Hay equipos que siempre pierden con excusa. El caso del Marino lo parece, pero no lo es. La falta de suerte del equipo de Quico de Diego es demasiado cruel. Por norma general, iguala a sus rivales, les hace cara, está vivo en los partidos casi todo el tiempo, y adolece de recursos, de acierto individual para decantarlos a su favor. Pero hay otros días, como sucedió ayer, en los que no puede reprocharse nada, y acaba siendo castigado por ese vaivén que tiene el fútbol, que se suele cebar con el equipo que más necesita algo de fortuna.

Para explicar las derrota ayer de los sureños ante el equipo con mejor puntuación de este nuevo grupo bastaría con hacer un breve relato de lo que sucedió con el tiempo cumplido. El Marino, jugando de igual a igual al filial granadino, sin sufrir lo más mínimo en área propia, y muy entonado en un encuentro cargado de disputas, de choques (Ndiayé tuvo que ser retirado con una conmoción tras un durísimo choque de cabezas) y de golpes en el medio campo, el Marino se plantó en el área rival, y Borja Llarena aprovechó una dejada de frente para disparar a tres metros del gol, pero el balón golpeó el poste y se marchó fuera. La respuesta fue demoledora, el central Arencibia protegió un balón de espaldas, Ángel Galván salió a cogerlo, los dos chocaron presionados por Nuha, la pelota se la llevó el visitante que cedió al medio y Echu remató a puerta vacía para decidir el resultados (1-2).

Los visitantes lo celebraron como si valiera por toda la temporada, seguramente de manera proporcional a la incredulidad de verse ganadores de un partido que nunca merecieron llevarse. Ni siquiera cuando dominaron el juego, que fue lo que sucedió durante toda la primera mitad. El Marino, que pudo adelantarse a los 4 minutos en un gran centro de Manu Dimas que cabeceó fuera, con todo a favor, Ndiayé, los esperó replegado y solo sufrió un pequeño susto en el 6’, en un remate de Caiao Emerson desde el centro del área.

El 0-1 llegó en el 26’ cuando el Marino se defendía sin sufrir. Son los riegos de dejar llegar al rival al área. Un pase filtrado por la izquierda lo cruzó a la red Emerson, Galván llegó a tocar, pero no sujetó la bola, que entró por el segundo palo. Luego, Alberto perdonó el 0-2 ante Galván. Antes del descanso, los marinistas rozaron el gol, en especial en un remate de Manu Dimas (43’). Ese empate llegó en el 60 y fue lo mejor de la tarde, una exquisitez del propio Manu Dimas, que colocó una rosca en la escuadra del palo largo ante la mirada perpleja de Joao Costa. Un gol precioso que fue como un golpe deconfianza para el equipo local, potenciado luego con los cambios para nivelar el juego e ir de cara a por los tres puntos.

Cuando mejor estaba el equipo, casi conformándose de mala gana con el punto que se había merecido, se desataron los acontecimientos reseñados. Del 2-1 al 1-2 en un minuto. Para cualquier equipo sería duro de encajar, para este Marino, tal vez aún más.