Algo debió intuir Luis Miguel Ramis cuando, en la rueda de prensa del viernes, advirtió de que el convincente rendimiento del Tenerife en los últimos partidos no le iba a dar superpoderes a los jugadores en la visita al Lugo. Sonó a toque de atención. Y casualidad o no, su equipo pasó de largo por el Anxo Carro dando la impresión de haberse desviado del camino que con tanta fe y buenos resultados había empezado a recorrer semanas atrás, después del cambio de entrenador: el camino de la solidez defensiva, de las líneas juntas, de la intensidad alta, de la presión agresiva, de la practicidad... En definitiva, el camino de ser competitivo. Partidos como el de Lugo, en su conjunto, demuestran que el Tenerife no se puede permitir bajar la guardia. Le pasó varias veces en la fase inicial de la temporada, con el despido de Fran Fernández como consecuencia, y también ayer, cuando parecía que la lección estaba aprendida. Un aviso.

Mérito también tiene un Lugo que provocó que el Tenerife cayera en su trampa, la misma trampa que los blanquiazules le habían tendido a rivales como el Girona o el Cartagena. Sin el menor interés por adueñarse de la posesión del balón, evitando riesgos innecesarios, teniendo las ideas claras y simplificando procesos, casi siempre con balones largos a los delanteros, el Lugo puso de manifiesto por qué ha sumado 18 de los últimos 24 puntos disputados en su campo, desde la llegada de Mehdi Nafti a su banquillo. Fue mejor y ganó, pero tampoco le hizo falta demasiado para conseguirlo. Con esos pocos recursos bien aplicados, fue capaz de anular a un Tenerife que, por poner un ejemplo, consumió toda la primera parte sin tirar a puerta y tampoco dio muestras de saber encontrar la manera de poner en aprietos al portero Cantero. Ya con 2-0 y un Lugo sin las referencias de Barreiro y Herrera para acortar los procedimientos ofensivos y centrado solo en defender, el Tenerife mostró algún síntoma de poder acercarse al gol. Pero ya era por insistencia, por la tendencia del partido y también por la chispa que aportaron los canteranos Jorge Padilla y Javi Alonso. En cuanto a producción en ataque, el conjunto blanquiazul mejoró en el segundo tiempo, aunque no lo suficiente.

El que sí tuvo pegada fue el Lugo. Tras un inicio parejo en el que unos y otros optaron por el fútbol directo, ya fuera por un plan a seguir –el Lugo– o por una manera de adaptarse a las circunstancias –el Tenerife se presentó en el Anxo Carro con todos sus extremos de baja y jugó con Pomares y Vada en las bandas–, los locales aprovecharon una respuesta algo pasiva de los blanquiazules para sacudir el partido y adelantarse. La jugada del 1-0 (12’) nació en un saque de banda cercano al área, por el costado derecho. Ya con el balón en movimiento, una combinación entre Canella y Ramos desmontó la fría oposición de Vada y Moore, y terminó con un pase al área a Herrera, quien, con espacio y una rápida maniobra, sorprendió a Dani con un tiro cruzado.

El Tenerife tenía tiempo por delante para reaccionar, 80 minutos, pero le costó progresar. Aitor Sanz asumió la responsabilidad y ejerció de faro para intentar canalizar el juego o buscar pases largos ante un Lugo que había logrado llevar el partido a su terreno y estaba cumpliendo con su propósito de que no pasara nada, al menos cerca de su área. El juego físico de Apeh no resultaba productivo y a Sol no le llegaban balones. Tampoco encontraba su sitio Zarfino. Y por las bandas, muy poco. O nada. Vada pasó inadvertido en la derecha y Pomares le puso voluntad, pero no pudo profundizar. Solo los laterales, Shaq y Álex Muñoz, ofrecieron alguna solución. Todo esto, sin disparos a puerta.

Dentro de lo malo, el 1-0 en el intermedio le daba vida a un Tenerife que retomó el encuentro un poco más decidido: disparo –el primero– de Muñoz en el minuto 47, raso y atajado por Cantero. Era cuestión de aplicar las correcciones del descanso, empezar a madurar una posible remontada –el Tenerife de Ramis no lo ha logrado aún– y no cometer errores. Pero justo cuando el equipo quería darse una segunda oportunidad, llegó el 2-0, un gol extraño, ya que el balón entró después un saque de falta lateral, ejecutada por Rama, que no tocó ningún jugador. La pelota botó en el área y se coló en la portería. Tras unos instantes de dudas, por la consulta del VAR, el Lugo amplió su ventaja sin haber tenido que generar un alto número de ocasiones. En realidad, solo tiró dos veces entre los tres palos.

En la última media hora, Ramis optó por activar a su equipo cambiando a Pomares y Vada por Jorge y Javi Alonso –Zarfino pasó a jugar como interior derecho–. Inventando una jugada individual, el majorero sacó de la espesura al Tenerife con un disparo ajustado al palo desde la frontal del área (73’) que le daba continuidad a un tiro raso de Aitor Sanz. El Lugo ya solo se dedicaba a protegerse sin descuidar la opción de montar algún contragolpe, esta vez teniendo a El Hacen y el Puma como amenazas. El dominio seguía siendo visitante y por fin se traducía en acercamientos peligrosos. Si Jorge había rozado el gol, Joselu estuvo más cerca al disparar alto, en el vértice del área pequeña, tras un pase de cabeza de Sol. Pero no había manera. Y tampoco quedaba tiempo. El Lugo no tuvo la posesión, pero sí el control del partido. El Tenerife ya sabe que no le conviene desviarse de su camino.