Réplica popular de un fenómeno de masas

La Kings League gitana hechiza a los barrios de Barcelona: “Queremos un partido con Piqué”

Catapultada por las redes sociales, la desenfadada versión del torneo del excentral del Barça aspira a montar una liga de vecinos calés al mismo tiempo que planta cara al racismo

La Kings League gitana hechiza a los barrios de Barcelona: “Queremos un partido con Piqué”.

La Kings League gitana hechiza a los barrios de Barcelona: “Queremos un partido con Piqué”. / Manu Mitru

Jordi Ribalaygue

Sam García alza la voz en un intermedio de la segunda jornada de la Kings League Gipsy. “¿Cuántos ‘me gustas’ hemos tenido?”, vocea a la búsqueda del dato. “40 y pico mil”, responde uno de los muchachos que, móvil en mano, registran los encuentros de fútbol barrial que se disputan en un campo recostado en una pendiente de Montjuïc. Allí se preludia una liga amateur en ciernes con chicos gitanos aficionados al balón, reclutados de un extremo y otro de Barcelona, émula de la de Gerard Piqué y emitida también en directo por redes sociales. El descaro de la propuesta, que da visibilidad a jóvenes que aún se enfrentan a los estereotipos y el racismo, está adquiriendo dimensiones de fenómeno viral, si no lo es ya. 

La cantidad de ‘likes’ cosechados durante el primer duelo de la tarde (un vibrante Canasteros 2-Soniquete 1) deja pasmados a los chicos vestidos de corto que revolotean en el césped durante la pausa. “¿Lo dices en serio?”, urgen a confirmar al chaval que lleva el recuento. “¿Y cuántos espectadores?”, sigue preguntando Sam. “Han llegado a 10.800”, precisa el joven. El asombro muda en júbilo, contagioso y desmedido. “¡Somos la leche!”, ruge un jugador. “¡10.800 no los hace ni Messi!”, exclama otro. “¡Vamos a ser los primeros en TikTok!”, predice uno más. Las risotadas se desparraman.  

A la exitosa ocurrencia del ex central del Barça le ha salido una réplica sandunguera, que arrolla con empeño de extrarradio. Sin patrocinadores ni oropeles, fascina por enfrentar a equipos que apelan al orgullo de barrio y a futbolistas que se reivindican gitanos. “En el primer partido, nos vieron 1.200 personas por redes... ¡Pero cada vez son más! Se nos escapa de nuestro control”, constata García con una sonrisa pícara, como si se trajera una travesura entre manos. 

Un joven graba uno de los partidos de la Kings League Gipsy y cuelga las imágenes en redes sociales.

Un joven graba uno de los partidos de la Kings League Gipsy y cuelga las imágenes en redes sociales. / Manu Mitru

La osadía es tan esmerada que se dota incluso de VAR, regido por un consejo de ancianos, tan venerados en las costumbres romaníes. “Como hay chicos grabando, podemos tirar la jugada adelante y atrás para revisarla”, cuenta Joan Valentí, presto a zanjar polémicas desde el banquillo. Le flanquea Antonio Salvat, quien interviene socarrón por una discusión a causa de una falta dentro del área. Su palabra es ley: basta para calmar los ánimos y que el penalti se lance sin rechistar. “Esto es muy importante para la juventud. Si las nuevas generaciones crecen en un ambiente así y con deporte, nos quitaremos de muchas cosas”, tercia. 

Selecciones barriales

Si la Kings League nació con ínfulas de reinventar el juego al gusto de la generación del clic permanente, la versión calé aspira a adoptar los mismos golpes de efecto (partes de solo 20 minutos, cartas sorpresa, expulsiones y penaltis súbitos, saque al estilo waterpolo...) para articular un torneo de las ‘barcelonas’ donde abunda la población gitana. La idea es que, al modo de una selección nacional, cada conjunto represente a un vecindario. 

“Pero es tanta la demanda que ya se han doblado equipos en cada barrio”, comenta Jose, uno de los artífices del tinglado. “El covid había distanciado a los chicos. Muchos han dejado los estudios, los hay que estaban en las calles y tienen pajaritos en la cabeza. De esta manera, los tenemos reunidos, los devolvemos a nuestros valores y podemos ayudarlos”, destaca. 

En poco más de un mes arrancará otra pretemporada con más plantillas que la actual, limitada a cuatro escuadras para coger ritmo y familiarizarse con las reglas subversivas del trasunto futbolístico de los ‘streamers’, al que Jose se declara enganchado: “Ibai Llanos y Piqué son dos eminencias intelectualmente y sabía que esto pegaría, pero se nos está yendo un poco de las manos... Nos llaman de toda España para jugar”.  

Jonathan, el presidente de la Kings League Gipsy (en el centro), da indicaciones a jugadores de Soniquete.

Jonathan, el presidente de la Kings League Gipsy (en el centro), da indicaciones a jugadores de Soniquete. / Manu Mitru

De la calle de la Cera

Por ahora, son entidades de la Zona Franca, Gràcia, Bon Pastor, Hostafrancs y La Mina las que se han involucrado para incorporar a vecinos de sus calles a la competición, modelada por la asociación gitana Carabutsí, encabezada por García. Lo que empezó sin más intención que rejuntar a chicos de barriadas de Barcelona tiene visos de erigirse en un campeonato de talla nacional

“Nos llaman y nos escriben para sumarse desde Madrid, Navarra, Valencia, Canarias, Mallorca…”, enumera García, que asume el papel de árbitro del desenfadado torneo. Fuera del verde, es músico y responsable del museo gitano de Barcelona, custodio de la memoria de la calle de la Cera, cuna de la rumba catalana

La mayoría de la cuarentena de jugadores que toman parte en los primeros duelos de tanteo hunde sus raíces en esa vía del Raval, jalonada por retratos de rumberos en los que sobresale Peret, que asoma en las fachadas como un pantocrátor. Se antoja que los acordes de ‘Barcelona es poderosa’ vendrían que ni pintado antes de cada saque inicial en la ladera de Montjuïc, ahí donde la ciudad arrinconó uno de sus grandes villorrios de barrancas, anclando a las familias calés en la miseria. “Gitana hechicera… La que nos parió”, que cantó el rey de la rumba.

La rémora del antigitanismo

Jonathan preside la Kings League Gipsy. “Soy el Piqué gitano”, se presenta con guasa. Expone sin rodeos dos deseos que cunden entre los presentes: que “no se vea siempre lo malo del gitano” y que el empresario exfutbolista los visite y, por qué no, montar un amistoso entre ambas ligas. “Hablaríamos de presidente a presidente… Sería bonito organizar un partido benéfico”, plantea.  

Antonio Salvat, en primer plano, pertenece al consejo de ancianos que rige el VAR de la Kings League Gipsy.

Antonio Salvat, en primer plano, pertenece al consejo de ancianos que rige el VAR de la Kings League Gipsy. / Manu Mitru

Jonathan habla en serio, pero aún se pone más cuando se refiere a los improperios y clichés que criminalizan al pueblo gitano, con los que tratan de ridiculizarlos en internet. “Tenemos vídeos con miles de visitas, y eso motiva a los chavales. Pero también hay alguno con un montón de comentarios, todos racistas. Y nos duelen”, deja claro. García ha denunciado algunos mensajes. “Son incitación a la violencia y a la discriminación de los gitanos”, alerta.

“La etiqueta siempre la llevamos encima”, lamenta Salvador Valentí, que aguarda enfundado con la camiseta de Dictadores del Compás para saltar a jugar contra los Gipsy Hooligans. “Aquí la mayoría trabajamos y estudiamos. Me levanto a las cinco para ir con mi padre de ruta por los pueblos a trabajar, porque la vida no regala nada. Queremos cambiar opiniones y que nos vean tal como somos”, afirma. Le secunda Andy, el único pastor evangélico que se calza las botas. “Todavía quedan dificultades para conseguir trabajo o un alquiler”, observa. 

“Aún hay mucho racismo. ¡Mira lo de Vinicius!”, compara Yeray Casellas, el crack mediático de Canasteros: una entrevista suya acumula casi 50.000 visualizaciones. “Que nos insulten me da rabia, pero también me alegra porque significa que tenemos repercusión. Es el precio por llegar a la gente”, resuelve.

[object Object]

El afán por recrear la parafernalia balompédica resulta entrañable. Un chaval aborda al pasional entrenador de Canasteros, David Motos, para cazar unas declaraciones para la retransmisión. Ronco tras el duelo, Motos se desvive en la banda, desgañitándose para que sus jugadores se ciñan a la doctrina ‘cruyffista’ que profesa. “Inculcamos valores, compañerismo, pasárnoslo bien… Quizá sí que nos viene un poquito grande pero, como comienza a coger algo de fuerza, la idea es formar bien una liga en la que todos puedan jugar y competir, no solo gitanos”, resalta.

El trasfondo de la Kings League Gipsy se impone a la banalidad de las redes. “Más allá de lo que puedas ver, lo interesante para nosotros es que están juntos”, advierte Ramon mientras observa a los chicos correr tras la pelota. Encargado de controlar el tiempo en los encuentros, hila reflexiones sin perder ojo al cronómetro. “Por desgracia, estamos acostumbrados al desprecio, pero llevamos 500 años aquí. Lo hemos pasado muy mal en España, pero tenemos una soberbia, algo, que nos ha ayudado a mantenernos. Es muy interesante que todos los gitanos tengamos algo en común, porque somos minoría y, si estamos divididos, aún lo somos más. No sé jugar a fútbol pero estoy aquí, porque nos une”, se percata.

La elocuencia de Ramon invita a releer al cronista deportivo Francisco Cabezas, exégeta del fútbol y la periferia: “Hemos nacido en barrios en los que nadie repara y donde te ponen una etiqueta. Y contra esa etiqueta, ¿cómo se rebela la gente? Haciendo de la vida barrial una bandera. Y ahí está la diferencia”. En motivos, la liga gitana golea a lo de Piqué.