El Tenerife regaló el derbi. La gloria está reservada para el que gana, en especial en partidos tan transversales como un derbi, pero esta vez hay que armar un relato del clásico canario que guarda poca relación con el signo del marcador. El equipo de Fran no fue inferior a Las Palmas en ninguna faceta, incluso impuso su plan de partido en la primera parte, y gozó de las mejores ocasiones en la segunda, pero concedió un gol absurdo, de esos que entran por derecho en la antología de las jugadas absurdas del fútbol. El error grosero de Ortolá, que despejó hacia el fondo de su propia portería, quizá porque creyó que la pelota tenía en ese momento más altura, es un accidente especialmente cruel.

Obviamente, hay un antes y un después de esa jugada, que casi era la primera en la que los amarillos conseguían poner el balón tan cerca de la línea de meta del Tenerife. El efecto que produjo en el equipo blanquiazul verse por debajo en un encuentro que tenían tan controlado, provocó un aturdimiento colectivo del que tardó en despertar.

En realidad, el equipo de la camiseta a rayas había sido mejor hasta entonces, en el marco de un encuentro nada vistoso como corresponde a la ocasión, muy interrumpido y carente de continuidad, pero con un dueño. El Tenerife hizo una primera parte notable. Tácticamente llevó el partido a donde pretendía. Engulló a los centrocampistas amarillos, rellenó el campo en zonas interiores a base de meter a Suso y Zarfino cerca del área, hizo ancho el ataque con Moore y Nono, y así dificultó la basculación de Las Palmas, que tuvo muchos problemas para llegar a tapar las entradas de Nono por la izquierda. El balance de disparos entre los tres palos al descanso (uno de cada equipo) es un dato extremadamente engañoso. El Tenerife presionó bien y encontró alguna posibilidad de correr en transición. Así, ya pisó el área y pudo adelantarse muy pronto, cuando Valles achicó el tiro de Nono (5’) tras un pase de Vada, protagonistas ambos cinco minutos más tarde, cuando el meta impidió el gol que buscaba Nono que tiró un desmarque por sorpresa en el saque una falta y se plantó ante el portero. El partido se fue trabando cada vez más según pasaban el tiempo, hasta acumular 22 faltas (11 por bando) en los primeros 45’, una cada dos minutos... En esa dinámica, con el equipo blanquiazul posicionado muy alto, sometiendo a los amarillos a jugar solo en largo, el Tenerife encontró una acción clave, con un cambio de ritmo de Vada que entró otra vez por la izquierda y acabó en un centro interceptado por la mano de Fabio. El árbitro señaló penalti y se desdijo luego tras ver el monitor, porque la mano estaba apoyada en el césped, como había sucedido en la primera acción de Nono, que acabó rebañando desde el suelo Aythami también con la mano. Mel puso a calentar a varios suplentes pasada la media hora, en una clara aceptación de que estaba obligado a cambiar cosas en la segunda mitad para sobrevivir, porque hasta el descanso su equipo no encontró la manera de progresar con la pelota por dentro, ni de tener ruptura por fuera jugando más directo.

La respuesta al mazazo

El equipo de Fernández se fue al vestuario convencido de haber encontrado la manera de manejar el derbi, y casi de repente se encontró en una situación surrealista. Obligado a ir a buscar una remontada sin haber concedido una sola fisura hasta entonces. La consecuencia es que perdió bastante rigor en las cosas que antes había mostrado un comportamiento hermético. En el cuarto de hora siguiente al error de Ortolá, Las Palmas respiró, pisó más veces el campo de ataque y encontró desahogo casi siempre con la pelota. Incluso puso centros divididos, aunque su único intento frontal fue un disparo tibio desde fuera.

Los cambios

Con media hora por delante, la situación reclamó la mano de los entrenadores. Fran Fernández fue escalonando los cambios, primero dio entrada a Shashoua en el enganche, por Vada; luego quitó a los dos extremos y colocó dos puntas con la entrada de Jorge, refrescando las bandas con Shashoua y Bermejo; con esta nueva distribución el equipo tuvo un rato de cierta continuidad en su dominio en campo amarillo. Mel reaccionó dando entrada a Curbelo por Benito. El Tenerife, quizá por esa invitación que se deduce dentro del campo cuando un equipo carga de jugadores su zona de ataque, se precipitó en su manera de intentar llegar, y perdió la ocasión de generar superioridad por afuera, porque prefirió ser más directo. Cuando tuvo poso, pudo empatar: Bermejo cruzó una pelota por el área, Zarfino la devolvió al medio y Jorge remató contra el cuerpo de Valles a quemarropa (77’). En los minutos finales, ya con tres defensas y el equipo arriesgándolo todo, encontró en una falta en la frontal la acción que pudo nivelar la contienda, pero tras un rechace, Álex Muñoz rozó el gol en su acrobático remate. Dolorosa derrota.