Recapitulemos. Sin goles en contra en las tres últimas jornadas, ninguna derrota y un balance de dos empates y dos triunfos, el de ayer ante el líder y estrenando la cuenta en el Heliodoro. El Tenerife va sumando argumentos para transformar las sensaciones positivas del inicio de temporada en realidades. No es un equipo que gane con autoridad de principio a fin, pero es una roca en defensa y va aprendiendo a madurar los partidos y aprovechar sus momentos. Como diría Ramis, es un proceso.

Ayer salió bien parado de todas las fases del encuentro que disputó ante una Ponferradina que llevaba un pleno de puntos y que se despidió del primer puesto de la clasificación al encajar la primera derrota del curso. Aguantó sin daños durante un tramo inicial en el que se vio superado por un oponente mejor colocado y con más toque que profundidad. Sacó las garras en una posterior etapa entretenida y tendente al intercambio de golpes –fue extraño que se llegara al descanso con 0-0–. Y aprovechó un momento de debilidad del rival, en el arranque del segundo tiempo, para morder y decantar el resultado a su favor a base de pegada. En poco más de 10 minutos resolvió el duelo, primero con un remate de cabeza de Elady, tras un medido centro de Míchel, y luego con un potente zurdazo –de los suyos– de un Muñoz que fue una de las dos novedades del once –Gallego, la otra–. Finalmente, con casi media hora por delante, dio una lección de cómo domar un partido. Fue capaz de que no pasara nada en su área y terminó por aburrir a una Ponferradina agotada y ya sin recursos. Un triunfo cocinado a fuego lento.

Pero las señales indicaron otra cosa en el inicio. Ya fuera por la propuesta de la Ponferradina, por una deficiente respuesta del Tenerife o porque Ramis planteó de entrada un partido en el que convenía esperar atrás –demasiado– y sorprender al contragolpe, en el cuarto de hora inicial quedaron patentes los motivos por los que los de Jon Pérez Bolo se habían situado líderes. Después de que Shashoua afinara la puntería con un par de disparos, se adueñaron del centro del campo y llevaron el peso del juego con posesiones largas, creando problemas con la subida de los laterales y la movilidad de los extremos Naranjo y Ojeda. A los blanquiazules les costaba ajustar la presión, no parecían estar cómodos, todo lo contrario que una Ponfe que merodeó el gol con dos ocasiones protagonizadas por el exjugador del Tenerife, un cabezazo en el minuto 4 y, sobre todo, un mano a mano con Juan Soriano (5’) que no supo finalizar.

A lo máximo que llegó el conjunto local fue a una aproximación de Elady en la Copete le quitó el balón cuando iba a rematar en el área pequeña. El jienense, que pidió penalti en esa acción, se lo pensó demasiado antes de chutar.

Por lo visto más tarde, ya había pasado lo peor para el Tenerife. Ramis apretó las tuercas y su equipo mejoró en la presión. Shashoua y Gallego se implicaron más en el trabajo para ensuciar la salida de balón del rival, hasta entonces demasiado limpia, y se compensó el exceso de responsabilidad que estaban asumiendo los laterales.

El efecto fue inmediato. El Tenerife empezó a soltarse y a conquistar el territorio contrario. De ahí surgió otra oportunidad clara. Shashoua recibió el balón en el punto de penalti, sin oposición, pero disparó alto. Algo estaba empezando a cambiar. Y se confirmó al borde de la media hora con un remate de cabeza de Elady, algo forzado, que sacó a córner Lucho. El partido ya era de un Tenerife que elevó su apuesta (31’) con un balón al larguero procedente de un centro envenenado de Míchel. La jugada acabó con otra petición de penalti, esta vez por un supuesto empujón de Copete a Ruiz.

Las oleadas blanquiazules no habían tenido reflejo en el marcador. Algo que la Ponferradina interpretó como una ocasión para probar fortuna. Los de Bolo se habían dado un respiro, pero no tardaron en recuperar la frescura y apuraron el primer tiempo con dos acercamientos en los que se lució Soriano. En uno desvió, con la ayuda del poste, un lanzamiento raso de Espiau, y en el otro protagonizó una parada de balonmano ante una volea cercana de Iván Rodríguez. Enorme el sevillano.

Todo hacía indicar que el guion de la segunda mitad iba a ser parecido, con ratos para unos y para otros dentro de un partido de muy buen nivel y con un desenlace incierto. Pero el Tenerife supo aprovechar su momento, como en Fuenlabrada (1-2), y fue creciendo para amansar a un rival resignado y que no se pareció al del primer tiempo. Seguramente, la clave estuvo en el gol de Elady. En cualquier caso, coincidiendo con el debut de Mollejo, los de Ramis habían vuelto al césped mostrando un mayor dinamismo, más agresividad en la presión, una mayor verticalidad... Dentro de esa evolución, una falta lateral dio paso al 1-0. Míchel puso en juego un balón destinado a terminar en la frente de Elady, quien se adelantó a la defensa y desvió lo justo para que Lucho no pudiera hacer nada.

Lejos de dar un paso atrás para protegerse, el Tenerife sintió que la Ponferradina estaba aturdida por el giro que había dado el encuentro. Y fue a por más. Un incursión de Shashoua por la banda izquierda estuvo cerca de terminar en un autogol. El mediapunta inglés lo volvió a intentar en el 58’ y Míchel se sumó al acoso con un tiro algo desviado. Los blanquiazules finalizaban cada jugada con la intención de sentenciar.

Ahí, Bolo buscó soluciones sobre la marcha y realizó un par de cambios que, en realidad, no modificaron nada. O el Tenerife lo impidió. Y es que cuando los bercianos amagaron con reaccionar, Álex Muñoz condujo desde el costado izquierdo a la frontal del área y condensó toda su intención en un espectacular lanzamiento que se coló en la portería. El alicantino no marca goles, marca golazos. Además, elige siempre el Heliodoro. Ya lo sufrieron la Liga pasada el Sabadell y el Albacete. Ahí se acabó la Ponferradina. Lo intentó cada vez con menos fe, entregada a la solvencia defensiva de un Tenerife que ya se sentía ganador y que consiguió un triunfo de aspirante.