Antes de unirse a la cantera del Tenerife, Jorge Padilla Soler (Fuerteventura, 23/4/2001) le dijo a su entrenador en aquel entonces, Marce Morales, que algún día iba a verlo jugar por la tele. Y así ha sido. El pasado domingo, el actual entrenador del juvenil de La Oliva se sentó delante de la pantalla, atento al partido en Fuenlabrada. Y celebró como si hubiera sido suyo el gol de los blanquiazules, obra del que en su momento fue alguien más que un futbolista de su plantilla. Ya había sido espectador de otras actuaciones del delantero, desde su debut con el Tenerife la Liga pasada, pero su irrupción en el estadio Fernando Torres tuvo un componente especial. Más que una promesa, ya es una realidad.

Jorge es del pueblo costero de Las Playitas, situado en el municipio de Tuineje. Allí comenzó a jugar, en las Escuelitas Municipales, siendo alevín y benjamín. Luego, en la etapa infantil, pasó al Gran Tarajal, y a continuación siguió creciendo en La Oliva. El Tenerife ya le había echado el ojo. "Sabíamos que iba a ir a prueba", recuerda Marce, su último entrenador antes de incorporarse a la academia de la Ciudad Deportiva Javier Pérez. "Él siempre me decía que algún día lo iba a ver por la tele".

Morales pone el ejemplo perfecto que demuestra la férrea vocación de Padilla. "Tenía que coger una guagua desde Gran Tarajal a La Oliva. Salía de sus clases, se llevaba un tupper e iba almorzando por el camino hasta llegar a Puerto del Rosario: 40 minutos. Ahí lo recogíamos y lo subíamos hasta La Oliva; media hora más. Terminaba de entrenar y llegaba a las diez u once de la noche a Gran Tarajal. Muchas veces se metía en bañeras con hielo en su casa porque acababa cargado. Se cuidaba. Se le veía diferente al resto por el sacrificio que hacía, pero no le costaba, tenía las cosas claras".

Aparte de voluntad, Jorge atesoraba condiciones. "Técnicamente era muy bueno, tenía buen golpeo y anticipación, era rápido... Su disparo es espectacular, no se lo piensa. Es instintivo, de gatillo fácil. Era capaz de comerse a los dos centrales con una presión alta. Y después tenía la picardía de la gente del Sur, de Gran Tarajal. Chocaba sin miedo, le buscaba las cosquillas a los defensas", destaca Marce, quien en esos tiempos "no hubiera apostado" por el debut de Jorge en Segunda División teniendo edad juvenil. "Pero se le veían maneras". Ese impensable estreno se produjo el 30 de noviembre de 2019, en el segundo y último partido dirigido por el director del área de fútbol base del Tenerife, Juan José Rivero, su gran valedor. A partir de ahí, en esa misma temporada, añadió once intervenciones más, en Liga y Copa, con dos goles, uno en cada competición. Ahora, en la campaña 20/21, Fran Fernández le ha dado minutos en cinco encuentros, coronados con su decisivo gol al Fuenlabrada.

Marce asegura que, pese a su empeño, Padilla no las tuvo siempre todas consigo. "Había momentos en los que el camino se le complicaba, tenía sus bajonas y se ponía triste. Tuvimos largas charlas. Yo le comentaba que estaba en la línea adecuada y que siguiera creyendo en lo que hacía", apunta su exentrenador, quien no se otorga ningún mérito. "Todo el trabajo lo hizo él. Nosotros somos protagonistas secundarios. Sin su materia prima, todo habría sido imposible. Si él no hubiera querido o no hubiera trabajado, Sesé Rivero no se habría fijado en él", advierte.

Antes de su etapa en La Oliva, crucial en su evolución, Jorge despuntó en el Gran Tarajal, donde aprendió de un clásico del fútbol majorero, Pedro Ico Pérez. "Siempre fue un chico muy comprometido. En los entrenamientos era muy constante, pero un poco echado para delante en el sentido de demostrar que podía hacer bien las cosas. Tenía descaro. Y de cara a la portería era muy efectivo, tenía confianza, mucha fe. Le pegaba de cualquier manera y de cualquier sitio. Le vi hacer goles increíbles. Te dabas cuenta de que tenía algo", detalla Ico, convencido de que el apoyo familiar resultó fundamental. Su padre, vinculado al mundo de la pesca y de la restauración en La Playita, fue el guía ideal para Jorge. "Le apoyó muchísimo y no hizo que se lo creyera. Era exigente, no le reía las gracias".

El chico que quiso salir de Las Playitas para convertirse en futbolista, está cumpliendo su sueño.