Adiós a las posibilidades de hacer algo grande... con la peor versión posible. El Iberostar Tenerife sufrió ayer su tercera derrota seguida en la Fase Final de la ACB, un tropiezo que hace que los de Txus Vidorreta se queden sin opción alguna de meterse en las semifinales por el título, pero que sobre todo deja una imagen lamentable de los canaristas, de nuevo casi siempre a remolque y nada intensos en defensa. Deficiencias manifiestas frente a un rival que demostró tener mucha más hambre (pese a poseer una limitada rotación de nueve profesionales y un júnior, y venir de jugar una prórroga 48 horas antes), y que acabó ninguneando a los aurinegros, una sombra del conjunto que marchaba cuarto antes del parón.

Con Marcelinho Huertas fuera de partido (solo pudo anotar cuatro puntos y repartir cinco asistencias) y Gio Shermadini muy bien atado en corto (13 puntos pero muy poco protagonismo interior), los isleños vivieron durante muchos minutos de su acierto en el triple (por ejemplo, 18 de sus 20 puntos en el tercer cuarto llegaron desde más allá del 6,75), para incluso tomar la delantera en el electrónico (43-41) mediado el tercer periodo. Sin embargo, esa falta de recursos en ataque y una manifiesta pasividad defensiva (especialmente en el rebote, sin presencia en el aro contrario y muy blandos para proteger el suyo) hicieron que los canaristas no solo fueran incapaces de darle continuidad a su recuperación, sino que les llevó a acabar sucumbiendo con claridad en unos últimos minutos para olvidar.

Solo se salvó de la quema Nick Zeisloft, autor de seis triples y 22 puntos, dentro de una plantilla que no supo sacar partido de una supuesta mayor rotación (solo 11 puntos entre el resto de suplentes) y que parece haber llegado a este tramo totalmente desmembrada y sin apenas referentes para paliar los malos días de Huertas y Shermadini. Ayer Vidorreta optó por descartar a Gielo en detrimento de Suárez, al que un indolente White le regaló numerosos minutos, lo que acabó debilitando el puesto de cuatro. No le fue mejor a los canaristas en otras posiciones, toda vez que la llegada de Radoncic no da para un recambio de calidad en el alero, mientras que ni Lundberg ni López (ayer se quedó sin jugar) son capaces de asumir los galones cuando Marce flaquea. Ejemplos individuales que confirman que este Iberostar, lejos de aprovechar el largo y obligado parón para recobrar la chispa que pareció perder desde la Copa, llegó a esta Fase Final como claro candidato a llevarse la cuchara de madera, al menos en lo que a sensaciones se refiere.

Pese a que parecía obligación cambiar el guion de los partidos anteriores, el Iberostar se mantuvo fiel a los principios esgrimidos estos días en Valencia y no estuvo nada acertado en el arranque. Sin la solidez necesaria en defensa ni tampoco la chispa conveniente en ataque. Atrás los aurinegros estuvieron demasiado blandos, dejando que el Bilbao anotara con mucha facilidad, en especial cerca del aro (permitiendo penetraciones y regalando rebotes), pero también a media distancia sin que el uno contra uno resultara sólido. Y delante porque salvo alguna acción esporádica de Salin (cinco puntos) y Shermadini (2+1) para el 8-8, las ofensivas de los laguneros se desarrollaron a trompicones, sin saber ni poder finalizar con claridad, lo que derivó en malos tiros (1/6 en triples) y numerosas pérdidas (cinco en el primer cuarto) que a su vez permitieron correr a los vizcaínos.

Libertad para Lammers

La situación empeoró con las rotaciones, en especial porque Bogris se empeñó, quedándose muy enterrado, en que Lammers exhibiera su buena mano a media distancia hasta en tres ocasiones seguidas para el 12-20. Sin embargo, y como ocurrió en los minutos finales contra el Baskonia cuando logró equilibrarse, la segunda unidad empezó a ser más intensa, y encadenó varias buenas defensas para la recuperación canarista (19-20, 11').

Sin brillantez (20-25), y todavía concediendo demasiados tiros sencillos (con lagunas en los cortes por la línea de fondo para un total en el lanzamiento de dos de su rival que llegó a ser de 12/16), los canaristas fueron dando con la tecla para seguir agarrados al choque. Lo hicieron como en el arranque, de la mano de Sasu Salin (10 puntos produciendo tanto desde fuera como penetrando) y también de forma esporádica por parte de Shermadini (28-28). Pero los de Vidorreta no lograron encontrar ese deseado punto de inflexión (Huertas no había anotado al descanso) y además siguieron concediendo en el rebote de su canasta, incluso tras tiro libre (7 ofensivos y nueve puntos de segunda oportunidad de su rival) para verse de nuevo abajo (29-33). Solo el triple de Zeisloft sirvió para maquillar un pobre 3/12 al intermedio (32-33).

Reeditó algunos pecados el Iberostar en el inicio del tercer acto. Los isleños siguieron con la puerta abierta de su rebote, Shermadini se colocaba con su tercera falta en apenas dos minutos y además Bogris se empeñaba en defender con la vista (32-36). Con ataques a medio camino entre lo trabado y lo elaborado, el cuadro tinerfeño acabó dando con varias situaciones claras desde el 6,75, donde Suárez primero y Zeisloft después lograron la que era hasta ese momento su renta más grande en lo que iba de torneo (43-41).

Pero ni con esa pequeña reconciliación con el tiro de tres (después anotaron el propio Zeisloft dos veces más) hizo que el Iberostar recibiera ese chispazo que le permitiera recuperar una versión más reconocible. Aquella que pareció dejarse en la Isla. Bogris dio continuidad a su insultante pasividad defensiva y además delante no estuvo fino de manos. Igual o peores fueron las prestaciones de Shermadini, anulado por completo por Lammers, ya fuera por anticipación o incluso tras recibir el balón. Así el Bilbao logró atajar la reacción canarista e incluso correr y hurgar en la herida de un balance defensivo de patio de colegio (52-58).

Al que ya era funeral canarista se unió el júnior Miguel Ruiz con cinco puntos seguidos para que la renta vizcaína se disparara por encima de la decena (52-63), ya dentro del último cuarto. Pese a alguna que otra acción esporádica (triple de Zeisloft, y robo y canasta de Díez) el Iberostar ya estaba muerto, y lo que más pudo fue meterse en un intercambio de canastas para que su desventaja se mantuviera sobre los 10 puntos (62-74 tras pérdida y nula transición). Los minutos pasaron sin que el panorama cambiara lo más mínimo (sin apenas balones interiores y permitiendo más rebotes ofensivos de su adversario), y el Canarias asistió, tan impotente como irreconocible, a su particular defunción liguera, certificada luego con la victoria del Unicaja.