Sin acierto en ataque ni intensidad defensiva. Colapsado para intentar buscar recursos en el aro rival y sin alma para tratar de proteger el suyo. Cada vez más desquiciado y a la vez con un alarmante lenguaje gestual de pasotismo. Desde el banco, a los cinco jugadores de cancha. Esa podría ser la definición de las prestaciones ayer del Iberostar Tenerife en su visita al Dinamo Sassari. Pero no, se trata solo de la imagen ofrecida por el cuadro lagunero tras el descanso. Un equipo con una actitud casi indulgente y que en nada se pareció al Canarias totalmente reconocible en los dos primeros cuartos y que llegó a disponer de una renta de 13 puntos (34-47). Sin miedo a entrar en el juego eléctrico de su oponente.

Luego, todo dio un giro radical. Como si tras el paso por los vestuarios del PalaSerradigmini los jugadores que había de negro sobre la cancha fueran únicamente un holograma. El Iberostar Tenerife se limitó a vagar por la pista y empezó a sumar despropósito tras despropósito. Con Shermadini fuera del encuentro en los dos aros, el Canarias dio vida a su oponente, que de la mano de su base Spissu firmó un parcial de 17-2 para tomar la delantera por primera vez en todo el duelo (51-49). Ni un tiempo muerto de Vidorreta -ayer con un tono gestual de perfil tan bajo como el de sus jugadores- paró la sangría de un conjunto que se empeñó en perder balones. Nada menos que 16 tras el descanso.

Sin aplicación atrás, la brecha no se detuvo para un Canarias que por fin, tras casi nueve minutos de sequía, logró anotar en juego (57-51). Pero ni ese pequeño chispazo que pudo suponer la canasta de Huertas cambió el panorama. Todo lo contrario, ya que a una frustración de Shermadini que aumentó jugada tras jugada, el base brasileño terminó de explotar autodescalificándose al serle señaladas dos técnicas (64-51). Fue la confirmación de que el partido ya era para el Canarias una antología del disparate. Lo fue con rebotes en los que los aurinegros se estorbaron, una acción en la que Sulejmanovic palmeó en su propio aro, u otra en la que Tillman rebañó un balón por debajo de la red en una jugada que acabó -pese al Instant Replay- en antideportiva de Doornekamp. Y es que en medio de un sinfín de desatinos, también fueron protagonistas los colegiados, que por momentos quisieron ponerse a la altura del juego de los aurinegros.

El Canarias, ya rendido, tiró la toalla para convertir los últimos 10 minutos del choque en un escarnio a su propio baloncesto. Un insulto al juego que profesa habitualmente y que anoche quedó manchado con una segunda parte nefasta. Los de Vidorreta vieron como su rival olió sangre y mostró más deseo en todas y cada una de sus acciones. Para desesperar en ataque a los isleños, para desnudar un balance de patio de colegio y para pasear por la alfombra roja que los laguneros pusieron bajo su aro y permitir hasta 16 segundas opciones del adversario. El Iberostar acudió impasible, casi cual bufón, a la fiesta privada que se habían montado Gianmarco Pozzecco y los suyos. Una especie de bacanal en la que Spissu se dio un festín (10 asistencias tras el descanso)... pero cumpliendo con los actuales protocolos sanitarios.

Y es que el equipo tinerfeño cayó con estrépito contra un adversario que solo dispuso -con la lesión de Pusica- de ¡seis jugadores! Pareció, por contra, que a quien no le llegó el aire al cerebro fue al conjunto lagunero. En medio del despropósito, el parcial llegó a ser de 50-12 (84-59) y la renta local tocó techo con el 90-64 antes de una minúscula operación de maquillaje, que no de limpieza de imagen. Si el Canarias se propone unir de nuevo todo lo que podría hacer mal, no le saldría una obra como la que exhibió ayer en Cerdeña.

Un borrón mayúsculo que llama más si cabe la atención a tenor de lo que hizo el Iberostar hasta el intermedio. El cuadro tinerfeño se encomendó de entrada a los minutos tontos de Bruno Fitipaldo. El uruguayo supo exprimir que en el bloqueo directo frontal el Sassari negaba por las continuaciones de Shermadini, y lo hizo mirando a canasta cada vez que pudo. Su 3/3 en triples en cuatro minutos, más un par de acciones de Cavanaugh cerca del aro dieron las primeras rentas a los laguneros (6-13).

Los aurinegros supieron cerrar algunas de las vías de anotación locales (entre Spissu, Bendzius y Bilan sumaron cinco puntos en el primer cuarto), y aunque el Sassari comenzó a producir desde el 6,75 (14-17), la inspiración de Fitipaldo (15 puntos en apenas ocho minutos) permitió a los de Vidorreta mantenerse por delante en el marcador (16-21). Luego el Canarias encadenó varios errores, aunque el control de su rebote y la irrupción de los pequeños de la segunda unidad dio un nuevo impulso a los aurinegros. Así, entre Álex López y Marce Huertas se repartieron por igual 14 puntos para el 23-35 (14').

Los isleños no terminaron de secar a Devecchi (4/4 en triples al descanso), vieron como Shermadini (0/3 tras 20 minutos de juego) no le cogió el punto a Bilan en ninguno de los dos aros, y comenzaron a sufrir para cerrar su propio rebote (el Sassari llegó al intermedio con 11 puntos de segunda opción). Cuando Gio no estuvo en cancha el cuadro local trató de explotar en el cinco la movilidad de Tillman (10 puntos al intermedio) frente a un Guerra lastrado por las personales. Pero aún así, el Canarias solo vio como se le acercaron a siete (30-37), ya que entre un triple de Salin y cinco puntos más de Fitipaldo (20 al descanso) su supremacía en el marcador no peligró (34-47). Superioridad lagunera pese a que una de sus premisas principales, evitar que el Sassari imprimiera un alto ritmo de juego, no terminaba de cumplirse. Nadie pudo imaginar en ese momento lo que sucedería en la segunda mitad.