Quienes tuvimos la suerte de conocer a Vesi sabemos que era una persona leal, que da todo por los suyos, que te conquista desde el minuto cero con su buen humor, su alegría, su acento y sus inmensas ganas de vivir y comerse el mundo.

Nos conocimos en 2014. Yo fichaba por el Club Balonmano Salud ese año, recuerdo que al llegar a casa después del primer entrenamiento recibí un whatsapp suyo dándome la bienvenida al club y que podía contar con ella para todo. En ese entonces pensé que era “lo típico” que tenía que decir una capitana. Pero no, no fueron simples palabras. Tuve la suerte de poder contar con ella para todo, tanto dentro como fuera de la cancha.

Anécdotas con ella tengo millones. Quizá la que más gracia nos ha hecho a ambas y de la que nos hemos reído muchísimo fue en un partido en Vigo. Desde la primera parte comenzaron a hacerle mixta y yo, que en ese entonces jugaba de central, pues no estaba jugando mucho para ella. Al llegar al descanso viene con todo su cabreo hacia mí y me dice: “Tía, sácame de la mixta ¿no? Haz algo para que juegue”. En ese momento íbamos ganando de 3 y le dije: “Tía, no siempre tienes que marcar tú, estamos jugando bien”.

Pues para qué fue eso... Ella sacó todo su orgullo búlgaro y en la segunda parte se limitó a quedarse pegada a la banda y sin participar en el juego. Tal era su cabreo que ni me dirigía la mirada. Total, que nos remontaron el partido e íbamos perdiendo. Silviano, nuestro entrenador en ese entonces, pidió un tiempo muerto. Me acerqué a ella y le dije: “Tía, muévete un poco ¿no?”. Y obviamente, los que conocemos a Vesi ya sabemos lo que me contestó: “¿No soy la única que tiene que marcar, no?”. En ese momento no pude contener la risa y le dije: “Venga tía, tenemos que ganar”. Le saqué una media sonrisa, dejó su orgullo de lado, y al salir de nuevo a la cancha ya apareció la gran Vesi Nenkova. No había mixta que la parara y, efectivamente, ganamos el partido.

Sin duda, el cielo ha fichado a la mejor jugadora de balonmano.

Vesi es de esas personas que te llegan al corazón para no marcharse nunca. Se va y con ella se lleva un trocito de mí para siempre. Guardo conmigo muchos años que pudimos disfrutar juntas y tengo la certeza de que tengo una estrellita en el cielo y de que en algún momento, volveremos a encontrarnos.

Todos mis Vesos, así con V, van al cielo.