El Tenerife cometió los suficientes errores individuales, de toma de decisiones o de ejecución, como para frustrar un partido en el que siempre dio la sensación de ser el único ganador posible. Entre esas incurrencias erráticas, la más gruesa fue el exceso de Javi Alonso al entrar en plancha, a la altura del tobillo, a Rubén Díez, que le costó la tarjeta roja en el minuto 26’. Pero hubo otras, como la ejecución del penalti que pudo haber repuesto al equipo como ganador de la contienda. Nono, tal vez en un intento de reivindicarse, tiró mal y muy centrada, una pena máxima extraña, sancionada en un despeje de puños de Óscar Whalley, que también alcanzó la cabeza de Carlos Ruiz. Faltaban 17 minutos para el final, el Tenerife estaba administrando las fuerzas que le quedaban y vio la posibilidad de ganarlo, pero ya no estaba en el campo Fran Sol... Y es que la tercera toma de decisiones que, más o menos discutible, es evidente que tuvo un efecto negativo en el rendimiento del bloque blanquiazul fue la determinación del entrenador de quitar del campo a los dos mejores, a los dos baluartes del equipo, Shashoua y Fran Sol. Al primero, que fue la alegría de la noche, lo sacó en el 56 para meter a Joselu fuera de su sitio natural, -es verdad que tampoco tenía donde elegir-, y al segundo lo mandó a la caseta en el 70 dando entrada a Apeh. El equipo perdió sustancia, peligro, amenaza.

Esta retahíla de errores son la causa de un empate que no hace justicia a los méritos que hizo el equipo de Ramis. Seguramente los visitantes se habrán ido pensando que merecieron el empate. Cada uno pone lo suyo en la balanza, pero la realidad es que no se ve la manera en la que el Tenerife hubiera cedido dos puntos si el partido hubiese discurrido por los cauces en los que empezó desarrollándose.

Lejos de la discusión sobre los estilos es elocuente que cada vez que Ramis pone calidad técnica en tres cuartos de campo, el Tenerife da otra versión, como ayer: es creativo cerca del área, tiene dinamismo y es profundo, porque la precisión abre pasillos. Con los laterales altos, haciendo ancho el ataque, el equipo local generó mucho y bueno, de calidad, empezando por la jugada entre Carlos Ruiz, Shaq Moore, con un cabezazo sutil, y Germán Valera, cuyo disparo fue rechazado con apuros por Óscar Whalley a los 3 minutos. El desequilibrio hacia el campo de ataque local fue creciendo, de manera que se sucedieron las ocasiones: Shashoua, el dueño de la pelota, regalando acciones que parecían sacadas de otro partido, generó dos remates en el área que acabaron en los palos de manera milagrosa, en la misma jugada (18’). En la siguiente jugada, en plena avalancha, otra vez Moore sirvió una pelota muy buena abajo que Fran Sol no conectó de lleno y se le fue por el segundo palo. Estaba la tarde anunciando goleada cuando llegó la jugada que dejó al Tenerife con diez.

Ramis tiró un poco atrás a Vada y formó dos líneas de cuatro. El Castellón hizo un amago de interpretar su ventaja con un jugador más, pero no se le vio decidido. El tenerife, acomodado un poco más atrás, encontró su gol. Siempre le aparece en los partidos del Heliodoro, tanto cuando lo genera con juego y como cuando, como ayer, lo espera en actitud paciente. Una falta bien puesta por Vada la descontroló Carlos con su entrada de cabeza. El central despistó a Óscar, que dejó corto el rechace, y Fran Sol, que fue a buscarla por instinto, la encontró para marcar. Era el minuto 41.

De vuelta del descanso, apareció Alberto para el doble pivote (Vada se había torcido un tobillo) y entró también Nono por Germán. Los dos recién entrados tuvieron la cruz del empate. El primero dejó un rechace corto en el área que puso en la escuadra Óscar Díez, con solo cuatro minutos de partido. El segundo, malogró el penalti que pudo darle los puntos al equipo. Cosas del destino.

Ese paso medio conservador de Ramis fue contestado por Garrido con la aportación de Señé y Marc Mateu. El Castellón se fue haciendo con la pelota, más aun cuando puso otro armador de juego en el campo, Gus Ledes, avanzó a Jorge Fernández y quitó referencias más fijas, como la de Ortuño. Los visitantes tuvieron la posesión y se manejaron cerca del área, en un desarrollo de partido que al Tenerife le es muy reconocible, aunque esta vez lo tuvo que aceptar por sus limitaciones numéricas. Desde ese repliegue bajo, el equipo blanquiazul encontró salidas, peor terminadas, pero que le dieron cierto desahogo. En esas llegó (podría decirse que llovido del cielo) el penalti, en un despeje del portero que también golpeó a Carlos Ruiz, Nono lo lanzó a la derecha de Óscar, centrado, y el portero los rechazó. Era el minuto 73 y ya no estaba en el campo Fran Sol, que probablemente habría sido el ejecutor.

La tónica del tramo final fue esa, el dominio visitante, jugador bien en tres cuartos, filtrando hacia adelante y generando centros al área, pero sin grandes opciones de marcar porque el Tenerife no les permitió crear superioridad en ninguna jugada, y respuestas esporádicas pero concretas, más claras y directas del Tenerife. Así, Apeh pudo marcar en el 7`’, pero su disparo desde la frontal se marchó alto. Con todo, aceptando de mala gana que el punta terminaba siendo bueno en un partido que parecía tan plácido, tan propicio, y que empezó de manera tan diestra para el Tenerife, todavía llegó una jugada que enfatizó todo lo anterior. Kakabadze, con dificultades para aclararse con cual era el pie que convenía poner cada vez, logró recortar hacia la derecha y poner un central medido en el borde del área pequeña, allí entró Sipcic completamente solo, de frente, a dos metros del gol, y cabeceó por fuera. Increíble. Justo cuando se cumplía el minuto 90.

El Castellón acabó reclamando penalti en una salida extemporánea de Dani Hernández que pareció calcar la jugada de Óscar Whalley con Carlos Ruiz. Pero los castellonenses abrazan el punto con especial cariño si recuerdan como empezó el partido y que camino llevaba en los primeros 26 minutos.

Ésta, que parece una lectura crítica de lo sucedido en este empate con tintes surrealistas, no puede parecer, sin embargo, el menoscabo de un notable tramo inicial del Tenerife, que sí sabe jugar bien, cuando pone juntos a los buenos.