Fran Fernández deja su sello desde el primer día. Pongamos todo en la condición de relativo, como aconseja una pretemporada, pero el Tenerife trabaja sobre señas de identidad muy reconocibles. Bien ejecutadas, forma un bloque compacto, solidario, con vocación de presionar alto y predispuesto para correr, en especial por los costados. Fue lo que pusieron sobre el campo los jóvenes en la segunda parte, hasta forzar errores groseros, de bulto, a un central de los más seguros de la Liga e internacional, Pau Torres, que se encontró encima a Apeh primero (46') y a Jacobo González (64') y se comió dos goles increíbles. Fue el fruto de la iniciativa y del convencimiento con el que el Tenerife fue a cada balón en el que observó una mínima posibilidad de apretar.

Comoquiera que ayer todo era nuevo, conviene empezar diciendo que el equipo juega en un posicionamiento 4-2-3-1. En su primer once, Fran Fernández tiró de Suso y Nahuel por afuera y metió a Bermejo por detrás de Joselu. En la zona de creación empezaron Aitor Sanz y Javi Alonso; al fondo, Alberto y Sipcic como centrales, Fede Olivera de lateral derecho y Pomares, en la izquierda. En la portería, Dani Hernández.

Poco en las áreas. No fue una primera parte pródiga en desbordes ni en profundidad, el Tenerife trabajó bien el partido, lo igualó a base de trabajo y de rigor en el ejercicio básico de mantener la distancia entre líneas. El único que se acercó al gol fue Nahuel, en el 27', cuando le pegó duro, abajo en el lanzamiento de una falta desde fuera del área, pero el balón salió centrado y Sergio Asenjo lo rechazó a duras penas. Tal vez el papel del argentino y de Suso, en los costados, fue lo más notable de este primer tiempo, en el que los laterales, nuevos ambos, cumplieron como se espera de dos jugadores aplicados en un equipo que quiere ser justamente eso: un bloque de obreros.

Goles en cascada. El Villarreal, en el que arrancaron en el campo los Parejo, Iborra o Kubo, empezó marcando cerca del final de la primera mitad, por medio de Fernando Niño, que aprovechó para rematar ajustado a un palo y superar a Dani Hernández. Pero casi como si fuera un punto y seguido, nada más entrar del descanso, con once caras nuevas, el Tenerife encontró el empate. La gestación de este gol, como la del tercero, son tal vez las noticias más reseñables de este experimento. Pau Torres se tragó un control fácil, apretado por Apeh, que se quedó solo ante Asenjo y lo batió con la tranquilidad propia de un goleador de oficio. Era el 1-1, que solo duró lo que Jorge Padilla tardó en abrirse a la derecha para recibir en posición muy ajustada y marcharse en velocidad, para batir a Asenjo, al palo corto, con la pierna izquierda, como recortando: un gol que tiene más miga de lo que parece. Esa definición, la idea de acabar así, con tal ejecución, no está al alcance de cualquiera. Tras revisión del VAR, el gol subió al marcador. Jorge demostró en la acción una arrancada en velocidad que puede hacer estragos. El Villarreal se echó arriba y es un equipo que cuanto más cerca está del área rival, más se parece a lo que se espera de ellos, por el elevado nivel de sus atacantes. Una acción de Chukwueze, con una arrancada por el costado derecho, dejó a Alcácer a dos metros de la portería vacía para hacer el 2-2, con relativa facilidad como respuesta al esfuerzo blanquiazul.

El premio simbólico. Jacobo González, debutante en la banda derecha en la segunda parte, que parece una especie de clon futbolístico de Álex Bermejo en la banda contraria, trabajó mucho y apareció con detalles de juego hacia dentro (terminó bien con la zurda una jugada) dio continuidad al guión, fue a morder más allá del punto de penalti y provocó una acción grotesca con el intento de cesión de Pau Torres al portero sustituto, Filip Jorgensen, que no se atrevió a coger el balón con las manos -entendiendo que se trataba de una cesión-, y no evitó el gol (2-3, 64'). El Tenerife aguantó hasta el final, bien organizado y sin recibir ocasiones en su repliegue, sin renunciar a salir a la contra, también por la izquierda, en la que puso notas de calidad el inédito Shashoua, un debutante tardío. Fran Fernández puso en escena a algunos chicos del filial y todos respondieron con buen nivel, en especial la aparición del juvenil Ibrahima, que tiene detalles muy llamativos. Es solo un resultado, pero alimenta el espíritu de un equipo en el que todos están luchando por mostrarse capaz de merecer la confianza del nuevo entrenador a base de trabajo, que parece la premisa principal.