No está firmando actuaciones estratosféricas -como las que ya dejó el curso pasado- ni tampoco ha sido el protagonista principal en jugadas definitivas. Sin embargo, la aportación que viene ofreciendo este curso Gio Shermadini es casi de matrícula de honor. Y es que el georgiano está sumando no solo con una gran regularidad, sino sobre todo con una efectividad superlativa. El duelo del pasado sábado contra el joventut es el mejor ejemplo de ello.

Aprovechar cada balón. En los 28 minutos que estuvo sobre la pista el center canarista solo hizo tres tiros de campo y únicamente pudo capturar dos rebotes, ambos debajo de su propia canasta. Tarjeta que en condiciones normales sería bastante pobre para un jugador de su incidencia dentro del equipo. Pero no. Gio exprimió esa capacidad que tiene, cuando está inspirado, de convertir en oro cada balón que lanza a canasta. En juego, y sobre todo cuando le toca ir hasta el tiro libre. Gracias a las ocho faltas recibidas el georgiano logró acabar con un inmaculado 10/10 desde el 4,60. Argumento principal por el que se comprende su nota final de 25 créditos de valoración.

Ningún pívot se acerca. Para entender el hito logrado por el interior aurinegro hay que tener en cuenta ningún otro pívot, a lo largo de los 36 años de la ACB, ha logrado alcanzar dichos guarismos mirando tan pocas veces al aro y reboteando de forma tan reducida. En cifras menos rentables se movió en su día (95/96) Iñaki de Miguel, que con dos tiros y ningún rebote alcanzó los 18 créditos de valoración; o más recientemente Nacho Llovet, que con estos mismos números se fue en una jornada de la 15/16 hasta los 17. El último antecedente similar lo ofreció el valencianista Louis Labeyrie, que convirtió su 2/2 en tiros de dos y sus dos rebotes en 17 de valoración. Algo más cerca se quedaron una vez Tornike Shengelia, Will Thomas y Nacho Martín, los tres con una tarjeta de 23 créditos después de capturar dos rebotes y tres tiros de campo... pero convertidos. No intentados como sucede en el caso del georgiano.

Solo cinco antecedentes. Incluso, sin poner coto a la posición en el campo, la historia de la competición solo refleja otros cinco casos similares, todos ellos firmados por bases o escoltas, aquellos que más facultades tienen para engordar sus estadísticas a base de asistencias. Sucedió con Campazzo la pasada campaña, que en un partido frente al Betis, llegó a los 25 de valoración con un 2/2 en lanzamientos de dos, 0/1 en triples, pero 13 pases de canasta. Un año atrás el barcelonista Kevin Pangos llegaría a la misma cifra con un 1/2, 1/2 y cinco asistencias. Más atrás en el tiempo lo hicieron Juanjo Bernabé con el León (07/08), Veljko Mrsic en las filas del Unicaja (00/01) y Nacho Rodríguez cuando también militaba en el cuadro malagueño (93/94).

Segunda vez este curso. Pero esta carta de presentación de Shermadini contra la Penya no se puede definir como una situación esporádica o como una mera casualidad. Y es que apenas siete días antes, frente al Fuenlabrada, el jugador canarista ya alcanzó los 29 de valoración después de un escaso 4/4 en tiros de dos y haber capturado seis rebotes. Su acierto en el tiro libre y las tres asistencias que repartió (está en dos de media, su mejor guarismo en ACB) le dispararon hasta rozar la treintena. Algo muy parecido hizo hace cinco campañas, curiosamente ante el Iberostar Tenerife, cuando con solo cuatro tiros de dos y dos rebotes también llegó a los 25 de valoración, gracias en buena medida a sus tres robos, seis faltas recibidas y su 7/7 en libres.

Por algo es el MVP. Ahora, Gio va camino de convertir en costumbre la capacidad de exprimir al máximo su presencia en cancha. Una forma de producir que explican el por qué Shermadini es, tras seis jornadas, y con unas medias en las que nunca ha terminado en sus años anteriores (23,8 créditos por duelo), el jugador más valorado de la competición.