En siete minutos, el Inter certificó la defunción deportiva del Barça. En solo siete minutos, y con dos cómodos remates desde el área pequeña, un cabezazo fácil de Mkhitaryan (1-0, m. 35) y un remate aún más fácil de Dzeko (2-0, m. 42), se rubricó el testamento azulgrana, agravado después por otro gol de Dzeko (3-0, m. 66). Y hasta Lukaku, que reaparecía tras 60 días de baja, se sumó a la fiesta con un golazo (4-0, m. 86).

De nuevo, enviado el Barça a mal vivir al sótano de Europa, desalojado a la primera de una Champions que no admite equipos inmaduros, poco fiables, ineficaces (así encajó en Múnich su primera derrota) y desnortados como en Milán donde se precipitó al abismo, del que ya no ha salido porque en su casa, y ante el Inter, perdió la cabeza.

El Inter no se equivocó. Tardó más de media hora en quebrar la resistencia del Viktoria Pilsen, un honrado equipo checo. Honrado pero falto de la calidad necesaria para mantenerse en la elite continental.

Topó al principio con el gigantesco Stanek, un meta de casi dos metros (mide 1.92 cm), que repelió las dos primeras ocasiones italianas. Pero el gol era cuestión de minutos. Y en solo siete llegaron los dos tantos que certificaron el ya casi tradicional descenso al infierno europeo, transformado, como diría Mourinho, en "un tiburón fracasado".   

El Barça tenía presupuestado llegar a cuartos de final y no pasa ni la fase de grupos. Deja de ingresar 20 millones de euros

No es el dinero que se deja de ingresar sino el impacto reputacional que provoca volver a habitar en las catacumbas de la Europa futbolística. Es mucho dinero (20 millones de euros), una fortuna en tiempo de crisis que ahoga al club, quien optimista, y ajeno, al pesimismo crónico que desprende el Barça desde Berlín-2015, había presupuestado llegar hasta cuartos de final. Ni a octavos ha llegado el equipo de Xavi.

Idéntica ruta depresiva

No ha terminado octubre y ya está fuera de la Champions, trazando la misma y depresiva ruta de la pasada temporada, tal si fuera aquel Barça de Van Gaal antes del inicio del 2000 cuando también encadenó dos eliminaciones prematuras en la fase de grupos: 1997-98 y 98-99. Desde entonces, la estabilidad en la elite europea era poco menos que indiscutible.

Se fue Messi y el equipo se enfangó, alejado de los grandes focos, malviviendo en la segunda división europea por segundo año consecutivo

Ahora, en cambio, la estabilidad en la segunda división, también. Coincide, y no es nada casual, por supuesto, con la marcha de Messi. Sin Leo, el Barça ha bajado tanto su nivel que no puede mirar a los ojos a los grandes del continente. Está un escalón por debajo, incluso, dos. Ni el dinero (200 millones de euros invertidos en apenas ocho meses para reforzar el equipo) trae la felicidad.

El círculo virtuoso se atasca

Por mucha palanca que se active (hasta cuatro ventas de activas le permitieron a la junta de Laporta recaudar casi 800 millones de euros), el equipo sigue atascado. No hay manera de hacer girar el círculo virtuoso.

Laporta, en su primera época, le costó hasta tres años alcanzar la cima de París-2006, la segunda Champions azulgrana, con Ronaldinho como líder en el campo y el sosegado e imprescindible Rijkaard sentado en el banquillo.

El equipo de Xavi se convierte, de nuevo, en "un tiburón fracasado", según la jerga de Mourinho, que llega a la Europa League

Llegó en el 2003 el presidente y pasó antes por el calvario de la entonces Copa de la UEFA, a la que ni siquiera se acercó a la final. Ahora, más de lo mismo. La Champions es inalcanzable para el Barça post Messi. Como lo fue para el Barça con Messi en sus seis años finales.

El problema de esta segunda etapa de Laporta es que ha vendido todo lo que se podía vender para darle un proyecto sólido a Xavi. Sólido para, al menos, cruzar la primera frontera europea.

Sin aprender de los errores

Pero nada de nada. El Barça no aprende de sus errores. Por muy recientes que sean. En el curso pasado solo tenía que ganar al Benfica en el Camp Nou para tener el disfraz de los mejores del continente. Pues, empató (0-0). En esta temporada solo tenía que ganar al Inter en el Camp Nou para ser el único dueño de su destino. Pues, empató (3-3).

Así, de tropiezo en tropiezo, termina el Barça de Xavi en las catacumbas de Europa, sumergido, de nuevo, en la ruina. Una ruina deportiva porque lo aparta de los grandes focos de Europa, disfrazado de "tiburón fracasado", según la jerga mourinhista. Una ruina económica y, además, una ruina para la imagen de la marca de un club que aceleró a toda velocidad en verano, pero se enfangó en el otoño. 

A 26 de octubre el Barça (20.35 h) ya es un don nadie en el continente, desterrado un año más a los ingratos e inhóspitos jueves de la Europa League.