Miguel Concepción (La Palma, 1954) no tenía en mente ser presidente del CD Tenerife. Desde que estallara la crisis deportiva e institucional con la anunciada dimisión en bloque del anterior consejo de administración en diciembre de 2005, todas las miradas se dirigieron hacia él. Era el máximo accionista y le tocaba dar un paso adelante.

En sus primeras intervenciones aseguraba que asumiría “su responsabilidad”, pero no se postulaba para convertirse en el capitán de la nave. Fue Paulino Rivero, entonces diputado en el Congreso, el que le convenció. “Tenemos que sacar al club adelante entre todos. Ahora no se puede esconder nadie”, proclamó en un programa de Radio El Día en enero de 2006.

El sábado siguiente, día 28, citaba a más de 60 empresarios en el restaurante La Ermita, en El Sauzal. De allí salió un compromiso para sacar a flote a una entidad con 54 millones de euros de deuda. Muchos dieron el sí, aunque no todos cumplieron. Concepción sí. El 15 de febrero, en una junta extraordinaria, se escenificaba el relevo. Víctor Pérez Ascanio daba paso a un nuevo órgano rector. Empezaba la era Concepción, que dura ya 15 años.

El primer consejo.

Al mandatario palmero le acompañaron en sus primeros pasos Pedro Luis Suárez (vicepresidente), Conrado González (secretario del consejo), Martín García Garzón, Pedro Pérez, José Ana Pérez Labajos, Fernando Santana e Indalecio Pérez. Solo los dos primeros continúan a día de hoy a su lado. Se formó además un consejo asesor en el que entraron destacados empresarios como Ram Bhavnani, Manuel Dharandas o Juan Fuentes. Dos hombres de Javier Pérez, Juan Amador y Roberto Sicilia, formaron parte del proceso. Uno como gerente y el otro como ideólogo.

Las primeras decisiones.

El enorme peso de la deuda marcó el inicio de la gestión de Concepción. Se formó una Promotora, que recuperó los terrenos de la Ciudad Deportiva vendidos luego para el NAP en 2011, y se renegociaron los créditos con CajaCanarias (ahora La Caixa). El club respiró, aliviado por el aval de algunos de sus principales accionistas. La estructura profesional también sufrió modificaciones. Llegó además un nuevo director deportivo: Alfonso Serrano. Este no tardó en cambiar a David Amaral por Bernd Krauss para asegurar la permanencia.

Los proyectos del ascenso.

En tres años llegó el Tenerife a Primera. La 2006/2007 fue una temporada de transición que dio paso a los dos grandes fichajes de esa etapa: José Luis Oltra para el banquillo y Nino, último gran ídolo blanquiazul. En febrero de 2008, Concepción logró convencer a Santiago Llorente para que regresara a la Isla. El vallisoletano remató la obra de Serrano con una plantilla para el recuerdo, que acabaría logrando el ascenso en la 2008/2009. Con él llegaron Juanlu, Kome, Alfaro o Richi, entre otros. Paralelamente, la entidad encontraba el camino para restaurar su dañada economía. Las decisiones acertadas se sucedían para aliviar al enfermo.

El gran error.

El estallido de alegría en la Isla convirtió a Concepción en un hombre famoso. Lejos de la capacidad para el discurso de Javier Pérez, había llegado a bañarse en la charca de la Plaza de España. La deuda se reducía y 17.000 personas corrían a abonarse para disfrutar del Real Madrid, el Barcelona y demás Primeras. Pero entonces cometió el dirigente el primero de los dos mayores pecado de su mandato. Eligió una política austera, aprovechando el incremento de los ingresos en la máxima categoría para borrar deuda, y el Tenerife salió a competir con una plantilla insuficiente para lograr la permanencia. Lo peor llegó en enero, desaprovechando el mercado invernal para corregir el error. Con una ayuda por descenso de 2,5 millones de euros, el presidente blanquiazul tiró de orgullo para volver “en menos de lo que piensas”. Y la 2010/2011 fue una auténtica pesadilla. Nadie se lo explicaba, pero el equipo acabaría con sus huesos en Segunda B 25 años después.

La penuria de Segunda B.

Concepción renovó su mandato como presidente en las peores circunstancias posibles y amagó con ponerse en manos de Quique Pina para recuperar la categoría. Sin embargo, solo llegó Pedro Cordero (hermano del actual director deportivo). Fue el encargado de derruir la plantilla del descenso y construir, a golpe de PC Fútbol, una nueva para regresar al fútbol profesional. En el último partido de la tercera eliminatoria del playoff se confirmaron los peores presagios. Aquel 24 de junio de 2012 se le pidió la dimisión o una renovación completa al mandatario palmero, que miró para casa. Situó entonces a Quique Medina en la dirección deportiva y este eligió a Álvaro Cervera como entrenador. Vista desde la distancia del tiempo, la campaña resultó hasta plácida. El Tenerife fue primero de su grupo y ascendió en el playoff de campeones contra el Hospitalet en junio de 2013.

Los años del perfil bajo.

Concepción parecía haber aprendido. Se alejó de los focos y de los conflictos, se protegió con los hombres de la casa y las bajas expectativas deportivas le permitieron respirar… un año. El Tenerife rozó el playoff de ascenso a Primera en el año de su regreso. Pero siete derrotas finales acabaron con el sueño y precipitaron los cambios en busca de un nuevo salto mortal. Medina dejó su sitio a Alfonso Serrano, que iniciaba su segunda etapa en el club. El mal inicio del siguiente curso generaría una inusitada presión sobre la figura de Cervera ante la que acabaría cediendo Concepción en febrero de 2015. Otro de los errores que reconoce el propio dirigente. Fueron tantos los meses de hostigamiento sobre el ahora entrenador del Cádiz que, en el momento del relevo, ya no quedaba otra solución. El club le había dejado solo.

El relevo que no fue.

La inesperada renovación de Raúl Agné, pese a las dificultades para asegurar la permanencia en 2015, tuvo que ver con la situación de temporalidad de Concepción en el cargo. El presidente daba síntomas de agotamiento y ya pensaba en el relevo. Tocaba en 2016. Por el camino, antes de llevarlo a efecto, tuvo que cambiar de nuevo de entrenador y dio su aprobación a la llegada de José Luis Martí. Su pasado tinerfeñista ayudó a pacificar el ambiente y a finalizar la temporada sin sobresaltos deportivos. Paulino Rivero era el elegido para asumir la poltrona presidencial, pero un supuesto caso de incompatibilidad con su antiguo cargo de presidente del Gobierno y la recepción de dinero público abortó la misión. El poder político invitaba a Concepción a quedarse. Pier Luigi Cherubino, exjugador del club, fue su rival en un proceso electoral en el que el presidente lució su capacidad para aglutinar apoyos entre los máximos accionistas. Estaba dibujado el escenario del futuro. Con Juan Pelayo, Amid Achi y Miguel Concepción del mismo lado no había relevo posible.

El casi ascenso.

Las potentes promesas electorales del mandatario palmero han ido viendo la luz en este lustro. Ya está en marcha la Fundación y las obras, pese al trastorno del parón que sufren desde mayo, son un realidad en la Ciudad Deportiva. Además, eligió dos directores generales (Víctor Pérez Borrego y Pedro Rodríguez Zaragoza) y sumó un responsable del área social (Antonio Cano) y otro de marketing (David de Diego). La deuda, durante toda su etapa, ha seguido reduciéndose. Pero los proyectos deportivos no le han acompañado de la misma forma. En junio de 2017 rozó la Primera en aquel devastador playoff contra el Getafe. Aprovechó el incremento de su tope salarial para formar una plantilla de gran nivel en el curso siguiente, pero tampoco logró el objetivo.

Tres años oscuros.

El crédito de Alfonso Serrano se agotaba ante la exigencia del ascenso. Su salida, en noviembre de 2018, inició una etapa de gran inestabilidad. Tres directores deportivos (el propio Serrano, Víctor Moreno y Juan Carlos Cordero), siete entrenadores (Joseba Etxeberria, José Luis Oltra, Luis César Sampedro, Aritz López Garai, Rubén Baraja, Fran Fernández y Luis Miguel Ramis) y más de una treintena de fichajes han resultado insuficientes para que el Tenerife vistiera el traje de aspirante. Decimosexto en la 18/19 y duodécimo en la 19/20, la nueva decepción de este curso sitúa en el suspenso la nota de la parcela deportiva en el último trienio.

El momento actual.

La deuda, aunque elevada poco más de 2 millones por la crisis de la COVID-19, es 40 millones menor que a su llegada a la entidad. El dato resulta innegable y representaría un éxito para cualquier empresa normal. Pero en una SAD, los resultados deportivos mandan. Por eso, en el año 15 de su presidencia, Concepción vive el momento de mayor contestación a su gestión. En la última junta no contó con el respaldo de Juan Pelayo y la aparición en escena de José Miguel Garrido en 2019 puede generarle otro rival de cara a la carrera de la reelección. Ilusionado con la posibilidad de convertirse en el presidente del Centenario y el de más años en el club, el mandatario palmero tenía decidido presentarse hace un año. La sentencia condenatoria por el caso Islas Airways, ahora recurrida ante el Tribunal Supremo, y la pérdida de apoyos accionariales le hizo dudar en diciembre. Las miradas, como en 2016, vuelven a dirigirse a Paulino Rivero. Otros ven a Milagros Luis Brito, ya vicepresidenta, como alternativa. Pero la palabra, el futuro del Tenerife, está en manos del hombre que hoy cumple 15 años como presidente.