Baloncesto
Final de la NBA: El divertido caos de Indiana frente a la voracidad de Oklahoma
La manada de los Thunder de Gilgeous-Alexander pondrá a prueba a unos Pacers que enamoran con el baloncesto heterodoxo que lidera Haliburton

El base de Oklahoma City Thunder Shai Gilgeous-Alexander antes de un partido de la final del Oeste de la NBA / Nate Billings / AP

Sam Presti no era ningún novato cuando aterrizó en Seattle. Venía de trabajar con Gregg Popovich, de descubrir a Tony Parker y de saborear títulos en las oficinas de los Spurs. A Presti siempre le ha fascinado iniciar proyectos, limpiar el tablero y comenzar de nuevo la partida. Él construyó desde los despachos los Thunder que lucharon por el título en 2012, tras draftear a Kevin Durant y Russell Westbrook para reunirlos con James Harden. Y él ha sido el arquitecto de esta OKC acumulando hasta 38 selecciones de draft, 19 en la primera ronda y 19 en la segunda ronda.
Su instinto supo ver en Shai Gilgeous-Alexander a un potencial MVP sobre el que construir un 'contender' que huele a campeón. Y su paciencia ha sabido esperar el momento justo para encontrarle los mejores compañeros de viaje. Limpió el escenario mandando a Los Ángeles a Paul George y a Houston a Westbrook. Y en el draft de 2022 afinó la puntería apostando en la segunda posición por un '3&D' de 2,15, Chet Holmgren, y por un tapado, Jalen Williams, 12ª selección. Hoy son los tres pilares de la manada más feroz de la NBA, estos Thunder.
Las 80 victorias de OKC
Oklahoma ha alcanzado 80 victorias esta temporada (68 en la temporada y 12 en el playoff), lo que les sitúa en una dimensión homérica solo alcanzada por dos equipos que concluyeron en dinastías: los Golden State Warriors (en la 2015-2016) y los Chicago Bulls de Michael Jordan (en la 1995-1996 y la 1996-1997). "Lo mejor es que tenemos mucho margen de crecimiento. Da miedo pensar lo que podemos hacer. Tengo 26 años, lo cual me hace muy mayor al lado de ellos, que tienen 23 y 24. Y ellos ni siquiera han llegado a su mejor momento aún. Estoy entusiasmado por el futuro", advertía Shai, ya proclamado MVP de la temporada, celebrando la clasificación de los Thunder para la final.
Al mando de todos ellos un entrenador “poco convencional”. Mark Daigneault, criado a la sombra de Billy Donovan, y cocinado a fuego lento en el banquillo del equipo de la G-League de la franquicia durante cinco temporadas. Años en los que desarrolló su singularidad como técnico obsesionado con los matices. En palabras de Dario Saric, “Daigneault ve el futuro. Ve el juego de una manera diferente y cede ante aportaciones de los demás. Normalmente, los entrenadores que llegan arriba se mantienen firmes en sus convenciones. Él, no. Tiene una mentalidad abierta. Es el entrenador ideal para estos jóvenes”. Otro ex de OKC, Josh Giddey es más gráfico a la hora de describirle: “Él es la cabeza de la serpiente”.
Daigneault da un valor mayúsculo a detalles mínimos. En su segunda temporada imprimió al grupo un carácter indómito logrando ocho victorias tras remontar más de 15 puntos. Y en la tercera, en plena reconstrucción, disparó el récord de la franquicia desde 25-58 a 40-42. Entre las razones de la mejora, su obsesión por la importancia del tercer cuarto, justo tras salir del descanso. Donde presentan los mejores números de la Liga. El técnico les imprime una intensidad defensiva insana. Manos rápidas, pies veloces, cabeza atenta. Y lo ejemplifica en un jugador que se convirtió en su prolongación en la cancha durante su estancia en la G-League, Alex Caruso.
Daigneault crea una cutura defensiva
La genialidad táctica del séptimo partido de la serie ante los Nuggets, colocando a Caruso, con su 1,96, sobre Nikola Jokic (2,11) está ya en los libros de historia de la NBA. El sentido común invitaba a colocar a Chet Holmgren (2,16) o a Isaiah Hartenstein (2,13). Pero la brillantez táctica de Daigneault en la comprensión de los matices y su capacidad inspiradora apostaron por la destreza defensiva de Alex Caruso. Su IQ baloncestístico logró distorsionar al serbio, que terminó desconectado en el banquillo de los Nuggets. Caruso además barre todos los balones sueltos al tiempo que marca el nivel de una asfixiante presión que termina por romper el tempo de juego de rivales.
Si Caruso es la inteligencia defensiva, Lu Dort es la superioridad física. Esta bestia de la naturaleza escondida bajo la apariencia de un escolta trasciende al papel de 'rol player' defensivo. “Yo me tomo esto de defender como algo personal”, afirmaba al ser preguntado por su tarea. Y lo que Dort y Caruso suman fuera, lo multiplica Holmgren dentro. Nadie en defensa en los Thunder niega un 'mix match', nadie pasa un bloqueo por detrás, nadie se ahorra un esfuerzo. Daigneault ha creado una cultura defensiva.
A eso suman uno de los mejores ataques de la NBA porque ofensivamente despliegan la versatilidad de Holmgren, la 'fisicalidad' de Hartenstein y, sobre todo, la agresividad ofensiva de un Gilgeous-Alexander que promedia 20 entradas a canasta por partido. Lo que abre infinitas opciones en ataque, especialmente con el crecimiento de Jalen Williams, Caruso o Dort. Daigneault ha logrado rodear a Shai de jugadores de poco consumo de balón y mucha eficiencia. El escenario perfecto.
Oklahoma solo ha perdido un partido en casa en los playoffs. Salen a la yugular en ataque y en defensa. “Así es como jugamos. Vivimos y morimos confiando los unos en los otros”, advertía el desgarbado Holmgren. Y no miente. Las cuatro victorias de la serie ante Minnesota han sido por más de 30 puntos. Deharon a los Nuggets en 8 puntos en un cuarto en semifinales y a los Wolves en 9 en el primero del último partido.
Haliburton, el genio 'sobrevalorado'
Enfrente emerge otro equipo voraz, la Indiana de Rick Carlisle, que ha vampirizado a unos Knicks que no han sabido superar los desafíos a los Pacers. Liderados por un Haliburton que se debate entre la etiqueta de sobrevalorado y actuaciones como la del cuarto partido (32 puntos, 15 asistencias y 12 rebotes) que le encumbran al Olimpo de la NBA. Al escolta de Wiscosin le rodea un ejército de jugadores energéticos que disparan la exigencia física de los partidos: Siakam, Toppin, Turner, Mathurin, Naismith...

Obi Toppin, de Indiana, realiza un mate en un partido ante New York Knicks en la final del Este de la NBA / Michael Conroy / AP
Pese a ser un equipo joven, los Pacers están demostrando personalidad con un balance (12-4) en los playoffs, ganando siete partidos como visitantes, a uno del récord de la NBA. Indiana ha sumado más de 130 puntos en dos encuentros ante los Knicks, lo que confirma la determinación con la que mueven la pelota buscando el extrapass que encuentre al compañero abierto solo. El punto de excelencia ofensiva lo marca el protagonismo de Haliburton. Si el escolta mira el aro y se convierte en una amenaza, las opciones de Indiana se multiplican porque atrae la atención defensiva del rival y eso le permite generar más juego. Pero si está pasivo, los Pacers se desconectan.
Es difícil frenar a estos Pacers porque son impredecibles. Un equipo heterodoxo en ataque donde la singularidad de Haliburton, como la de Siakam, les permite surfear una tormenta perfecta. Un equipo que corre, que propone un divertido caos en el que cuanto más se disparan los puntos en el marcador, más opciones tienen de ganar. Porque hay muchos puntos en la cabeza de Haliburton, en las piernas de Siakam o en las manos de Mathurin. Indiana es, con 337 pases por partido, el rey del tiqui-taca del basket. Un equipo mutante que está maduro y dirigido por Flipper, uno de los técnicos más inteligentes y adaptables.
Los Pacers suman (46-17) desde Año Nuevo, un porcentaje de victorias del 73%. Lo que les sitúa entre los cuatro mejores equipos de la NBA desde entonces. No puede extrañar, por tanto, que hayan arrasado a Bucks (4-1), Cavs (4-1) y a Knicks (4-1). No ganan un anillo desde 1973, en la ABA, pero están convencidos de que pueden hacerlo esta vez. Y no se asomaban a las finales de hace 25 años. Oklahoma es favorita. O quizás no.
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