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Esqueleto de una conferencia

Valdano desnuda los detalles de su transformación del Tenerife en el 92

Valdano, el viernes en el Teatro Leal. María Pisaca

El hombre que hizo girar la historia del representativo ofreció en La Laguna una disertación que pivotó sobre la potencia del estado de ánimo: «lo es todo».

Jorge Valdano cautivó al público que se dio cita el viernes en el Teatro Leal de La Laguna con una conferencia basada en sus propios recuerdos, pero también en la convicción de que aquellos episodios mágicos que narraba a los espectadores tuvo un impacto inusitado en los tinerfeños que lo vivieron en primera persona en los primeros años noventa. «Sucede que los protagonistas de aquel relato somos reconocidos incluso décadas después», contó tras confirmar a su llegada al aeropuerto que eran decenas los chicharreros que le paraban para contarle «dónde estaban, cuántos años tenían y cómo vivieron» los tiempos en los que Valdano se sentaba en el banquillo local del Heliodoro Rodríguez López.

La llamada del Tenerife.

«Todo fue como un relámpago, ocurrió por la fuerza de una intuición. Yo no había tenido ningún aviso previo de nada. Era la primera ocasión que recibía un aviso de ese tipo. Yo no había entrenado a un equipo de profesionales, jamás. Sí había estado al frente de un equipo de nombre Periso, donde tenía un portero diabético y salía al campo con una pera, que se comía en el minuto 20 para no desmayarse; un delantero centro obeso y chavales a los que entrenaba con la única ilusión de que pasaran un buen rato. Esa había sido mi única experiencia, el equipo con el que hice las prácticas. Pero luego también es verdad que hacía un discurso en la radio que, al parecer, fue lo que entusiasmó o sedujo al presidente Pérez. Y abandoné todo en Turín, que fue donde estaba para transmitir un partido de fútbol. Empecé a tomar aviones para llegar lo antes posible a Tenerife. Fue todo fruto de un impulso».

«La memoria tiene una capacidad tremenda cuando está empujada por las emociones»

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¿Por qué aceptó?

«Había una serie de jugadores que me parecían coherentes a mi idea y por eso dije que sí. Llegué un miércoles a última hora de la noche. Javier Pérez a esa hora ya me había defendido ante José María García, que me había agredido de todas las maneras posibles y empezó a emitir un mensaje hacia los tinerfeños: cuidado, que llega alguien que lo va a romper todo. Pérez le dijo: tú elige a los periodistas que quieras para tu programa, que yo elijo al entrenador que yo quiera. Eso eran rasgos de un directivo de verdad. Algo que aún no he contado es que acabamos de arreglar los contratos a las tres de la mañana; al día siguiente, había que entrenar».

El calendario.

«Faltaban ocho jornadas y estábamos cuatro puntos por debajo del descenso, pero el triunfo valía dos puntos, no valía tres. Remontar iba a resultar casi imposible. Los ocho partidos encerraban en su interior una noticia mala: los cuatro rivales que nos esperaban en el Heliodoro iban a ser Valencia, Barcelona, Sevilla y Madrid. Estábamos más muertos que vivos. Tuvimos una charla en el vestuario y luego organizamos un partido de fútbol. Me voy a entretener aquí un poquito porque yo soy de los que cree que un equipo es un estado de ánimo, y aquel episodio habla por sí solo. Hicimos dos tiempos. El primero fue lamentable. El equipo estaba deprimido, no había ni respuesta física, ni ilusión, ni nada».

La reacción.

«En el entretiempo intervinimos de manera agresiva. Yo dije que acababa de ver un casados contra solteros; y que nosotros éramos los casados, además. Les dije que era todo lamentable, que era imposible salir así de aquella situación de apremio. Les dije: muchos de ustedes son profesionales de grandísimo nivel, de un grandísimo reconocimiento internacional y debería darles vergüenza jugar a este ritmo. Hubo mucho de provocación en ese discurso junto a Ángel Cappa. Les dimos una segunda oportunidad, de 30 minutos. Les dijimos: si son iguales a los que acabamos de ver, nos vamos. Porque, ¿para qué abrazarnos a un muerto?».

Las consecuencias.

«Después de nuestro discurso, los jugadores volaban. No les dije nada táctico, no les dije que tú más a la izquierda o tú a la derecha, tampoco les dije dónde pasar el balón a un compañero. Perdían la pelota y querían recuperarla como si fueran salvajes. Jugaban con un entusiasmo y una pasión tremendas. No dejamos que acabase la media hora prevista. Les dijimos que eso ya tenía otro color. Y les añadí: me comprometo a caerme por el precipicio por ustedes si es lo que toca. Vayan a su casa, piensen en lo acontecido y mañana empezamos a reconstruir nuestra situación. Ahí empezó la historia de transformación de un equipo de fútbol en tiempo récord».

«Intervinimos en el ánimo del jugador de manera agresiva y logramos una reacción casi salvaje»

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El impacto en la gente.

«El fútbol es una emoción y la emoción la pone el aficionado, la gente. Porque son los únicos desinteresados en este relato, los que están a lo largo de su vida sintiéndose representantes de un club determinado. El fútbol no es un entretenimiento, es una emoción que generalmente se transmite de padres a hijos; y que tiene capacidad para crear comunidad. Uno es de su equipo porque es el equipo de su barrio, de su ciudad, de su región... De ahí nace un sentimiento que en ocasiones es centenario, como ocurrirá en 2022 con el sentimiento de ser del Club Deportivo Tenerife».

Conclusiones.

«A mí me tocó vivir una etapa inolvidable. Cuando era pequeño y escuchaba a Gardel decir aquello de veinte años no es nada, yo pensaba: cómo no va a hacer nada. Han pasado 30 años, y 30 años no es nada. Porque la memoria tiene una capacidad tremenda cuando está empujada por la emoción y los recuerdos que tienen dentro tanta emoción: parece que ocurrieron ayer. Si a mí me dicen que han pasado solo cinco años de los partidos contra el Real Madrid, estoy dispuesto a creémerlo. Lo que no acabo de asimilar es que hayan transcurrido treinta».

Repercusión mundial.

«Nadie sabe que cuando le ganamos al Barça, Ramón Mendoza me llamó para agradecerme que casi les hubiéramos entregado el título de liga. El pobre Ramón no sabía que el fútbol es un juego que te espera con un puñal en cualquier esquina. Nosotros seguimos empatando y ganando partidos; lo curioso es que las grandes amenazas, que eran Barça, Valencia, Sevilla y Madrid, fueron esos los partidos que ganamos. El más complicado fue el penúltimo y nadie se acuerda. Necesitábamos un empate, que era oro. Convenía llegar al último partido con los deberes hechos. Y con mucho sufrimiento empatamos ese partido y ahí el Tenerife se sube a un escenario mundial. Se erigió en juez de la liga».

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