Otra derrota con excusa: en Alcorcón el pecado (puntual) fue la pérdida de concentración; ante el Mirandés, los regalos de los dos defensas centrales (evitables); y en Mallorca un penalti (ajeno) cuando ya estaba 1-0 por detrás. La realidad es que el equipo blanquiazul acumula tres partidos seguidos perdidos, con un gol marcado, seis encajados y sensaciones preocupantes en el juego. Al Tenerife, con lo que pone ahora, no le alcanza para ganar partidos.

El Mallorca lo derrotó con muy poco, pero no por casualidad. La principal diferencia entre uno y otro equipos es la coherencia en su propuesta. Los de Luis García Plaza dominan el juego a base de hilvanar con la pelota. Tienen tres centrocampistas -más Lago Junior que se une al circuito-, y los hace moverse, tocar, envolver el juego hacia adelante, hasta lograr liberar entradas por los costados. García Plaza dispone de los futbolistas adecuados para proponer y desarrollar eso. El Tenerife quiere otra cosa: es más vertical, más directo, y trata de ganar la pelota en tres cuartos de ataque para abrir y generar centros. En la práctica, su fútbol vertical no gana duelos arriba, entonces el equipo se queda a medias en la idea de juntarse hacia adelante para apretar, y acaba siendo superado en el medio.

Mientras lo necesitó, el Mallorca dominó el juego. No es un equipo de gran dinámica en la recuperación de la pelota, no avasalla al rival, pero cuando elabora filtra muy bien hacia el ataque. El Tenerife no se cerró mal frente a ese manejo local, con Dani Rodríguez y Salva Sevilla como intérpretes del estilo. El partido estaba algo inclinado hacia la portería de Ortolá, pero el Tenerife lo tenía sujeto, aunque ya había concedido una contra, por una pérdida de balón de Jacobo, que acabó con el remate de Abdon de despejó Ortolá. A renglón seguido, Joselu cometió una falta evitable en un lateral del área. El Mallorca presentó dos perfiles distintos de lanzadores. La ejecutó un zurdo, a la zona del primer palo pero muy abierta, Zarfino se quedó en un bloqueo y Valjent salió libre para cruzar de cabeza a la red. El panorama se nubló: 1-0 con 19 minutos jugados para añadir a la mochila de los dos últimos encuentros.

La ocasión. El partido se abrió un poco más, con el paso de los minutos el Mallorca perdió el balón y acabó dando un tibio paso atrás. Eso redujo el riesgo para el Tenerife en el inicio de su juego que, sin embargo, no tuvo continuidad. Con Kakabadze muy tímido, -es un lateral del que cabe esperar mucho más con la pelota-, y la banda izquierda tan a oscuras, el equipo no generó superioridad por afuera y no tuvo nunca sensación de imponerse en el medio. Una de las escasas acciones de amplitud en su ataque, en el 38', acabó con un remate fallido de Zarfino, que habilitó sin querer a Jacobo, pero el disparo del madrileño se estrelló en el travesaño.

La puntilla. El comienzo del segundo tiempo no dio respiro, porque enseguida llegó el segundo gol. El penalti es de esas jugadas de interpretación en las que quedas expuesto a de que lado caiga la moneda. Esta vez fue cruz. Dani Rodríguez aprovechó un mal pase de Álex Muñoz, entró en el área y se fue hacia el fondo, Aitor metió el pie y llegó a tocar el balón al final de su acción, pero colegiado interpretó que era punible. Tras encajar el gol, Fran Fernández preparó tres cambios. Le quiso dar fútbol al equipo por la izquierda, con Nono, retrasando a Pomares al lateral; colocó a Suso de segundo delantero, y propuso a Apeh en lugar de Joselu. No por los cambios, sino por el resultado y por la escasa vocación que tiene el Mallorca de aprovechar situaciones como esa para hacer más daño, el panorama quedó reducido a un ataque organizado del Tenerife, continuo, cada vez con mayor frecuencia en la recuperación de la pelota, buscando soluciones frente a un repliegue intencionado del equipo de casa.

Como este paisaje se acentuó de forma descarada, Fran Fernández se permitió más riesgos. Puso en el campo a Shashoua y bajó a Moore al lateral, con la intención de ganarlo para atacar. Shaq tuvo presencia en tres cuartos de campo y el equipo ganó un efectivo más por zona interior con los movimientos del extremo inglés.

El Tenerife empezó a generar ruido cerca del área. En realidad, con la pelota, el equipo no ataca mal. Apeh se quedó con la miel en los labios cuando le fue anulado, por fuera de su juego, su remate a la red (70') , y se sucedieron las opciones de reducir la desventaja. El Tenerife hizo once remates a portería en esta segunda parte, algunos de aquella manera, y otros con verdaderas opciones de marcar, como en el disparo de Shaq Moore desde fuera del área que despejó a córner el meta Reina, en el 72', o el más claro, de Bruno Wilson a la salida de uno de los cinco córner que forzó el ataque blanquiazul, y en el que el portugués tuvo una respuesta prodigiosa de Reina, pleno de reflejos para salvar a su equipo con el palmetazo a un lado (83').

Luis García descompuso el dibujo, quitó a los dos interiores y colocó un doble pivote para tapar con su segunda línea la acumulación de futbolistas blanquiazules, mayor desde que Jorge entró por Zarfino para compartir la punta del ataque dejando solo en el medio a Aitor Sanz. No pasó nada más; si acaso queda algo apuntado es el único contraataque claro de los locales que le costó una amarilla a Bruno Wilson y que no fue gol de milagro.

En este ejercicio de querer y no poder el Tenerife tiene otra de las imágenes que le devuelve el espejo en estas tres últimas jornadas: la falta de nivel en el área rival, que se suma, como análisis global, a sus dificultades para dominar el juego. Tal vez todo esté conectado. Fran Sol nos sacará de dudas.