Once meses y cinco días después regresa al Heliodoro Rodríguez la SD Ponferradina. Tuvo el privilegio de ser el último equipo que vio el coliseo capitalino con público. Hasta 9.392 espectadores, según cifras oficiales, acudieron aquella noche a ver a su CD Tenerife ganar antes de que el mundo cambiara con las restricciones por la COVID-19.

Fue por la mínima, con un tanto de Nikola Sipcic en una segunda jugada. Justicia poética. El central serbio, que había sido castigado con una cruel bienvenida al fútbol español por parte de Yuri de Souza en el encuentro disputado en El Toralín en la primera vuelta, se convertía ahora en el artillero que dejaba los tres puntos en la Isla en el último partido en el que el Tenerife se sintió arropado por su gente desde las gradas.

Aquella noche, los miles de seguidores se marcharon a casa felices. Su equipo había vuelto a ganar, después de un tropiezo a última hora en el Nuevo Carlos Tartiere siete días antes, y se despidieron de amigos y vecinos de asientos hasta quince días después. Casi un año después, no los han vuelto a ver. Al menos en el recinto de la calle San Sebastián. El coronavirus, que entonces sonaba un poco a gripe A, asolaba Italia. Pero ni el confinamiento de tres meses ni el parón de la Liga parecía entonces algo previsible.

Pero sucedió. El fútbol profesional también se vio encerrado en casa primero y volviendo a la actividad en junio, con un protocolo sanitario y limitaciones en todos los ámbitos, ya sin público en los estadios. Una imagen a la que, desgraciadamente, nos hemos acostumbrado. Los banquillos se vaciaron de jugadores, los suplentes pasaron a la grada y las mascarillas poblaron casi todo. Solo 27 privilegiados viven sin ella durante los partidos: 22 jugadores, el árbitro y sus dos asistentes, y los dos entrenadores.

Organización.

En el Heliodoro Rodríguez López todo ha cambiado. De 25 puertas abiertas se ha pasado a apenas tres. De medio centenar de trabajadores por encuentro a no más de una veintena. Aspectos como la seguridad han cambiado radicalmente. Ahora hay más personal fuera del estadio, para evitar aglomeraciones y controlar el perímetro, que alrededor del rectángulo de juego o en las gradas. También está restringido el acceso de los medios de comunicación. Antes accedían hasta tres personas por cabina, ahora solo una. Una emisora de radio podía desplazar hasta seis personas, tres para su red nacional y otras tres para la narración local. Ahora solo entra un locutor para los distintos programas contenedor de ámbito estatal. El acento tinerfeño a un partido de los blanquiazules se pone desde el estudio.

Ingresos.

Han desaparecido, claro, los ingresos. LaLiga permitió a los clubes incluir un 40 por ciento de la cantidad percibida a través de ticketing (entradas y abonos) la temporada anterior para la 20/21. Se basaba en la previsión de que los aficionados pudieran retornar a los campos en el mes de enero. Con las cifras pandémicas y la negativa del Gobierno, el curso tiene pinta de acabar con los estadios vacíos. “Si las cosas mejoran, puede haber gente en abril o mayo”, anima como puede Javier Tebas.

En el caso del CD Tenerife, la previsión rondaba los 0,9 millones de euros de ingresos. De ahí que se pusiera en marcha la campaña de compensación y renovación de abonos. Recientemente ha anunciado el club que 8.200 fieles apostaron por seguir con el carnet con la esperanza de retornar al Heliodoro antes de final de curso. LaLiga, en previsión de que no puedan, ya hizo borrar por completo esta partida a los equipos antes del mercado de invierno.

La Copa y el futuro.

La Copa del Rey, que rige la Federación Española (RFEF), cedió estas competencias a las comunidades autónomas. La situación de Tenerife, en nivel 3 por aquellas fechas, invitó a no solicitar la entrada de público en la eliminatoria contra el Villarreal. Otra posibilidad de ingreso que se le esfumó a la entidad insular. En esta tesitura, el recinto de la calle San Sebastián se ha acostumbrado a vivir sin el bullicio del público. Sin cánticos ni quejas. Se escucha a los futbolistas y el número de espectadores se reduce a los pocos invitados que cada club se permite en el palco. El sábado, con la Ponferradina de nuevo como visitante, nada será igual que aquel 8 de marzo. La última vez del fútbol prepandémico en el Heliodoro.