El CB Canarias firma un año de nota al que solo le faltó la guinda

En la temporada de más regularidad de su historia en la élite -con mayor número de victorias y el mejor porcentaje de triunfos- el club isleño se quedó siempre, en el momento de la verdad, a un paso de coronar su buen hacer con algún hito mayúsculo

Abromaitis (d) y Huertas saludan a la afición tras la victoria en cuartos de final.

Abromaitis (d) y Huertas saludan a la afición tras la victoria en cuartos de final. / Arturo Jiménez

Santa Cruz de Tenerife

Solo faltó la guinda. La Laguna Tenerife cerró el sábado una temporada 24/25 de mucha nota, pero a la vez con sensaciones agridulces. Números globales en mano, el cuadro de Txus Vidorreta expuso estos meses sus mejores prestaciones de nunca. Tanto en número de victorias como en porcentajes de triunfos en relación a los partidos disputados. Sin embargo, al cuadro aurinegro le faltó dar un pasito más, aquel necesario en los momentos de la verdad. Esos en los que logró meterse entre los cuatro mejores para pelear por un título. Una situación que, para bien o para mal, se repitió hasta en tres ocasiones.

42 victorias

Pese al 3-0 con el que se despidió en su eliminatoria de semifinales contra el Valencia, el Canarias firmó en este curso 24/25 un total de 42 triunfos. Más que en cualquier otra campaña. Supera el equipo lagunero su registro de la 20/21, en el que sacó adelante 41 encuentros, incluido uno arrastrado del ejercicio anterior, contra el Oostende, para definir su pase a la Final Eight de la BCL.

Dos fueron los pilares en los que el Canarias sustentó este gran guarismo. Uno, su fase regular de la Liga Endesa, donde consiguió 25 resultados positivos, pese a que solo fue capaz de sacar adelante uno de sus últimos cuatro compromisos. Además, en su recorrido en la BCL hasta llegar a la Final Four de Atenas el cuadro de Txus Vidorreta tampoco conoció la derrota, saliendo airoso en sus 14 encuentros disputados.

Más del 73% de éxitos

Ese paso firme durante bastantes meses, en concreto desde finales de septiembre hasta inicios de mayo, fue el gran responsable de que el Canarias acabe el curso con un 73,3% de efectividad. Un guarismo que solo superarán, entre los conjuntos de la ACB, el Valencia y el Unicaja. Se trata del registro más destacado de las 20 temporadas en la élite nacional de la escuadra canarista.

Supera, con ese 73,7% de victorias, varias campañas en las que rozó el 70%. Fue el caso de la 20/21, en la que llegó a un 69,5% tras hacer 41 triunfos (incluido el citado duelo del Oostende) en 69 encuentros. Solo el balance del último mes y medio del curso, con cuatro triunfos en 12 partidos, impidió que la estadística final rondara, o incluso superara, lo que hubiera sido un superlativo 80%.

Sabor agridulce

Precisamente ese bajón final es el que ha podido dejar un sabor agridulce a un canarismo malacostumbrado estos años a sumar un éxito tras otro. Y es que subidos en la ola de la exigencia –aquella que en otras ocasiones sí lidió de forma sobresaliente–, el Canarias se ahogó casi en la orilla. Lo hizo, primero, en las semifinales de Copa del Rey, tras tumbar al Barça, al caer con un Unicaja a la postre campeón.

Esa impotencia de no dar el último paso se reeditó en las últimas semanas. En Atenas, con motivo de la Final Four, el Canarias vio como desperdiciaba una renta de 15 puntos contra el Galatasaray para verse apeado de la final. Apenas dos días después, en el duelo por la tercera plaza, los de Vidorreta repetían pecados tras no hacer buena una ventaja de 17 tantos frente al AEK.

Escenario repetido

Un escenario similar se vivió el sábado, cuando el cuadro lagunero llegó a estar 14 arriba antes del descanso, y con un +11 y en el tercer periodo. Sin gasolina, el Canarias acabó claudicando, aunque dando batalla, aquella para la que no tuvo fuerzas en los dos partidos previos en La Fonteta, cuando su rival lo arrolló por momentos.

Esa falta de chispa, que parecía esquivada en la brillante eliminatoria de cuartos contra el Joventut, ha condenado una vez más –como en más de una campaña reciente– al Canarias cuando se ha visto sentado a la mesa de los grandes. Títulos para los que ha hecho méritos por los que pujar, en guerras que, finalmente, y con una plantilla muy limitada siempre en lo físico, le acaban superando.

La lesión de Fran Guerra

Este bajón final del cuadro aurinegro, pese a ser ya casi denominador común, cuenta sin embargo, con un excusa de mucho peso: la lesión de Fran Guerra. Tras arrastrar algunas molestias, el pívot grancanario se rompió por completo (lesión en un tobillo) a mediados de marzo. Pese a la pérdida de un jugador que estaba firmando los mejores números de su carrera (10,2 puntos y 4,3 rebotes para 13 de valoración en la ACB), el Canarias apretó los dientes y mantuvo su velocidad crucero.

Fran Guerra, tras lesionarse en Bilbao.

Fran Guerra, tras lesionarse en Bilbao. / Agencia LOF

Rumbo fijo gracias en gran medida al paso al frente de Gio Shermadini. El georgiano, desconocido casi hasta el final de la primera vuelta, recuperó su mejor versión para acabar siendo el tercer jugador más valorado de toda la liga regular: 18,1 de nota. Eficacia máxima de sus minutos en cancha, con un gran acierto en el tiro de dos (73,5%) y una racha superlativa en los libres, con 66 intentos seguidos anotados y un global de 90,3% de puntería.

En pañales

Pero esa baja de Fran Guerra comenzó a hacer más evidente una pequeña fisura que ya parcheaba el cuadro lagunero desde meses atrás. La prematura marcha de Payton Willis –apenas ofreció lo que se esperaba de él– casi no se notó ante las superlativas prestaciones de David Kramer. Sin embargo, la salida, a petición propia, de Ily Diop, dejaba en pañales al cuadro isleño. De interiores, y de los necesarios cupos para la BCL.

Apenas tres días antes de la lesión de Guerra el Canarias había fichado al alero estonio Henri Drell, pero en un abrir y cerrar de ojos vio como sus necesidades eran un interior... y de formación local. El parche fue Ibou Badji, antes de que un par de semanas después se lesionara Joan Sastre, baja en la Final Four, y al que le ha costado recuperar su mejor forma en esta postemporada.

Admitiendo implícitamente que la de Badji había sido una incorporación fallida, el cuadro lagunero redobló la apuesta para las series por el título. Llegó Yannis Morin, de impacto tan inmediato como interrumpido, ya que el pívot galo se lastimó en una rodilla y no pudo jugar el último partido ante el Valencia.

Rotación corta

Con Marce Huertas cumpliendo mejor que nunca, pero una rotación corta como de costumbre (Costa y Kostadinov fueron los grandes perjudicados), el Canarias también sufrió la aportación oscilante de varios de sus jugadores. Uno de ellos, Jaime Fernández, que salió de forma notable de su grave lesión de rodilla, pero que ha firmado un tramo final muy deficiente. También el puesto de cuatro ha sido irregular, con Abromaitis emergiendo recientemente, y tras un discreto año, para equilibrar la bajada de rendimiento de Doornekamp.

El bajón de Kramer

Pero donde más se ha tambaleado el Canarias es con David Kramer. De fichaje estrella y referente ofensivo sin discusión (llegó a ser el máximo triplista de la ACB y la BCL), el alemán pasó a ser un jugador dubitativo y sin acierto alguno. Tal fue su regresión que de moverse en porcentajes superiores al 40 por ciento de efectividad, pasó a cerrar el curso con un 6/41 (14,63%). En sus últimos siete partidos en ACB sumó, en total, un crédito de valoración.

Con ese vaivén de series positivas y jugadores en versiones diametralmente opuestas –por lesión o por rendimiento–, el Canarias ha firmado una 24/25 con unos números excelentes. Cifras globales para enmarcar pero a las que le faltaron un broche de oro. Como el del título de la BCL en 2022, o la final de Copa del Rey en 2023. Ya consolidado como un fijo en esas pugnas por logros mayores, la 25/26 puede ser una buena ocasión para desquitarse.

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