El Iberostar Tenerife no levanta el pie del acelerador. En un partido muy serio y equilibrado de principio a fin, y sin más fisuras que la de haber cometido algunas pérdidas de más (15 en los tres primeros cuartos), el conjunto lagunero sumó su novena victoria del curso... en solo diez encuentros. La de esta vez, en un escenario de los que gustan –pese a las gradas vacías–, el de un derbi en el que el Gran Canaria estuvo siempre a merced de los aurinegros y por momentos fue casi un mero espectador.

Un gran inicio con actividad defensiva y acierto en el 6,75 supuso solo el primer episodio de lo que fue capaz de hacer el cuadro lagunero, paciente en ataque hasta dar con la mejor opción de pase posible. Las 26 asistencias con las que acabaron los de Vidorreta son el ejemplo manifiesto de un equipo que, para regocijo del técnico, pareció jugar de memoria. En medio de un equilibrio superlativo, la puntería desde el exterior (14/23 en triples) y los chispazos protagonizados por Shermadini y Huertas desequilibraron la contienda en favor de los tinerfeños. 

La salida el Iberostar fue enérgica, como si sintiera el aliento de más de 5.000 gargantas en las gradas (11-2). Los aurinegros, pese a no poder encontrar con facilidad a Shermadini dentro (bien tapado por Burjanadze), movieron con paciencia para acabar encontrando buenas situaciones en el tiro exterior, ya fuera a la primera o bien tras rebote ofensivo (Salin y Cavanaugh anotaron dos veces cada uno para el 14-7). Atrás, los laguneros mostraron mucha actividad, no la suficiente como para robar, pero sí para incomodar a los claretianos, que además vieron como el cuadro canarista cerraba bien su aro para impedir segundas opciones.

Atada en corto una de sus deficiencias, el Iberostar no pudo, sin embargo, controlar otro de sus debes, el de las pérdidas para cometer hasta cinco en el primer cuarto, alguna de ellas, incluso, en saque de banda (mate de Diop). Con las rotaciones Fisac trató de cortocircuitar la dirección de juego local situando a Okoye sobre Huertas, pero lo cierto es que los canaristas no perdieron la paciencia (siete asistencias) y dieron continuidad a su extraordinario acierto desde el 6,75 para acabar el cuarto con un nuevo triple, esta vez obra de Butterfield (23-14), para un brutal 7/10 (y paliar a la vez un inusual 1/6 en tiros de dos).

Con el paso de los minutos el partido perdió algo del brío inicial, pero el Canarias se supo adaptar a la perfección al nuevo escenario. Decreció enormemente la producción exterior, pero también el número de pérdidas en los aurinegros, bien dirigidos por un Huertas más equilibrado que en sus primeros compases en cancha. Con Sulejmanovic haciendo un trabajo oscuro en los dos lados de la cancha, la diferencia la marcó Shermadini... y sin la necesidad de hacer un agujero en el aro rival. El georgiano asfixió atrás con sus 2x1, y también intimidó y reboteó cerca del aro, mientras que delante produjo para él mismo, ayudó en los rechaces y asistió (33-17). Con ayudas como las del poste se entiende que el Canarias alcanzara el intermedio con 13 pases de canasta.

Factor desequilibrante, el de Gio, que no se entendería sin la implicación defensiva global. Y es que en ese tramo del duelo el Canarias mordió, como la yo hizo en algunos tramos de su duelo frente al Manresa. Y lo hizo con criterio, colapsando el ataque de los de Fisac y oliendo sangre, tanto en las líneas de pase (nueve recuperaciones al descanso), como para correr cada vez que pudo (y más de lo de costumbre) hurgando en el deficiente balance de su oponente. Así, casi ninguneando a su rival, alcanzó el cuadro lagunero una renta de 18 puntos (40-22, 18’). Solo una mala gestión de los últimos ataques del segundo cuarto y el despertar del Granca desde el 6,75 (triples de Shurna y Dimsa) impidió que la renta canarista fuera mayor al descanso (43-30).

Pareció dar con la tecla el Granca al inicio del tercer cuarto, ya que la actividad de Diop en las dos zonas descolocó por completo a Shermadini (hizo dos faltas seguidas en apenas 15 segundos), si bien entre el triple de Salin y el 2+1 en alley oop de Guerra volvió a situar la diferencia canarista en una zona de confort (49-32). Pero el Canarias rescató su empeño por regalar balones, hasta seis en apenas cuatro minutos, con uno de Huertas como el más significativo que se tradujo en antideportiva y permitió que los visitantes se situaran por debajo de la decena después de muchos minutos (52-43).

Momento un tanto delicado que el Canarias evitó agravar con piernas en defensa, paciencia delante para encontrar a los interiores y también un poco de atrevimiento, como el triple de Butterfield a la carrera tras una recuperación (59-44). La aparición de Wiley (seis puntos seguidos) y un par de tapones recibidos por Huertas dejaron en suspense la definición del choque para sus diez minutos finales (63-52).

Un 4-0 para arrancar el último cuarto y un Huertas, ahora sí, infalible en ataque, le bastó al Canarias para aguantar con solvencia un intercambio de golpes durante varios minutos, por mucho que el Granca lo fiara todo a su producción desde el 6,75 (72-61). Un reparto que duró hasta que de nuevo apareció en escena Shermadini, que con una canasta tras rebote ofensivo, una antideportiva provocada y un gancho sobre Costello cerró el choque con más de tres minutos por jugarse (85-69). La irrupción del georgiano y el haber minimizado por completo el capítulo de pérdidas (ninguna en esta periodo) aseguraron la victoria de un cuadro, el Canarias, que acabó con el propio Shermadini en labores de asistente y gustándose desde el 6,75 para coquetear con la centena (99-80). Un triunfo autoritario, una victoria sin vacilaciones y que consolida a los laguneros en la segunda plaza de la tabla. Un nuevo éxito, con un único pero, el no poderlo disfrutar con su afición que, desde la distancia, puede estar muy orgullosa de su equipo. Un pero externo porque, hoy por hoy, al equipo aurinegro no se le puede achacar absolutamente nada.