Sin alardes, pero con todo merecimiento. El Tenerife gana y prolonga la vigencia de su entrenador que, dicho sea de paso, hizo triunfar su idea específica para contrarrestar al Zaragoza. El plan de Fernández consistió en recoger a su equipo en un repliegue medio con las líneas muy juntas, aceptar un papel secundario en la posesión del balón, cerrar los espacios para interrumpir el fútbol combinativo del rival, y jugar con pases largos para forzar duelos contra los cuatro del fondo de la defensa maña. La idea cuajó, a pesar de los dos sustos iniciales. En el primer minuto, Toro Fernández se quedó solo para marcar, pero ejecutó muy mal su disparo ante Ortolá. Alberto había dudado en la acción previa y el bote del balón dejó vendido al central. En la jugada siguiente (2'), a Shaq Moore le pasó algo similar y su duda permitió que Zanimacchia se plantara ante Ortolá; Bruno Wilson apareció de forma providencial para evitar el gol. Las dos acciones terminaron siendo un espejismo. No hubo más noticias del Zaragoza en las cercanías del área tinerfeña.

La respuesta del equipo blanquiazul fue un cabezazo de Zarfino que cogió una parábola alta y fue devuelto por el travesaño con Cristian Álvarez ya superado (5'), preludio del lance que decidió la contienda. Llegó en un córner peinado por Alberto en el primer palo, que cabeceó Fran Sol en el segundo, el portero rechazó, pero dejó suelto el balón sobre la línea y, en su intento de atraparlo, terminó introduciéndolo en el marco. Si no hubiera entrado, habría sido penalti por la entrada en falta que recibió Sol en la ejecución de su cabezazo. La confirmación del VAR puso al Tenerife en ventaja (15') y reafirmó la conveniencia de agarrarse al plan inicial, que convirtió el partido en una confrontación de estilos: el Tenerife cerrado, sin hundir más de la cuenta su repliegue, y el Zaragoza tratando de entrar con la pelota por abajo, haciendo ancho el campo pero incapaz de superar líneas hacia adelante, con malas entregas y pérdidas de balón, en gran medida causadas por la presión de los centrocampistas locales cada vez que la pelota entraba en el medio campo, en la zona de Javi Ros o de James Igbekeme. Ni siquiera el dinamismo de Bermejo (el visitante) consiguió acercar a su equipo al área local, de manera que el partido se fue al descanso sin más sobresaltos que el provocado por un disparo frontal de Fran Sol al que respondió Cristian Álvarez rechazando la pelota a duras penas.

Buenos cambios. La discusión pudo acabar muy pronto en la segunda parte, cuando Vada envió a la red un servicio de Zarfino (46'), que había recogido la pelota de una disputa que ganó Moore rebañando por abajo a Chavarría. El árbitro entendió que había falta de Shaq, aunque el jugador norteamericano sacó el balón antes de chocar con el defensor. El 2-0 se fue al limbo y la jugada dio paso a una segunda parte que fue acentuando la tendencia del primer periodo en los dos bandos, en sus dos estilos, uno activo pero sin alma, el del Zaragoza; el otro reactivo, pero más vivo, mucho más intenso, y con la ventaja en el marcador como respaldo, el del Tenerife. Baraja ya había agotado dos cambios en el descanso, prescindiendo de Zanimacchia y Toro Fernández (ni la sombra del jugador por el que se peleó toda la Segunda), pero el panorama no se aclaró para un equipo maño blando, cansino, sin profundidad, que hace las cosas por inercia, como convencido de que no van a salirle bien. El Tenerife lo mantuvo lejos de su área e incluso avisó con más peligro, como en el desmarque de Vada al espacio -esa fue la búsqueda local de todo el encuentro-, que el argentino remató contra las manos de su compatriota Cristian (61'). Justo a renglón seguido, Fernández hizo un doble cambio que afectó a la estructura del equipo. La entrada de Aitor en lugar del propio Vada escalonó a Zarfino más retrasado, un poco por delante de la pareja Sanz-Folch. La otra sustitución fue hombre por hombre: entró Jacobo para activar la banda derecha, en lugar de Suso.

Del dominio al acoso. Las pocas ventajas que concedió el Tenerife, en su defensa, las desaprovechó el Zaragoza, en especial en una acción en la que el balón superó a Alberto, pero que no llegó a conectar Azón a su espalda en posición franca (65'). Por pura dinámica, casi por inercia, el Zaragoza fue ganando metros mientras el Tenerife miraba ya abiertamente al reloj. Tan cerca del área local, el equipo de Baraja se animó a disparar varias veces, sin claridad, siempre entre una nube de obstáculos, como esperando que alguna acción surgida del caos les diese la opción de lograr el empate. El dominio visitante se llegó a hacer abrumador en los minutos finales, cuando ya el Tenerife había refrescado el ataque con la entrada de Jorge Padilla en lugar de Fran Sol y decidido apostar por cerrar su defensa con tres centrales de la forma más sorprendente, porque el elegido fue Carlos Ruiz, que pisó el césped por primera vez en la temporada, para defender un resultado que puede haber sentenciado el final de Baraja en el Zaragoza. En este lado, Fernández está invitado al derbi. Se lo ganó.