Un balón integrador

Un balón integrador

Un balón integrador

Un balón integrador

Sueñan a diario con convertirse en futbolistas profesionales. Vibran y se desgañitan viendo jugar por televisión a su compatriota Sadio Mané. El atacante senegalés del Liverpool es un ídolo para miles de jóvenes en su país. Más si cabe para aquellos que, como a él le ocurrió en su día, les ha tocado convivir con la pobreza. El suyo es un espejo en el que reflejarse. El mejor argumento posible de superación para alcanzar un futuro próspero. Para ellos mismos y el de sus familias.

Escapar de la miseria.

Así es la radiografía tipo de cualquiera de esos niños y adolescentes que, dejando todo atrás y poniendo en riesgo sus vidas embarcándose en una patera o en un cayuco, han llegado en estas últimas semanas a Canarias. Es el caso de los jóvenes que residen en un centro de menores habilitado recientemente en Las Galletas, gestionado por la Asociación Coliseo. Ellos ya han hecho realidad su primer gran anhelo. Escapar de la miseria. Ser una estrella del deporte queda aún muy lejos. Por delante, un camino largo y selectivo, pero a la vez con no pocas motivaciones paralelas.

Ayudados a integrarse.

Uno de esos principales acicates es el de la integración en un mundo totalmente nuevo para ellos. Por medio de la escolarización, con el aprendizaje de un idioma, y también por medio la práctica de un deporte. Y ahí es donde han aparecido el CB Arona y su proyecto Balonmano Sin Fronteras; solo una más de las diferentes propuestas de carácter social que el conjunto sureño ha puesto en marcha durante estas últimas temporadas. “El de esta campaña es un programa de diferentes actividades encaminado a la inclusión de todo el mundo”, explica Dioni Quelle, coordinador deportivo y entrenador del conjunto aronero.

Formarlas en valores.

Una iniciativa, la del club deportivo, que encaja como anillo al dedo en unas zonas –Las Galletas, El Fraile, Parque de La Reina, y Los Cristianos entre otras– donde reina la multiculturalidad en medio de “en una miscelánea de nacionalidades”. Destinada a los residentes, y también a los inmigrantes recién llegados. “La reflexión de fondo que hacemos es que si a estos chicos no se les integra en este tipo de actividades estamos contribuyendo a convertirlos en carne de cañón en un futuro. Creemos que mediante el deporte generamos una ayuda muy grande para integrar a las personas y formarlas en valores, sacrificio, disciplina y constancia”, argumenta Quelle.

Ayuda recíproca.

Gracias a un conocido común que echa una mano en la asociación, el CB Arona dio a conocer su propuesta a Coliseo. Una colaboración que no se había presentado hasta esa fecha por otras vías, y que desde el primer momento fue acogida de muy buen grado en el centro de menores. “Nuestro trabajo con estos menores que llegan a las Islas es insertarlos, darles una formación y en la medida de lo posible tratar de regularizar su situación”, expresa Pedro García Peraza, coordinador de los diferentes dispositivos de menores extranjeros que gestiona dicha asociación en Tenerife.

E

Quieren más.

Así, desde el pasado viernes 27 de octubre, un total de 11 jóvenes –comenzaron nueve y se han unido dos más–, con edades comprendidas entre los 11 y los 14 años, han comenzado a adentrarse en un deporte casi desconocido para ellos gracias a Balonmano Sin Fronteras. “Se ve que les ha gustado porque nos pidieron no solo repetir la experiencia, sino hacerlo más días a la semana; nuestra idea inicial era entrenar solo las tardes de los viernes, pero al final hemos ampliado la actividad también a los martes y a los miércoles”, comenta Quelle.

E

Todos juntos desde el martes.

Tras un primer día de toma de contacto “en el que se trabajaron con los chicos conceptos básicos como el pase, la recepción, cómo botar, y las principales reglas del juego...”, la segunda sesión, el pasado martes, ya fue como una más dentro del CB Arona. Nada de postureos ni quedarse en simples intenciones. “Ya se entrenaron con el resto de chicos”, resalta su director deportivo, que se afana en que los adolescentes senegaleses “sean tratados como se trata a los demás, con mucho cariño, aunque en su caso, si cabe, con una mayor delicadeza para que la actividad les resulte satisfactoria y se lo pasen lo mejor posible”.

Redoble de esfuerzos.

En el CB Arona los entrenadores multiplican tareas y doblan horarios. Incluso el club trata de adecuar ciertos entrenamientos para que uno de sus jugadores infantiles, nativo francés, ayude en la comunicación y que los jóvenes africanos no se sientan apartados mientras están en la cancha. Las primeras sensaciones, al menos desde fuera, parecen positivas. “El primer día que vinieron a El Fraile [compaginan sus sesiones con las llevadas a cabo en el pabellón de Las Galletas] me llamó la atención que sacaran fotos de los asientos de plástico de la grada, algo muy habitual para nosotros pero no para ellos”, resalta Quelle.

Empaparse de todo.

Durante el entrenamiento a los 11 senegaleses se le ve sonrientes y disfrutando de algo tan simple pero a la vez inimaginable para ellos hace solo unos meses. Un jolgorio comedido, eso sí, porque cuando tanto Dioni como Diego Vicente –el otro técnico que se encarga de formarlos–, explican algo, la atención prestada es máxima. Quieren empaparse de hasta el más mínimo detalle. Ya sea simplemente por los gestos de los entrenadores sobre la pizarra o bien por medio de alguna palabra suelta que les pueda sonar. “Tienen muchísima motivación”, destaca Pedro García Peraza, que extrapola este caso deportivo al día a día en el centro de menores. “Han entendido que aprender castellano es básico para su futuro; por eso nosotros tratamos de hablar con ellos en español durante el día, o incluso los ves por la noche, antes de dormir, tratando de leer en sus libretas”, explica el responsable en Tenerife de la Asociación Coliseo.

Empaparse de todo.

Un interés desmesurado que, según Dioni Quelle, ya ha tenido su reflejo en apenas un par de días de convivencia con el balonmano. “Nos ha llamado mucho la atención su disciplina, lo dotados que están para la práctica deportiva y las capacidades coordinativas que poseen, pero más aún lo rápido que pillan algunas indicaciones pese a la barrera que existe con el idioma”, explica el director deportivo del CB Arona, que incluso va más allá: “En dos días han hecho cosas que otros tardan meses en lograrlas”.

Imposibilidad de federarse.

La idea del CB Arona con estos 11 niños senegaleses es prolongar su formación hasta final de esta temporada. “Cuando en enero recibamos las subvenciones y podamos comprar los equipajes, ellos recibirán los mismos uniformes que el resto de jugadores del club”, explica Quelle, que incluso tiene en mente “hacerles ficha para que puedan competir”. Dicho extremo, sin embargo, se antoja insalvable. “Son menores indocumentados y necesitan pasaporte y permiso de residencia; y esos trámites tardan mucho tiempo en concretarse”, especifica Pedro García.

E

Los resultados, lo de menos.

Pese a esta traba el CB Arona seguirá acogiendo a estos nueve senegaleses como a cualquier otro de sus chicos. Disfrutando de cada entrenamiento e incidiendo en crear “rutinas, pautas, comportamientos y valores”, buscando bajo las piedras partidos amistosos para que los jóvenes africanos sepan también lo que es la sana disputa contra un rival. “Para nosotros los resultados son lo de menos y nos tomamos la competición solo como un paso más de la formación”, sentencia Quelle.

Les quedará la satisfacción.

Con el paso del tiempo algunos de estos niños senegaleses dejará de sentir ilusión por el balonmano. Otros, cuando se les presente la ocasión, se mudarán a la que es realmente su gran pasión, el fútbol. Y algunos, simplemente, encaminarán su futuro hacia otras actividades lejos del deporte. Pero lo que nadie le quitará al CB Arona es su denodada labor de integración. El abrir la puerta a los más necesitados y convertirse, ahora más que nunca en estos tiempos en los que la inmigración se encuentra en el primer plano, en un ejemplo de inclusión y un espejo para el resto de clubes.

"Aquí siento paz"

Los nueve senegaleses que han comenzado a entrenarse con el CB Arona viven estas semanas en una especie de nube. Por un lado porque están disfrutando de ciertos ‘lujos’ inalcanzables para ellos hasta hace nada, y también porque ven más cerca ese sueño de labrarse un futuro próspero. Después de varios entrenamientos, la mayoría de los jóvenes parecen encantados con su nueva distracción, pese a que varios admiten “no conocer” el deporte hasta esta toma de contacto.

Pero más que por esa ocupación y por los conocimientos adquiridos, los jóvenes africanos se quedan con “el buen ambiente” de los entrenamientos. Algunos, como Ibrahima, Gueye, Diam y Diop -nombres ficticios para preservar la identidad de los menores- dicen “ser tratados muy bien por unos compañeros buenos y amables”; otros como Fall y Mamadou reconocen estar “agradecidos con los entrenadores” por “como” les “tratan” y por lo que les “enseñan”. Incluso Baba y Sarr revelan que ya han “hecho amigos”.

El balonmano será por un tiempo una fórmula de diversión y aprendizaje para estos jóvenes. Sin embargo, la mayoría de ellos tienen en su cabeza otro balón, el de fútbol. Su sueño, “ser jugadores profesionales”. A Ibrahima y a Fall, por ejemplo, no les importaría hacerlo “en los dos deportes”. A Baba, por ejemplo, lo que más le ilusiona es “dedicarse al baloncesto” y seguir los pasos de “LeBron James”.  

Ahora, esta actividad deportiva ocupa apenas cinco horas semanales en la nueva vida de estos jóvenes, que pasan buena parte del día en lo que fue una pensión, ahora reconvertida en centro de acogida. Morada discreta para muchos, casi un palacio para los senegaleses. Su discurso así lo ratifica. “Siento paz y que estoy lejos de los problemas”, apunta Ibrahima.

Un bienestar personal en el que mucho tienen que ver “el trato” y la implicación de los educadores de la Asociación Coliseo. Así lo afirman, Diam, Mamadou y Gueye. “Yo vengo aquí a tener un futuro, y ellos me están ayudando a conseguirlo”, revela Baba. Otros, después de casi dos meses en la Isla, admiten haber creado lazos más profundos. “Los educadores no son educadores, son mis padres; cuando seamos grandes sabremos valorar todo lo que han hecho por nosotros”, comentan Diam y Fall. Sarr, por su parte, también valore que le estén “enseñando español”.

En este tiempo que llevan en la Isla los jóvenes senegaleses ya pueden argumentar sin problema las diferencias entre lo que les tocó sufrir en su país y el que es su día a día en España. La mayoría destaca el cuidado que reciben. Gueye se queda con que en su país “no hay diferencias entre menores y mayores; aquí si eres menor te cuidan y te ayudan”; para Ibrahima su principal preocupación era que “cuando te enfermas en Senegal, si no tienes dinero no puedes curarte, hay que pagar hospital y medicamentos”. Mamadou, Gueye y Diop también ponen el énfasis en algo básico: “Allí a veces no tenemos para cenar; aquí se come más veces”. Diam se queda con que ni él ni su hermano podían estudiar ya que su familia “no tiene dinero para ello”.

Derechos del menor, sanidad, alimentación y educación. Necesidades básicas limitadas en su lugar de origen y que ha empujado a estos jóvenes a subirse en una frágil embarcación en busca de “un futuro mejor”. “He venido para poder trabajar y ayudar a mi familia”, es el denominador común en sus discursos. Quizá alguno logre triunfar como futbolista; Ibrahima, por su parte, se conformaría “con estudiar algo relacionado con la pesca” y dedicarse a ella “profesionalmente” como su familia; mientras que Sarr sería feliz formándose y trabajando “como mecánico”. Tesón y empeño les sobrarán para intentar alcanzar sus metas. Es lo menos que pueden hacer sientiéndose ya afortunados por haber podido dejar su país y llegar a Canarias. Muchos ni siquiera podrán salir de su lugar de origen. Varios, desgraciadamente, han visto como el peaje de pasar mierdo en alta mar se ha convertido en la muerte y no han completado ni la primera etapa de su sueño.

Las Galletas

Los 11 senegaleses que han empezado a entrenarse con el CB Arona llevan, como mucho, desde el 9 de octubre en la Isla, y conviven (junto a otros 30 menores) en un centro habilitado hace un mes en Las Galletas.

Estos jóvenes han recalado en Las Galletas tras haber pasado por un protocolo sanitario previo al recalar en la Isla. “Cuando llegan a la costa se van al centro de La Esperanza y se mantienen en cuarentena tras la PCR; luego se les hacen las pruebas radiológicas para determinar la edad, y si son menores nos ocupamos nosotros”, explica Pedro García, de la Asociación Coliseo.

Reconoce Pedro García que “en un principio se generó algo de alarma” en Las Galletas con la habilitación de este centro de menores. Pero enseguida cambió la percepción. “La acogida ha sido muy, muy buena porque los vecinos han visto que no hay problema alguno, y hasta nos apoyan con ropa”, comenta al respecto.

Mientras se agiliza la tramitación para hacer efectiva en unas pocas semanas su escolarización, la Asociación Coliseo se esmera en formar a los jóvenes en quehaceres diarios básicos. “Lo primero que deben hacer al levantarse es limpiar la habitación, el baño y hacer la cama. Luego desayunan, recogen la cocina y se encargan de las zonas comunes”, relata García. “Que adquieran autonomía” es el objetivo. 

Hasta su ingreso en un centro escolar son los educadores del centro los que ejercen como maestros de los menores. “Centramos nuestros esfuerzos en el castellano con clases de mañana y tarde”, apunta García, que admite que en muchos casos se trata de “algo muy básico”. “Hay que tener en cuenta que algunos de ellos son incluso analfabetos en su propio idioma. Debemos hacerlo todo a través de la palabra”, explica al respecto.

Destierra por completo Pedro García eso que él denomina “el bulo de la paga” que se le da a los inmigrantes acogidos. “A los chicos se les dan 10 euros a la semana, cantidad que está controlada por los educadores. Ellos la usan para tomarse una Coca-Cola o para ir al cine con los amigos que hacen aquí. Llevo en esto desde 2002 y nunca he tramitado una paga de cientos de euros de la que hablan algunos”, reitera.

Cuenta Pedro García que “lo normal es que estos niños se queden en las Islas hasta los 18 años”. “Su ilusión real es irse, bien a sitios de la Península como País Vasco, Cataluña y Madrid, o bien a países como Francia, Holanda y Bélgica”, comenta. Antes, a los 16 años, “se les apunta en el Servicio Canario de Empleo, pero solo para formación, no para conseguir trabajo”.