Un empate conseguido así, defendiendo, con sacrificio y buena respuesta individual y colectiva, evidencia ciertas cualidades como bloque, para la tarea de restar el juego del rival, pero revela también las carencias que alejaron al Tenerife de objetivos más ambiciosos esta temporada. El equipo es capaz de contener, pero le falta la otra mitad, la que le habría permitido aprovechar los espacios que genera a partir de sostener los partidos cerrado atrás, en ese repliegue que se ha dado en llamar bloque bajo.

El conjunto de Ramis fue digno ante un rival de peso, compitió, a su manera, replegado, cerrando espacios cerca de su portero, restando centros de cabeza, tratando de ganar duelos y saliendo hacia delante cuando pudo. Entró bien al partido. Tanto que enfrió la briosa iniciativa local de la manera más contundente: poniéndose por delante en el marcador la primera vez que se estiró. Solo se habían jugado 6 minutos cuando Shashoua acercó al equipo al área con dos regates en conducción vertical, y de su intento de cambio de orientación la pelota salió rebotada en un defensa hasta que le cayó a Pomares, que tuvo tiempo y lució calidad en su remate con el exterior del pie para cruzar por completo la trayectoria del balón y superar a Diego López.

A veces, los goles no son la consecuencia, sino la causa que provoca el crecimiento de un equipo. El 0-1 asentó al Tenerife, que empezó a sentirse a gusto, a tomar ciertas iniciativas cada vez que recuperó la pelota, a salir con más frecuencia de su zona de repliegue frente a un Espanyol errático, muy previsible, precipitado en su circulación de balón, sin encontrar caminos por dentro, donde Melendo estuvo muy perdido. Con el paso de los minutos, más por insistencia que por lucidez, los pericos fueron recuperando la pelota más seguido, pero sus centros desde los costados, casi su único recurso, con Óscar Gil y Pedrosa muy altos, fueron siempre restados con comodidad, sin lagunas de concentración, con firmeza, por la zaga visitante. De esta forma, al descanso la estadística, a veces tan fría y despegada de la realidad del juego y otras veces, como ayer, tan elocuente, dejaba señales inequívocas del tipo de partido que se había jugado: el Espanyol no había generado ni una sola ocasión y, en su respuesta sin el balón, solo cometió una falta, en el minuto 43, por un empujón de Pedrosa en una banda, cerca de medio campo...

Con la fiesta del alirón preparada, el equipo de Cornellá estaba obligado a forzar situaciones diferentes. Vicente Moreno dio el primer paso, puso en juego a Nico y Puado, para añadir un segundo delantero y prescindir de Melendo, ahogado entre tanto defensa. El líder dio una vuelta de tuerca, añadió un punto más de dinamismo y empezó a poner la pelota en el área con mayor frecuencia, sobre todo a través de los córners. En uno de ellos, con dos acciones en el área de Serantes, Dimata cabeceó al travesaño.

El Tenerife fue perdiendo conexión con Shashoua y se quedó sin salida, cada vez más atrás y con menos capacidad de amenazar, pero fue conteniendo ese primer envite, hasta que apareció Raúl de Tomás, la bala más certera del líder. Entró en el 59’ y tocó la pelota por primera vez en el 61’. Lejos del área, con la derecha, la clavó cerca de la escuadra de Serantes. El portero hizo un gesto extraño en su intento de llegar a la bola, sacó la mano contraria y abarcó menos espacio...

A media hora del final, el 1-1 tuvo un efecto parecido, pero en sentido opuesto, al que había generado el gol de Pomares. El Espanyol lo vio cerca, subió líneas, recuperó la pelota una y otra vez y encerró al Tenerife durante diez minutos complicados para el equipo de Ramis. El técnico reaccionó en el 70’, quitó del campo a Shashoua, como casi siempre, y eligió la opción de colocar un segundo delantero por detrás de Fran Sol, con el dinamismo y la frescura de Jorge Padilla, que trató de ofrecer salida al equipo. Además, entró en el campo Germán Valera en lugar de Nono, que había firmado un partido irreprochable, en lo que derivado su función en este Tenerife, doblar al lateral, rellenar campo defensivo y ganar disputas. La presencia de Suso, 10 minutos en la izquierda, tiene otras lecturas menos gratas. Son detalles que parecen evitables.

El partido fue decayendo con menos exigencia para un Tenerife que volvió a estirarse de vez en cuando, tirando de oficio para buscar desahogos en campo ajeno. A la expulsión de Darder, ya en el descuento, reaccionó el líder con otro ramalazo culminado con un disparo de Embarba que rechazó Serantes para sellar un empate tan trabajado como merecido, por trabajo y solidez. Para la otra mitad, el Tenerife se queda corto.