Todo lo que pareció prometedor en el primer partido: el argumento, el desarrollo y la ejecución de la idea de Fran Fernández, ahora está en cuestión. Nadie escapa al peso de los resultados, y es así en la segunda jornada como en cualquier otra instancia de la competición. El Tenerife ha tenido cierto grado de autoridad en los dos partidos que ha disputado, pero nunca se le ha visto completamente redondo. A estas alturas, aplicando conceptos nuevos y con movimientos de entradas y salidas del grupo cada semana, el rendimiento del equipo es el que cabe esperar. Conviene dar tiempo a que Juan Carlos Cordero remate el proyecto y a que la idea de Fran Fernández se automatice. Solo dentro de un par de meses podrá hacerse un juicio de valor aproximado del nivel de este Tenerife. Sin embargo, es obvio que, con independencia de los plazos a que 'tiene derecho' el entrenador, hay detalles que requieren una mejora.

El juego. La entrada de Zarfino en el equipo permite entender cuál es el funcionamiento ofensivo que pretende Fran Fernández. Hasta ahora pareció como si, en ausencia del uruguayo, todo fuera provisional en este equipo, pero Gio ya está aquí, no a su mejor nivel, pero está. El rato que jugó ante el Málaga y el partido de Alcorcón dejan la imagen del uruguayo ocupando zonas muy avanzadas, casi como un segundo enganche moviéndose por espacios interiores. Considerando la intención de Fran Fernández de colocar al bloque lo más alto posible, de mantenerlo arriba con una buena presión, la posición de Zarfino añade presencia. Shaq Moore o Álex Muñoz abren el campo, Suso o Jacobo y Pomares, se meten más por dentro, y Zarfino se acerca al área, igual que Bermejo. Mucha gente cerca de la frontal. La idea es que los laterales ganen la banda muy arriba y puedan centrar. Cuando lo han logrado, se han generado muy buenos balones en el área. Por recordar algunas situaciones, los dos centros de Shaq en la primera parte contra el Málaga, o el balón de izquierda a derecha de Álex Muñoz que Jacobo no logró rematar en Alcorcón. Es cierto que el equipo necesita más continuidad, pero el Tenerife ya tiene su idea ofensiva y con ella llega bien al área. Desde los costados, pero llega. Otra cosa es que el final del proceso esté a la misma altura.

El remate. El Tenerife es el sexto equipo que más centros al área ha hecho, 35 en la suma de los dos partidos. Es el fruto de su juego por afuera, en especial interpretado en los pies de Shaq Moore y Álex Muñoz, que finalizan con calidad, sirviendo la pelota a favor del delantero. El equipo, sin embargo, ha rematado muy pocos de esos 35 pases al área. En Alcorcón, lo más cercano que estuvo del gol fue en una jugada de estrategia que dejó en ventaja a Álex Muñoz, o en un rechace que resolvió Jorge desde la frontal. Haciendo memoria, Apeh cazó un cabezazo ante el Málaga tras un pase de Jacobo, pero fue en otro tipo de jugada, no en una ruptura desde la defensa. Parece claro que la manera de llegar no favorece a las características de los delanteros que hay ahora. En el juego por dentro no hay espacios para aprovechar tanta presencia como tiene el equipo cerca del área, y por fuera la jugada termina buscando un rematador que primero debe imponerse en anticipación. Joselu y Jorge son futbolistas que hacen mucho más daño cuando tienen un '9' de referencia, no parecen el tipo de futbolistas dotado de físico para ir al remate por arriba, y cuando los servicios han sido más por abajo, no han ganado la pelea por el remate con los centrales. Apeh tampoco ha podido aprovechar este tipo de juego. Los dos goles que ha marcado el equipo han sido peculiares. Uno en una acción de segunda jugada que dejó a Suso solo por una mala lectura defensiva del Málaga, y el otro en una transición tras robo finalizada por Jacobo.

La concentración. Hay cosas entrenables y otras que no lo son. Es llamativo que el Tenerife cambie los actores y siga teniendo los mismos problemas. El Alcorcón le hizo dos goles que son difíciles de justificar, máxime para un equipo que había estado impecable en comportamiento defensivo todo el partido. Bruno y Sipcic, perfectos en las vigilancias, atrevidos para defender hacia adelante, ganaron todos los duelos con Marc Gual, el bloque apretó tras pérdida y evitó que el rival explotara el punto débil de este equipo, que es la espalda de los laterales, la respuesta a balón parado fue intachable... y de repente, una simple falta vertical, con todo bajo control, genera una ventaja al rival y acaba en gol. No es un problema colectivo, sino de falta respuesta individual. Bermejo se cerró mucho, o Laure se abrió lo conveniente, para explotar el espacio libre tras la zaga y centrar. Luego, el rebote en Bruno es mala suerte. Ese 1-0 fue un gol achacable a un déficit de concentración claro. El segundo tanto multiplica el problema: los dos centrales llegan tarde a la disputa en un saque de banda escalonados en un costado.

El Tenerife hizo bien lo difícil, que era evitar el desequilibrio a partir de una situación en el campo muy arriesgada, con hasta 6 jugadores por delante del balón (los centrales y Aitor están al descubierto muchas veces), y luego se aflojó de una manera inexplicable. Sucedió lo mismo, aunque de otra manera, porque no hay dos jugadas iguales, ante el Málaga, en la falta que remató Juande, y en la acción que dejó a Tete Morente ante el portero, aprovechando un agujero defensivo impropio en un equipo que gana 2-0. Quizás sea precipitado hacer este juicio de valor, pero el Tenerife ha formado una pareja de centrales que está entre las mejores de la categoría. No es un problema de calidad defensiva ni de sistema de juego, es un problema de atención, de respuesta individual. O de naturaleza de cada cual.

Libra por libra. Al peso, parece una opinión de consenso que el plantel echa de menos a tres pilares: Luis Pérez, Milla y Dani Gómez eran determinantes en el proceso y en la capacidad del Tenerife. No es fácil sustituir a tres futbolistas que están jugando en Primera. Al equipo se le sumarán tres jugadores de esas posiciones (el del medio no se prevé que sea titular) y en el nivel que aporten radicará el margen de crecimiento de un grupo que ya hace muchas cosas bien, pero que ha sufrido una sensible merma de liderazgo y de calidad. Y que de vez en cuando se duerme.