Patricia Aranda (Maracena, 27 de junio de 1979) ha vuelto a España pisando fuerte. Tiene hambre de títulos y ha puesto su experiencia a disposición del Sanaya Libby’s.

Nino en el Elche CF y Laia Palau en el Uni Girona y la selección española de baloncesto son dos ejemplos de deportistas que han roto la barrera de los 40 años en la alta competición. En Tenerife hay otro ejemplo de esta longevidad: Patricia Aranda. La nueva colocadora del Sanaya Libby’s -firmó durante el parón navideño- ha decidido aprovechar la oportunidad de regresar a España después de una larga etapa en Perú. “Cuando me llamaron del Haris justo estaba cerrando el año escolar y tardé 24 horas en decidir que me venía. Tuve que dejar mi casa y mis cosas”, confiesa la granadina.

No la detuvo ni la situación pandémica, aunque “no sabía si podía viajar” por las restricciones propias de la COVID-19. “Fue una Navidad rara, loca. Pero es que me siento con mucha ilusión, era una oportunidad que tenía que coger o coger”. El traslado ha supuesto un cambio de vida para ella, ya que compartía la actividad del voleibol en el país suramericano con su trabajo en un centro escolar.

Allí llevaba casi una década. Algo tuvo que ver su excompañera de equipo y amiga, Milagros Moy. “Me fui de vacaciones y, estando allí, pedí entrenar con un equipo porque quería ayudar a la selección española. Me vieron y me invitaron a seguir”, cuenta Aranda. Fue un momento duro, en el que le costó “bastante decidir” si quería compaginar el voleibol con un trabajo como educadora. “Fui valiente y probé. Me iba quedando cada año, aunque a menudo tenía ofertas para volver a Europa”. Una larga etapa entre el Universidad César Vallejo, Deportivo Géminis, San Martín o Sporting Cristal. “En Perú el voleibol es semiprofesional, a pesar de que allí es un deporte muy seguido. No como el fútbol, pero con mucha prensa pendiente y afición”, relata la colocadora a la que le encantaba “el gran ambiente en los pabellones”.

Fue feliz y llegó a sentirse “peruana de corazón”, algo que decía abiertamente. “Es mi país también. Así lo siento”, reconoce. Ni siquiera las jornadas maratonianas que afrontaba a diario la alejaron de la competición. “Mi día a día era un poco loco. Me levantaba a las 5:30 de la madrugada y me iba en coche al colegio. Salía temprano porque el tráfico, en hora punta, es muy fuerte. Llegaba antes de las seis y desayunaba. Daba clases, comía en el colegio y, por la tarde, coordinaba las actividades extraescolares de carácter deportivo. Salía sobre las 16:00 y me iba directamente al entrenamiento. Hacía la parte física, de pesas, y enganchaba con las dos horas de entrenamiento en cancha. Sobre las 22:00 llegaba a casa”, detalla.

Daba clases de Educación Física, un trabajo que le gustaba “mucho” y al que se encaminará en el futuro. Pero el voleibol es otra cosa: “Es mi vida, no sé cuánto tiempo podré seguir. Pero espero que sea el máximo”. De ahí que, a sus 41 años, esté como niña con juguete nuevo. “Me gusta estar en equipos con ambición, que quieran pelear por títulos y luchar por Europa. A mitad de tabla, con rivales por encima, acabas conformándote y te hace no mejorar. Aspirar a todo te dispara a otro nivel como jugadora”, explica Patricia Aranda sobre el reto que afronta.

Con más de 200 internacionalidades a sus espaldas, la colocadora granadina sabe que vive la recta final de su carrera. Y aunque no se pone fecha de caducidad, no oculta los objetivos a medio plazo con el Haris. Quiere ser “campeona de Copa y de Liga”, pero recuerda que esos logros hay que trabajarlos “cada día y en el partido siguiente. Es la mejor manera de lograrlo: partido a partido”.

Con Avarca Menorca e Ibsa como máximos adversarios, será importante mejorar en algunas facetas. “Si conseguimos estabilizar un poco el bloqueo/defensa se nos harán los partidos más fáciles, podremos definir los sets. Las colocadoras tenemos muchas opciones ofensivas, tanto por cuatro como por el centro o de zaguero. Pero es ese trabajo el que nos puede dar el salto de nivel”, valora de un grupo que la ha acogido a las mil maravillas: “Ya me siento como en casa”.

Su entrada en el equipo, así como la de Patricia Llabrés en el puesto de líbero, han supuesto un pequeño momento de inestabilidad. “Es una cuestión de adaptación. Como grupo estamos consolidados. Pero ya vamos a ir a más. Con trabajo podremos ser todavía mejor equipo”, concluye. Juan Diego García y ella ya coincidieron en Perú. Se conocen. Eso ayudará.