Un Tenerife que pierde el control de los partidos cuando va ganando, no debe ser el Tenerife que quiere Luis Miguel Ramis. Ayer le volvió a pasar, como cuando cayó en el Heliodoro ante el Mirandés a mediados de septiembre. En este caso, el resultado no fue tan dañino. Ya fuera por méritos del rival, el Lugo, por un exceso de confianza en la solvencia defensiva que tantas veces le permitió imponerse o por la desconexión con el balón, el equipo jugó con fuego y terminó quemándose, dejando escapar dos puntos que seguramente no habrían volado de la Isla si no se hubiera producido una acción puntual, un fallo individual de Pomares, que cometió un penalti sobre Valentín en el minuto 88.
De hecho, estuvo cerca de caer la victoria en un partido con sombras, un encuentro que vuelve a dejar dudas, igual que ocurrió en Cartagena o en la doble cita casera ante el Alcorcón y la Real Sociedad B, resueltas de manera favorable, quizás con el empuje de una dinámica ganadora que no acompañó del todo en esta ocasión. La cuestión es que el Tenerife había situado el listón tan alto –0-2 en Valladolid o 4-0 al Burgos, por poner algunos ejemplos–, que noches como la de ayer resultan desconcertantes, al menos de puertas afuera. El análisis interno ya habrá empezado. Lo mejor de todo es que se trata de una preocupación que envuelve a un equipo que, con el 1-1 de ayer, ya se ha asegurado cerrar la primera vuelta del calendario en puestos de playoff. Todo un éxito con pinta de tener continuidad, a pesar de todo.
El Tenerife, con cinco cambios en la alineación respecto a la visita a Cartagonova –salieron el sancionado Aitor Sanz, Alexandre, Mellot, Sergio González y Mollejo y entraron Larrea, Míchel, Shaq Moore, Sipcic y Shashoua–, se encontró con un Lugo valiente, tal como había avisado su entrenador, Rubén Albés. Con una línea defensiva adelantada, incluso plantada en la mitad del campo, ahogó la salida del balón de un equipo al que le costó hallar el camino para acercarse a la portería defendida por Whalley. Larrea y Míchel no participaban lo suficiente y tampoco entraban en juego los extremos Elady y Rubén, que actuaban como interiores tratando de generar superioridad por dentro. El balón le duraba poco a los locales. El recurso más utilizado y práctico era lanzar balones en largo para las galopadas de Moore, muy ofensivo en su regreso a la titularidad.
Pero era el Lugo el que daba verdadera sensación de peligro. En el minuto 11, Señé avisó al lanzar fuera el balón en un remate dentro del área sin oposición. El mismo jugador probó suerte desde la frontal con un chut raso pegado al palo. A los gallegos les empezaba a funcionar el plan ante un Tenerife que cuenta con una ventaja: no le hace falta fabricar demasiadas ocasiones para acercarse al gol. Si bien Shaq fue el primero en tirar a puerta cerca del cuarto de hora, fue Elady el que contó con la primera llegada clara al cabecear un centro desde la banda del lateral estadounidense. Whalley evitó el tanto con un paradón.
Casualidad o no, este zarpazo de los blanquiazules modificó la tendencia del partido. El Lugo se dio un respiro y bajó la línea de presión, y el Tenerife comenzó a tener más tiempo el balón y a hallar líneas de pase. En ese contexto apareció Shashoua para agitar el juego de ataque, incluso con un disparo con el que intentó buscar la escuadra de la portería (23’).
Paradójicamente, los mejores minutos del Tenerife coincidieron con la ocasión más inquietante del Lugo. En realidad, no llegó por una reacción de los visitantes, sino por un fallo de los locales. Moore quiso entregarle el balón a Sipcic, quien no controló y propició un mano a mano de Cuéllar ante Soriano. El sevillano, acostumbrado a salvar a su equipo, aportó otra de las suyas al taponar el lanzamiento (29’). La acción acabó en un córner en el que José León bloqueó un disparo dentro del área de Manu Barreiro. La suerte se había aliado con los blanquiazules, que no cesaron en su empeño de desnivelar el duelo. El Lugo volvió a recogerse y el Tenerife aprovechó el momento para golpear.
El 1-0 estuvo a punto de producirse a la media hora tras una combinación entre Shaq y Rubén que dejó solo en el área pequeña a Elady, cuyo disparo se marchó por encima del larguero de manera incomprensible. Pero el jienense pudo compensar ese intento fallido con la genial culminación de una brillante asistencia de Sam en el 32’. Al inglés le había llegado el balón procedente de Gallego, ganador en la presión, y conectó con Elady, quien esta vez no perdonó.
El Tenerife había conseguido lo más complicado en un partido con fases para cada equipo. De camino al descanso, con el único contratiempo de la lesión de Álex Muñoz, que fue sustituido por Pomares, el equipo se preparaba para moverse en el terreno que más le gusta, el de defender con orden y tratar de sentenciar a la contra.
Esa fue la fórmula que aplicó tras el intermedio. De entrada, Rubén casi enlaza con Gallego en una veloz transición, poco antes de que los más de 9 mil espectadores que acudieron al Heliodoro celebraran el empate del Eibar ante el Málaga, un resultado que situaba al representativo en el segundo puesto de la clasificación.
Durante un buen rato, el Tenerife logró que no pasara nada relevante cerca de Soriano. El Lugo tenía el balón e insistía, pero no veía fisuras en la defensa. Y de vez en cuando, los de Ramis se estiraban con peligro, como en una jugada individual que Shashoua no llegó a completar (57’). Ese escenario no invitaba a pensar que el partido se le pudiera escapar de las manos a la escuadra blanquiazul. En cambio, cerca de la hora, el partido entró en un tramo frenético, sin remates a puerta, pero de ida y vuelta, algo que, en teoría, no le interesaba a los locales. Ahí Gallego ejecutó un tiro raso desde el balcón del área (62’) y Soriano envió a córner un disparo de Ricard (64’).
Ramis intentó que su equipo volviera a coger las riendas del partido introduciendo cambios. Metió a Alexandre y a Mollejo y quitó a Míchel y a Rubén Díez. Más tarde se decantó por Apeh por Shashoua. También relevó a Shaq Moore por Mellot. Sin que el Tenerife llegara a domar de nuevo el encuentro, sí acarició el segundo tanto. La tuvo José León tras recibir el balón en el área pequeña en un saque de esquina en el que el equipo tiró de estrategia. El disparo del central se marchó alto.
El cronómetro corría a favor de los locales, pero el partido no estaba cerrado. El Lugo no se rindió ante un rival que esperaba atrás, quizás demasiado, sabiendo que su solidez defensiva había sido más que suficiente otras tardes. Y lo habría sido ayer una vez más si Pomares no hubiera derribado dentro del área a Gerard Valentín. Inicialmente, el árbitro señaló fuera la falta, pero corrigió su decisión tras la indicación del VAR. Carrillo batió a Soriano (88’) y el Lugo incluso pudo vencer en una clara ocasión que no consiguió definir Señé ya en el tiempo extra.