Rubén Baraja vuelve al Heliodoro, un escenario en el que dejó huella. Ahora lo hace en una situación casi opuesta, con la soga al cuello. Su equipo atraviesa una crisis de juego y de resultados que lo han colocado en la picota. Las paradojas del fútbol han provocado una situación extraña: los dos entrenadores, que se han sucedido en el banquillo tinerfeño, se juegan su puesto en el mismo partido.

Baraja se extendió ayer ante los medios maños "Tenerife es un sitio especial en muchas cosas. Allí viví una temporada muy intensa. Llegué en un momento muy crítico y el inicio fue duro porque el equipo venía sin confianza y antes de Navidad entramos en descenso. En la segunda vuelta fuimos uno de los equipos más competitivos de la categoría, hicimos un buen equipo con el mercado de invierno y rentabilizamos nuestras ocasiones. Luchamos por el playoff hasta las dos últimas jornadas. Jugábamos al filo en cada partido y eso siempre te une más. Esa intensidad te hace tener una mayor convivencia, allí hay gente espectacular a nivel humano y profesional. Guardo una gran experiencia y cuando había publico recuerdo el ambiente en las gradas en Copa del Rey contra el Valladolid o el Athletic. Fue una experiencia muy satisfactoria. Espero que el Tenerife salga hacia adelante y haga una buena temporada".

El entrenador pucelano no podía sospechar que el ambicioso proyecto que lidera en La Romareda estuviera pendiendo ahora, con solo nueve partidos disputados, de un hilo muy fino. Tanto que si el colombiano Narváez no hubiera firmado una proeza hace tres días, consiguiendo dos goles en el descuento, Baraja ya no estaría en el banquillo blanquillo. "En ese trabajo estamos, de una manera honesta, haciendo autocrítica, pero defendiendo nuestra labor, porque estamos jugando cada tres días y eso no te da el tiempo, que es tan necesario para dar conceptos y consolidación", señaló.

Los malos resultados no le han hecho dudar de su propuesta. "Hemos apostado por una idea y una forma de jugar y no vamos a cambiar. Podemos ser protagonistas también con balón. Tenemos que ser fríos, si vamos a los resultados nadie estará contento, pero valoro la actitud y la predisposición. Somos un equipo que no se rinde nunca, como demostramos ante el Girona". Una pose de fortaleza en su peor momento.