Con Felipe Reyes superados ya los 40, Jaycee Carroll (37) apurando su retirada, y otros jugadores (como Rudy, Causeur, Llull y Taylor) por encima de la trientena, a este exitoso Real Madrid le toca refrescar piernas. Quizá lo sucedido en la Fase Final de Valencia, donde no alcanzó ni las semifinales, haya sido el más claro síntoma de que Pablo Laso necesita rejuvenecer su plantilla para intentar seguir marcando la pauta al menos dentro del basket nacional.

La base, insuficiente. La fuerza con la que parecen estar irrumpiendo algunos canteranos, caso de Usman Garuba, y otros como Boris Tisma y Mateo Spagnolo, todos ellos claves en el reciente dominio blanco en la base nacional, es un argumento esperanzador para los merengues. Pero a todas luces insuficiente.

Parámetros acertados. Y por eso, la sección comandada por Juan Carlos Sánchez y Alberto Herreros ha salido el mercado en busca de lo mejorcito del producto nacional emergente. Una apuesta decidida, sustentada por la capacidad económica madridista, y con el reclamo de los resultados deportivos del primer equipo en estos últimos años, pero también primando la madurez del jugador a fichar. Ahí, las contrataciones plurianuales de Carlos Alocén y Alberto Abalde han sido, sencillamente, sendas jugadas maestras. Por calidad y, además, por hacerse con sendos cupos, cuyo precio por kilo es cada vez más elevado. Una fórmula similar ya le dio bastante éxito a los merengues hace unos años. Jugadores como los citados Reyes y Llull pueden dar buena fe de ello.

Alocén, muy barato. Aunque llega este año al conjunto blanco, ya el Madrid había atado hace meses a Carlos Alocén, uno más de los prometedores productos de la base del Zaragoza. En esa operación por el base de aún 18 años en ese momento, la entidad capitalina desembolsó 150.000 euros, la cuantía de su cláusula de rescisión. El conjunto maño había tratado previamente, pero sin éxito, de renegociar un mejor contrato, aunque al menos pudo disfrutar otro curso de su canterano. Eclosionado ya en ACB y con la seria opción de que Campazzo vuele a la NBA, Alocén ya viste de blanco desde hace unas semanas.

Abalde, más maduro, pero... Algo más maduro llega Alberto Abalde. El ferrolano, hasta hace unos años solo el hermano de la internacional Tamara, ya había dejado píldoras de su calidad en el Joventut. Ahí fue el Valencia el que se interesó por el alero, que este último ejercicio ha confirmado que tiene madera para poder triunfar en un grande. Al contrario que con Alocén, aquí el Madrid debió pagar un precio mucho mayor por un producto ya madurado.

Más de dos millones. Tras un curso más que notable con el cuadro taronja y ya fijo en los esquemas de Sergio Scariolo en la selección absoluta, el Madrid tuvo que rascarse el bolsillo para sacar a Abalde de la ciudad del Turia. Aunque exactamente fue el propio jugador el que desembolsó su cláusula (más de dos millones de euros con impuestos) antes de firmar con los blancos para las próximas cinco temporadas. Con él la posición de dos y de tres queda bien cubierta, y la jubilación de Rudy o la posible marcha a medio plazo de Deck a la NBA ya no son tan quebradero de cabeza en el conjunto blanco.

Rol destacado. Los dos, Carlos y Alberto, han viajado con el resto de la expedición blanca a Tenerife para disputar la Supercopa, donde se presentarán oficialmente en sociedad como madridistas. Y es que lejos de quedar como segundos espadas, todo indica que ambos podrían empezar a tener, ya en partido oficial, un destacado protagonismo a las órdenes de Pablo Laso. Rescata de esta manera el técnico vasco un procedimiento usado en su equipo con cierta asiduidad en tiempos pretéritos: pescar en otro club nacional, a veces tirando de nombre y en ocasiones a golpe de talonario, a jóvenes promesas que empiezan a despuntar.

El Estudiantes, víctima. Generalmente, en esos antecedentes, el damnificado deportivo fue el Estudiantes. Así, muy atrás quedan ya los traspasos pagados por Fernando y Antonio Martín, e incluso el controvertido fichaje de Alberto Herreros (verano del 96), si bien en ese momento el alero (27 años) ya estaba más que consolidado en ACB. El abanico se abrió y la costumbre se intensificó con la llegada del nuevo milenio. Ahí los merengues se fijaron en el Joventut, primero para hacerse con el base Raül López (solo 20 años) en el curso 00/01, y dos veranos más tarde hacer lo propio con Álex Mumbrú.

El deseado Felipe Reyes. Fue para la campaña 04/05 cuando el Madrid logró la llegada de Felipe Reyes. Lo había intentado desde tres veranos atrás, y los colegiales, en parte por no dejarlo marchar a su eterno rival, se acogieron al derecho de tanteo y acabaron endeudados. Al final no les quedó otra que ceder, pero aún así los merengues tuvieron que pasar por caja y abonar más de un millón de euros por el traspaso. La operación, tres lustros después, está más que amortizada.

Y el desconocido Llull. Con una cuantía mucho menor, unos 100.000 euros, el Madrid se hacía, a principios de 2007, con Sergio Llull. El balear era un base de 19 años que ejercía como tercer director de juego (por detrás de Javi Rodríguez y Óscar González) en el Manresa... ¡de LEB! En Concha Espina lo tenían tan claro que el menorquín cambió de aires antes del playoff de ese mismo año, y hasta la fecha ha seguido vistiendo de blanco. Más tarde, en el verano de 2010, se repitió la historia con Carlos Suárez (24 años), otro más robado al Estudiantes, y hace no tanto (16/17) la apuesta, a la postre fallida, la hicieron con Álex Suárez (21 años), cuyo rendimiento nunca se acercó al que tuviera en el Joventut. Ahora, con Alocén y Abalde, el Madrid recupera viejas costumbres.