Pablo Laso ya no entrenará más al Real Madrid. Uno de esos momentos que el deporte parece que jamás brindará ha llegado. Y lo ha hecho de una forma que no corresponde con el legado que deja el técnico vitoriano en la sección blanca de baloncesto, sobresaliente sin discusión. El infarto que sufrió hace menos de un mes ha empujado al club blanco a prescindir de su entrenador “por razones médicas única y exclusivamente”, al rechazar Laso la oferta de tomarse unos meses sabáticos, “hasta marzo o abril” tras el problema de salud sufrido.

Conviene echar la mirada atrás y recordar cómo llegó Pablo Laso al Real Madrid en el año 2011, cuando las canas eran aún excepción en su cabeza y la sección blanca de baloncesto una eficiente fábrica de frustrantes derrotas. Era Laso una alternativa que se ubicaba en el fondo de un cajón de las oficinas blancas, un técnico de oscilante caché en los años anteriores que venía de hacerlo bien, sin excesivos alardes, en el modesto Gipuzkoa Basket.

Y la afición blanca, harta de los disgustos que le daba su equipo, contagiada por el histrionismo que Ettore Messina había sembrado en Madrid, optó por responder a la contratación del exjugador Laso con una manifestación. Solo fue una parte de la afición, claro, ni siquiera mayoritaria, pero sirve la sinécdoque para enfatizar el contraste entre aquel junio y este julio, en el que el ‘Lasismo’ llegar a su fin en el Wizink.

A Laso no le apartan los resultados, sino la salud. O eso es al menos lo que argumenta el Real Madrid, renuente a volver a ver al vitoriano en el banquillo tras el infarto de miocardio que sufrió hace menos de un mes y que le obligó a entregar las riendas del equipo a su segundo, Chus Mateo. Aunque Laso, en cuanto le dejaron, volvió a dirigir entrenamientos. En tan difíciles circunstancias, el club blanco eliminó al Baskonia primero y al Barça después para coronarse campeón de la Liga ACB.

Por "razones médicas"

“El Real Madrid ha tomado la decisión de no mantener a Pablo Laso como entrenador del primer equipo de baloncesto por razones médicas única y exclusivamente”, defendió el club blanco en un comunicado, después de que la información de su cese llevara ya horas circulando.

Ahora el Madrid pretende, y parece que lo va a conseguir, que Mateo herede definitivamente el sillón de quien ha sido su jefe hasta ahora, aunque el comunicado oficial no resuelve la incógnita. Laso tenía contrato en vigor hasta 2023, pero para el Madrid resulta innegociable que se tome unos meses sabáticos, más con el doloroso recuerdo del fallecimiento de Ignacio Pinedo en 1991 mientras era entrenador blanco. Y Laso, al parecer con informes médicos positivos en la mano, reivindica su voluntad de volver al trabajo cuanto antes.

Pero Florentino Pérez no está dispuesto a aceptarlo: “La semana pasada el Real Madrid le planteó a Pablo Laso que dejase de dirigir al primer equipo, respetando íntegramente las condiciones económicas establecidas en el contrato, a la espera de ver cómo evolucionaba su estado físico esta temporada y volver a analizar la situación en marzo o abril”.

Ante la negativa del técnico a aceptar la propuesta del club, sus dirigentes reivindican que “después de este episodio coronario agudo que llevó a nuestro entrenador a ser intervenido y a la unidad de cuidados intensivos, no adoptar esta decisión [su cese] sería absolutamente irresponsable”.

La prioridad

Defiende además el Madrid que “la prioridad para el club es, antes que nada, la salud de Pablo Laso por respeto y cariño hacia él”, de lo que se infiere que la entidad considera que se preocupa más por la salud del técnico que el propio afectado, que deseaba regresar de inmediato a sus funciones habituales.

Más allá de las extrañas circunstancias en las que se produce el adiós, la salida de Laso del banquillo del Madrid supone el final de una de las eras más doradas que ha vivido el conjunto blanco en su historia moderna. El vitoriano era, de hecho, el técnico más longevo de la entidad blanca desde Lolo Sainz.

El palmarés en estos 11 cursos habla por él: dos Euroligas, seis Ligas ACB, seis Copas del Rey, siete Supercopas y una Intercontinental. Pero al mismo nivel que los entorchados, o incluso por encima, Laso puede arrogarse la rehabilitación moral y emocional del equipo más importante del baloncesto europeo, elevándolo a cotas de excelencia desconocidas desde los años 80. Y en un contexto de mucha mayor competitividad nacional e internacional, sobre todo en cantidad, que entonces. Laso se va (o le obligan a irse, según la versión) y deja el listón altísimo.