El Tenerife dice adiós a la edición 20/21 de la Copa del Rey con la cabeza bien alta. No es consuelo después del esfuerzo porque la derrota se produjo de la forma más cruel, en el minuto 89 con un taconazo de Fer Niño, cuando ya todos nos preparábamos para la media hora extra. Supieron los de Luis Miguel Ramis combatir en todas las circunstancias. Recogido y a la espera, como su técnico había guionizado en la primera parte. Sufriendo, pero aprovechando mejor los espacios para hacer daño a la contra cuando Unai Emery recurrió a sus figuras para arreglar el entuerto. Hasta reaccionó con rabia en los escasos tres minutos que le concedió Soto Grado para reponerse y pudo empatar por mediación de Zarfino.

El duelo, que el Villarreal olvidará en cuanto se le pase el susto, debe servir como ejemplo para los locales. Supone un refuerzo anímico para un equipo del que ya se pueden sentir orgullosos sus aficionados, esos que hoy se perdieron la fiesta en el Heliodoro por el dichoso virus. ¿Qué hubiera pasado con un ambiente como el del día del Athletic? Nunca lo sabremos. Pero por la tele o la radio se sentía el aliento en los hogares o trabajos de tantos tinerfeñistas pendientes del choque más mediático de la temporada, con permiso del derbi.

La tarde empezó según lo previsto. La posesión fue visitante, tal y como se esperaba. Le esperó en bloque medio el conjunto insular, plantado en su tradicional 4-4-2, con las ayudas cerca, los de banda muy pendientes de los pasillos interiores y las ideas claras en cuanto recuperaba el balón: lanzamiento hacia Apeh a un costado y a correr. Así, el balance de la primera mitad fue tan desagradable para los groguet. Foyth para Funes Mori, este para Coquelin y vuelta a empezar. Desconectado Yéremi Pino, aislado Bacca, perdido Dani Raba y con Trigueros pidiendo el balón, junto a Baena, desesperados ambos, en busca de soluciones. De líneas de pase inexistentes.

Tan cómodo se le vio al Tenerife que se fue animando a dar sustos y hasta a tener el balón de vez en cuando para respirar. Eso sí, descartando cualquier ápice de riesgo. Aitor Sanz y Javi Alonso lo tuvieron claro cuando les tocó elaborar: saltarse un paso y que se la jugaran por fuera sus compañeros. Nada de inventar por dentro, de perder el balón don de no se debía. En uno de los estirones blanquiazules llegó el único remate entre los tres palos de la primera parte. Centró Fran Sol, en una segunda jugada derivada de un córner, y Manu Apeh cabeceó a las manos de Rulli (18’). El balón venía llovidito y el nigeriano no le pudo dar fuerza ni colocarlo lejos del meta amarillo.

La acción fue sintomática. Pero no aislada. Poco después, con los papeles invertidos, Apeh centró para Sol que ya se relamía cuando apareció Foyth milagrosamente para despejar a córner (25’). Unai Emery, de esos entrenadores que parece un locutor de radio anticipado porque va narrando a sus jugadores cada pase y cada desmarque, se desgañitaba en el banquillo visitante. No es que estuviera sufriendo el acoso y derribo del rival, pero sí veía a los suyos exponiéndose a un accidente. Y sobre todo, absolutamente incapaces de superar la telaraña defensiva del Tenerife.

En esta tesitura, llegó el único desajuste tinerfeño. Lejos, eso sí, de donde podía costarle caro. Desbordó Baena y tuvo que derribarle Vada. Amarilla. En la falta, Trigueros realizó el unico disparo del Villarreal antes del descanso (32’). Dani Hernández, sorprendente titular por delante de Ortolá en Copa, no tuvo ni que mancharse los guantes. Antes de que Soto Grado señalara el camino de los vestuarios pasó poco reseñable, más allá de unas molestias de Bruno Wilson que se fue al vestuario con mala cara.

El receso sirvió para darle la vuelta al partido como un calcetín porque, de repente, el intenso fue el Villarreal. Dani Raba advirtió rematando mal un centro de Baena (48’). El susto desperezó al Tenerife, que se preparó para sufrir ante un rival más directo. Empezaron a llegar centros desde los costados y a tapar la salida a la contra del Tenerife de mejor manera. Creció en definitiva el nivel de dificultad. Fue algo menos de un cuarto de hora. Porque a la primera que pudo llegó la respuesta local. Shaq robó un balón cerca del área contraria y le puso un servicio a Apeh que el nigeriano mandó a las nubes (57’). Manos a la cabeza.

En la siguiente acción, Dani Hernández tuvo que tapar un remate de Baena a centro de Estupiñán (58’). Entró el encuentro en un tramo de cierto descontrol, ahora con un cuadro groguet más veloz en sus circulaciones. Pero también menos protegido para defender las contras. Fran Sol tuvo algo parecido a una oportunidad (64’) antes de que nos diéramos cuenta de que Bacca estaba jugando. Fue con un disparo desde la frontal a pase de Parejo (68’). Sí, para entonces Emery ya había recurrido al medio, a Peña y a Gerard Moreno. Palabras mayores.

Ni así se amilanó el Tenerife. Ramis solidificó la izquierda con Álex Muñoz por detrás de Carlos Pomares. Y estos dos fueron los protagonistas de las dos siguientes acciones ofensivas. El ahora lateral disparó alto después de un córner (70’). Pomares se topó con Rulli en un mano a mano (80’). Era el momento más delicado del encuentro. Se entraba en la recta final con los blanquiazules algo cansados. Zarfino reforzó la parcela ancha y agotaron los cambios Suso y Jorge por los exhaustos Vada y Fran Sol.

El partido nunca volvió al tono anodino de la primera parte. Apretaba la necesidad del Villarreal, que no quería prórroga a 72 horas de jugar en Liga contra el exigente Granada. Yéremi Pino cabeceó al palo (87’), molestado por Fer Niño. Este era el último intento de Emery por cambiar el rumbo de un duelo encaminado, parecía, hacia otros 30 minutos. Y entonces llegó el accidente. Niño, de tacón, enviaba al Tenerife a la lona en el 89. Zarfino lo pudo reanimar, pero Rulli volvió a tapar (92’). Fin del sueño.