ante un Oviedo amenazante y dispuesto a meterse de lleno en la lucha por disputar la promoción, un rival que había perdido solo cuatro encuentros y que no solía encajar muchos goles. En definitiva, parecía un momento crucial de la temporada. No definitivo, por supuesto, pero sí clave para empezar a despejar el camino o, en el peor de los casos, perder el rumbo. Y la respuesta de los blanquiazules fue difícil de superar. Los de Luis Miguel Ramis recuperaron su mejor versión y firmaron una goleada convincente.

Partidazo, de los que no abundan en el Heliodoro, con muy pocos puntos débiles, por no decir ninguno, cocinado desde que el balón comenzó a rodar, a base de energía y de ambición, de la firme decisión de ir a por el triunfo de entrada, de saber manejar los tiempos para dominar en el césped y también en el marcador; y no parar, porque las fuerzas dieron para un tercer tanto y un cuarto, un disparo espectacular de un Rubén Díez que también tuvo su merecida cuota de protagonismo.

Por partes. La tarjeta de presentación fue prometedora. El Tenerife salió a mandar, sin contemplaciones. Quería ganar, lo necesitaba, y lo demostró desde el primer minuto. Presión alta, verticalidad, velocidad en el toque, dinamismo, movilidad de los atacantes... Demasiado para un Oviedo que se vio desbordado de inmediato. Su fama de equipo rocoso quedó en evidencia ante el empuje de un rival que no tardó en empezar a crear peligro con Bermejo en la banda izquierda, Mollejo en la derecha, Elady ejerciendo de mediapunta –Shashoua había tenido fiebre y solo jugó al final– y Gallego siendo la referencia ofensiva.

El primer aviso lo dio un arrollador Bermejo al rematar fuera, en el área pequeña, un centro de Mellot (1’). Y es que la amplitud que aportaban los laterales era otra de las armas que acercaban a los locales al gol. De hecho, la vía del carril izquierdo resultó ser la más productiva para los blanquiazules. Ahí, Carlos Pomares insistió una y otra vez hasta que, tras recibir un pase de Bermejo, remató, recogió el rebote y asistió a Víctor Mollejo para que, libre de marca, anotara el 1-0 (5’). El tanto hacía justicia, pese al poco tiempo transcurrido.

Del Real Oviedo había pocas noticias. Perdido y sin balón, tuvo que esperar al minuto 11 para tirar a puerta. Carlos Isaac mandó fuera el balón desde la frontal del área después un saque de equina. En cambio, el Tenerife siempre daba sensación de peligro. De nuevo, con Bermejo como protagonista (11’) y el costado izquierdo como puerta de acceso al área. Esta vez, con Femenías luciéndose para desviar el chut del barcelonés, buscando el palo más alejado. El guardameta no pudo hacer nada en la siguiente aproximación de los tinerfeños, una jugada de catálogo, tan simple como efectiva y perfecta en su ejecución. Carrera de Pomares por la banda izquierda –cómo no–, centro medido al área y cabezazo imparable de Elady. Gol de libro de estilo (2-0). El lateral valenciano ya había regalado dos asistencias, como en el triunfo en La Romareda. Era el minuto 13 y daba la sensación de que Sergio Bermejo un encuentro con la etiqueta de alta dificultad, estaba encarrilado.

Pero el Oviedo no podía quedarse tan atrás. Trató de despertar. Estaba obligado a ello. Y se aferró a algunos desajustes defensivos de los locales, a algún error puntual. Por ejemplo, para que apareciera Borja Bastón o Mossa disparara demasiado cruzado dentro del área. Entretanto, el Tenerife mordía con frecuencia, aprovechando el resultado de una presión iniciada con poderío por Enric Gallego, Elady, Bermejo, Mollejo... Este último se dejó llevar por su inspiración al rematar de espuela un centro desde la derecha de Mellot. El balón salió rozando el palo (28’). Y para cerrar la primera parte, un ofensivo Pomares se animó a poner a prueba a Femenías con un potente y colocado chut a media distancia que acabó en saque de esquina. El portero impidió que el balón se colara por la escuadra. A los blanquiazules les salía casi todo, y no era por casualidad.

Cambios en la alineación del Oviedo

En un nuevo intento por reengancharse al encuentro, el Oviedo volvió al césped tras el descanso con tres cambios en su alineación. Ziganda prescindió de un segundo delantero (Obeng) y metió más toque y talento: Lucas, Borja Sánchez y, sobre todo, Pombo. La apuesta por intentar tener más el balón y generar peligro entre líneas, empezó a tener su efecto. Pero en estos momentos es cuando, normalmente, emerge la figura de Juan Soriano. Su colección de paradones aumentó ayer para evitar la reacción de los asturianos. Tras una pérdida de Alexandre, Pombo avanzó y conectó con Lucas, quien no acertó a batir al arquero sevillano (46’). Un aviso de que el Oviedo no se iba a rendir. El paso adelante de los asturianos coincidió con un tramo de partido diferente de los blanquiazules. Los de Ramis pasaron a defender más atrás, dejaron de tener la iniciativa del principio, se mostraron más conservadores... En medio de esa tendencia, el técnico optó por refrescar el centro del campo con la entrada de Míchel por un Aitor quizás agotado tras sus días de baja por coronavirus. Más tarde reactivó el juego ofensivo dando entrada al campo a Rubén Díez y sacando a Gallego. Así, el Tenerife pasó a atacar con Bermejo, Rubén, Mollejo y Elady. A esas alturas, el representativo había recuperado el control de un encuentro que, en cualquier caso, tenía dominado por la renta en el marcador. Y el cronómetro fue avanzando en un tramo intrascendente, marcado por un pisotón a Míchel, las sustituciones...

El partido evolucionaba a favor de corriente para los blanquiazules, que, lejos de conformarse con el 2- 0, completaron la obra con un final para el recuerdo. Con el Oviedo entregado y movido más por la inercia que por la fe en remontar, el Tenerife se lanzó a por más. Como muestra, un potente golpeo de Míchel (70’) desde fuera de área ante el que respondió Femenías para sacar el balón a córner. A continuación, en el que fue el último amago de rebeldía del Real Oviedo (71’), Soriano acabó con las pocas esperanzas de los visitantes al desviar un disparo cercano de Lucas, tras un pase de Pombo. Lo que vino a continuación fue otra exhibición de pegada. Al fin, con un notable protagonismo de Rubén Díez, que entró a tiempo para fabricar un contragolpe que no llegó a culminar Bermejo (76’), dar una genial asistencia a Míchel Herrero para que el valenciano anotara el 3-0 (78’) y levantar al público de sus asientos con uno de los mejores tantos que ha celebrado la afición tinerfeña en el Heliodoro. Desde unos 40 metros, un cañonazo por la escuadra.

Así, de la manera más convincente, el Tenerife volvió a dejar claro que sí es un candidato al ascenso, y no solo por la vía de la promoción. Ayer dejó al Oviedo, que es octavo, a 9 puntos de distancia más el golaverage. Y con un partido más, está a uno del segundo clasificado. El próximo domingo, otro partido con valor añadido, la visita a la Ponferradina.

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