El Tenerife no desmereció en casi nada al Leganés, uno de los equipos con mayor potencial de la categoría, que además atraviesa su mejor momento de resultados de la temporada. El equipo de Ramis no estuvo lejos de repetir el guion de partido con el que ganó en Castellón y en Vallecas, pero esta vez el gol que estableció alguna diferencia en medio de la vulgaridad cayó del otro lado. Un gol casual, resultado de un córner evitable y producto de un remate mordido de Javi Hernández, favorecido por un resbalón de Shaq Moore que liberó su marca. O sea, una resolución de estética mediocre para un ejercicio pobre de los dos equipos que, por muy distantes que estén en la tabla, que lo están, se igualaron hasta contrarrestarse. Ganó el Leganés como pudo haberlo hecho el Tenerife, pero no como consecuencia de una producción generosa de fútbol y oportunidades, porque el partido no dejó nada de eso.

Ramis colocó a su equipo con el 4-4-2 que viene teniendo continuidad. En ese dibujo situó a Vada de segundo delantero, muy alto, pero cayendo a tres cuartos para luego buscarlo en las transiciones. Nono empezó por la derecha y Bermejo por la izquierda. Garitano ya se esperaba ese bloque bajo con el que el Tenerife estudió durante 15 minutos el cauce de las cosas sin comprometerse con la pelota, por eso apostó por la posesión. Puso a dos volantes para jugar, -Gaku y Pardo-, avanzó a los laterales y buscó conexiones cerca del área con la idea de penetrar por abajo. La iniciativa se les fue apagando a medida que el Tenerife crecía en el partido, alejaba del área a Eraso y Miguel, la pareja más centrada del ataque local, y conseguía desconectar el ataque pepinero. El bloque de Ramis se impuso con cierta inercia, ni siquiera necesitó un esfuerzo desmedido para ganar disputas. De hecho, a la media hora había cometido una sola falta, y Dani Hernández estaba inédito bajo los palos. El Tenerife fue apareciendo en la escena ofensiva, conquistando metros hacia adelante, hizo ancho el campo cruzando pases, -sobre todo orientando los cambios hacia el costado derecho, buscando las entradas de Shaq Moore-, y obligó al rival a replegarse y a abandonar el ejercicio plano y previsible de su posesión. La tendencia de mando visitante en el curso del partido duró 20 minutos y dejó como señales más reseñables un zurdazo de Javi Alonso, en el minuto 21, desde la frontal que iba camino de portería cuando fue rechazada por Fran Sol... Todavía antes del intermedio tras un centro de Carlos Ruiz, Sipcic entró a un remate con superioridad de estatura pero golpeó la pelota con el hombro, cuando tenía opciones de ganar la disputa en el área pequeña.

El desenlace.

La salida del segundo tiempo cambió un poco la tendencia. Garitano dio entrada a Avilés en lugar de Bua, uno de tantos inéditos en la primera parte, y el bloque local dio la sensación de proponer más arriba. Nada del otro mundo, porque nunca dio sensación de que el Tenerife estaba superado, ni con sus líneas vencidas. Pero en situaciones de equilibrio, cuando las cosas se igualan tan por abajo, también hay muescas que sirven para detectar el nivel de las respuestas. El equipo de Ramis concedió un córner absolutamente evitable en un despeje pifiado de Javi Alonso. El lanzamiento al centro del área lo remató forzado el lateral izquierdo local, de forma poco contundente, como mordida, favorecido porque Moore resbaló y perdió la mano en la disputa. Dani Hernández reaccionó como pudo y acertó a meter la mano cuando balón ya había superado la raya. Un gol cutre, a la altura del partido.

El tablero se encendió para los entrenadores. Garitano, que seguramente se quebrará la cabeza cada semana para tener contentos a todos sus primeros espadas (le sobran), rearmó el equipo para defender posicional. Terminó con tres centrales negando el espacio a un Tenerife que más allá de los centros de Shaq Moore, con su pie privilegiado, ofrece muy pocas alternativas para atacar con la posesión. Ramis quitó a Folch, que estaba advertido, y colocó a Sergio González, que le dio primer toque en el medio. Al mismo tiempo puso en el campo a Apeh en lugar de un desaparecido Bermejo. Hubo un tramo que dio para animarse a pensar que darían fruto la insistencia del Tenerife, las caídas de Fran Sol a tres cuartos, la presencia doblada de delanteros cerca del área local y quizás los balones desde los costados... Nada funcionó y tampoco surgió el golpe de suerte de Vallecas y Castellón. Según se acercaba el final se fue cerrando el espacio ofensivo y apagando la escasa luz de un equipo sin fútbol que en contra del resultado no pasa de un ejercicio de empuje descreído en sus propias opciones. La entrada de Germán Valera (por Nono) y Alex Muñoz (por Pomares) fueron recursos insustanciales. Ni siquiera el buen pie de Shashoua dio ventaja a los delanteros en ninguna situación de ataque ante un Leganés errático en sus transiciones, incapaz de armar una sola jugada para sentenciar su pírrica victoria.

El único sobresalto en un final triste y previsible fue el remate de Sipcic que acabó en la red, anulado por fuera de juego, escaso, pero limitante del central serbio, siempre tan presente en las acciones de final de partido en el área rival.

Nada evitó una derrota vulgar encajada de forma casual.