El mejor homenaje al propietario de Red Bull, el empresario austríaco Dietrich Mateschitz, se lo rindieron el neerlandés Max Verstappen y su equipo en el Gran Premio de Estados Unidos el día después de su fallecimiento. Una gran victoria, muy trabajada, que demostró el hambre de triunfo del bicampeón del mundo y que confirmó para su escudería el título de constructores, que se les resistía desde 2013.

Lágrimas de felicidad en Red Bull, pero también de emoción contenida en un fin de semana complicado para ellos desde que la muerte de Mateschitz trascendió minutos antes de la calificación del sábado.

Ni siquiera tener ya el campeonato, el segundo de su carrera, le ha restado apetito a 'Mad' Max, que se repuso de un error de su equipo en una parada en boxes y quitó la miel de los labios al británico Lewis Hamilton cuando el heptacampeón rozaba su primer triunfo del año.

Luchó el de Stevenage por la victoria, pero no pudo impedirla. Algo parecido le sucedió al español Fernando Alonso (Alpine) en los últimos metros con el británico Lando Norris (McLaren), que le quitó el sexto puesto después de una carrera de resistencia del asturiano.

El desenlace fue el mismo. Verstappen, de nuevo líder, estaba apercibido de una sanción por exceder los límites de pista. Hamilton intentó que no se le escapara, pero también se vio amenazado de sanción y arrojó la toalla.

Tras Hamilton, Leclerc, que salía duodécimo, acabó en el podio, por delante de Pérez y de Russell. Atrás, el jabato Fernando Alonso, que había perdido un retrovisor por el camino, no tuvo más remedio que cederle la sexta plaza, la primera de la otra liga, a Lando Norris en el día de Red Bull y el tributo a Dietrich.