Fútbol

"Los propios entrenadores estamos maltratando la profesión; no la respetamos"

Diez despidos en Primera y más de 40 entrenadores se han sentado en los banquillos de Segunda.

Jorge Sampaoli.

Jorge Sampaoli.

Fermín de la Calle

Esta semana el Getafe despedía a Quique Sánchez Flores tras la derrota ante el Almería. Antes le había ocurrido lo mismo a Francisco, Jorge Almirón, Machín, Lopetegui, Sampaoli, Coudet, Gattuso, Diego Martínez y Pacheta. En Segunda la marca se dispara; Guede, Nafti, Bolo, Baraja, Carcedo, Karanka, Gomes, Hernán, Anquela, Romo, Abelardo, Mel, Justo, Carrillo, Idiakez, Gallego... Más de 40 técnicos diferentes se han sentado en un banquillo entre los que se fueron, los que les sustituyeron y los que estuvieron sentados mientras se decidían los sustitutos.

40 técnicos en Segunda

Por no hablar de la Primera Federación, nueva competición en el fútbol nacional con 40 equipos que se ha convertido en una ‘tritutadora’ de banquillosEn el Grupo 1 han cesado a 17 técnicos, mientras en el II iban ya por 18. Solo tuvieron que pasar cuatro jornadas para que se perdiese la paciencia con el primer entrenador. En este caso el técnico canario Chus Trujillo, que tras ver cómo la Agrupación Deportiva Ceuta perdía cuatro partidos, era sustituido por el sevillano José Juan Romero. Luego ha sido una constante con el paso de las jornadas.

Gattuso y Pacheta.

Gattuso y Pacheta. / EFE

Pero la tendencia no es exclusiva del fútbol españolEn la Premier, una liga con una tradición histórica de buen gobierno y paciencia a la hora de mantener a los técnicos en los banquillos, hace meses que se superó el recórd de entrenadores despedidos, cuya marca máxima era de diez, registro que se produjo hace dos temporadas. En esta ya van por 14. De hecho, solo cinco de los 20 entrenadores vigentes han permanecido en sus puestos durante dos años o más: Pep Guardiola en el Manchester City, Jurgen Klopp en el Liverpool, David Moyes en el West Ham, Mikel Arteta en el Arsenal y Thomas Frank en el Brentford.

¿Por qué se produce este fenómeno? ¿Hay más impaciencia con los técnicos ahora? ¿Está demostrado futbolísticamente que despedir al entrenador produzca una mejora de resultados en los equipos? Para analizar este fenómeno hablamos con Borja Jiménez, quien ha sido entrenador del Ávila, Valladolid B, Izarra, Rápido de Bouzas, Mirandés, Asteras Tripolis griego, Cartagena y Deportivo de la Coruña, club al que dirigió en la temporada 2021-22.

Este abulense de 38 años tiene claro que en el fútbol actual “cada vez hay más gente en la estructura de un club entre el entrenador y el presidente. Un director deportivo, un director general, un secretario técnico… Es más gente a justificar su rol y más gente que señala al entrenador cuando las cosas no van bien porque es el eslabón más débil de la cadena”. Para Jiménez “ahora hay más interesantes particulares a tu alrededor. El del director deportivo, el agente de otro entrenador que quiere ‘colocarle’, el del jugador que no juega y espera que llegue otro… Aunque al final ese jugador no suele jugar más porque los entrenadores tenemos un sentido del juego parecido y solemos coincidir en la elección de futbolistas”.

Borja Jiménez.

Borja Jiménez. / EFE

Sostiene Borja que “hay dos tipos de clubes. Los que resuelven todo sentados en una mesa, con el presidente, el director general y el entrenador. Y los que no caben ni en una mesa de boda por la cantidad de gente que hay implicada en la toma de decisiones”. Para el extécnico deportivista, “afortunadamente quedan clubes del primero. Yo tuve la suerte al trabajar en el Mirandés con un gran presidente, Alfredo (de Miguel), que sabe de esto, y un director deportivo como Chema (Aragón), que también sabe mucho de fútbol”.

Entonar el mea culpa

Pero no todo tiene que ver con la paciencia de los dirigentes y la elefantización de las estructuras de los clubes, los entrenadores también deben mirarse el ombligo. Jiménez entona el mea culpa en este sentido: “Los propios entrenadores estamos maltratando la profesión. No la respetamos y entonces ocurren como las cosas que estamos viendo. Hay tres motivos principales que empujan a ser entrenador: la pasión, el dinero y el ocio. Desde que a uno solo no le importe lo que va a cobrar por ello porque le inspira otro motivo, se rompe todo. Cada vez hay más entrenadores y el número de banquillos no crece, por eso es más difícil. Y hay gente que acepta lo que sea con la justificación de que ‘es mi gran oportunidad”.

En este curso se han destapado casos de entrenadores que firmaban contratos “hasta el último trabajado”, o técnicos que firmaban por tiempo limitado y una cantidad irrisoria que hasta hace no mucho era impensable que se aceptase como sueldo de un entrenador profesional. Borja lo tiene claro: “Ahora ves gente que llega a banquillos porque aceptan las condiciones que sean, no porque la meritocracia les lleve allí. Estaría bien que para llegar a entrenar en un determinado nivel se hubiese tenido que completar una determinada meritocracia. Eso garantizaría una coherencia que ahora no vemos a nivel deportivo”.

Surge entonces la eterna pregunta: ¿sirve de verdad cambiar un entrenador? El abulense es categórico en esto: “En el 90% de los cambios de entrenador el equipo se queda en la zona en la que estaba. Si estabas el 15, subirás al 13 o bajarás al 17, pero no mucho más allá porque hay la plantilla que hay. Muy pocos entrenadores generan una mejora notable. Se me ocurre el caso de Unai Emery como uno de estos últimos”. El Elche, con su cuarto entrenador y el equipo ya desahuciado parece un buen ejemplo de ello. Mientras en el Sevilla se dan los casos. Sampaoli no fue capaz de desatascar la situación que se creó con Lopetegui, pero Mendilibar sí ha obrado el milagro.

Un nudo en la cabeza

Borja explica qué genera tanto cambio en el vestuario: “Los jugadores que tienen dos o tres entrenadores, acaban teniendo un nudo en la cabeza. Si necesitas tres o cuatro partidos para desatar ese nudo y que se hagan con la idea de juego que le propones, estás muy comprometido. Al final los futbolistas acaban no sabiendo a qué atenerse. Sin embargo, cuando un presidente le dice a la plantilla, ‘Este entrenador se queda hasta el final de temporada’ el jugador sabe que hay que ir a una con él para que vaya bien a todos. Pero si el jugador sabe que no es así, a él le da lo mismo ganar, empatar o perder. El domingo llega al vestuario, se ducha, coge su teléfono y se va. Y el lunes cuando venga sabe que tendrá a alguien entrenándole. Sea quien sea”.

Diego Martínez.

Diego Martínez. / EFE

En ese aspecto, los jugadores también están más resguardados al multiplicarse la estructura. Así lo ve el que fuera entrenador del Cartagena: “Antes cuando echaban a un entrenador de un equipo una temporada, la culpa era suya. Y cuando se echaba a un segundo entrenador, la gente señalaba a los jugadores. Ahora si llega un segundo ténico, un tercero o un cuarto técnico, la gente señala al director deportivo o al presidente. Y el jugador al final queda más protegido y menos expuesto”.

Jiménez echa en falta más implicación de los jugadores y advierte una desafección en los vestuarios que no ayuda a crear el ambiente de grupo o una determinada cultura de club: “Hoy en día sorprende ver a un jugador involucrarse en la idiosincrasia del club, acudir a ver un partido de la cantera o pasear por la calle del pueblo. En el Mirandés estás obligado por contrato a vivir allí y eso te acerca a la gente y te implica más emocionalmente al equipo. Me parece un acierto. Siempre me ha gustado involucrarme en los clubes que he tenido y me ha gustado tener jugadores que lo hacen”.

¿Tiene solución esta deriva? Borja Jiménez no es especialmente “optimista” al respecto por más que “cuando llegas todo son buenas palabras y buenos deseos. En ese momento siempre se piensa en los máximos y nadie habla de mínimos. Pero al final los resultados dictan sentencia. Y el peso de la no victoria es inexorable”.