Los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 no podrán finalmente ser este año debido a la pandemia del coronavirus, la última y más grave de una serie de desdichas que se han cruzado en el camino los organizadores nipones, cuyo mal fario viene de décadas atrás.

"Cada 40 años hay unos Juegos 'malditos', eso es un hecho". Lo dijo la semana pasada en el Parlamento nipón el viceprimer ministro de Japón, Taro Aso, en alusión a la presión creciente para cancelar o posponer los JJOO de Tokio en medio de la continuada propagación del nuevo virus por el mundo.

Este veterano político es conocido en Japón por su propensión a los deslices verbales y a las declaraciones polémicas, aunque en esa ocasión pareció recoger a la perfección algo que piensan muchos nipones: que a los Juegos de Tokio les persigue la mala suerte.

Camino lleno de baches

Aunque la pandemia de COVID-19 ha sido el factor que ha tumbado los planes originales para Tokio 2020, la organización se ha visto sacudida casi desde el primer momento por una sucesión de decisiones desafortunadas, errores sin ambages y medidas polémicas.

Uno de los primeros problemas fue el supuesto plagio del logo olímpico, que obligó a los responsables del evento a retirarlo apenas un mes después de su presentación en 2015 y a buscar un nuevo emblema más vinculado a la estética y a la tradición niponas.

Otro de los símbolos de los JJOO, el Estadio Olímpico, también tuvo que ser remodelado por completo. El faraónico diseño original de la prestigiosa arquitecta Zaha Hadid fue descartado después de que se dispararan sus costes de construcción y en medio de un aluvión de críticas.

La tormenta pasó al elegirse un nuevo proyecto más sobrio y sostenible del arquitecto japonés Kengo Kuma, pero este imprevisto hizo que las obras del coliseo se retrasaran hasta finales de 2019 y que el estadio no pudiera acoger el Mundial de Rugby de ese año, como estaba planeado.

Ese mismo año, Tokio 2020 vivió otra sacudida con el escándalo de compra de votos para favorecer a la candidatura tokiota que forzó la dimisión del presidente del Comité Olímpico de Japón (JOC), Tsunekazu Takeda, considerado uno de los principales responsables de que Tokio se llevara los Juegos.

Hasta la irrupción del COVID-19, las altas temperaturas que se dan en la capital nipona en verano eran el principal motivo de preocupación en torno a los Juegos, algo que llevó al Comité Olímpico Internacional a decidir el traslado de la maratón olímpica a Sapporo (norte), en contra del deseo de los organizadores.

Precedentes históricos

Hasta la fecha, los Juegos sólo se habían cancelado o aplazado en cinco ocasiones -sumando ediciones de verano e invierno- y siempre con motivo de la guerra.

Dos de esos cinco JJOO fallidos corresponden a Japón, los de verano previstos en Tokio en 1940 y los de invierno en Sapporo (norte) para ese mismo año.

Japón se vio obligado a renunciar a ambos en 1938 al estar inmiscuido en la segunda contienda chino-japonesa, conflicto que luego quedó enmarcado en la II Guerra Mundial.

El COI otorgó ambos Juegos a otros países aunque las competiciones olímpicas acabarían siendo anuladas debido a la continuidad del conflicto bélico mundial, y no fueron retomadas hasta 1948 en Londres.

La oportunidad perdida de Tokio, no obstante, quedó compensada al acoger los Juegos Olímpicos veraniegos de 1964, mientras que Sapporo fue la sede de los invernales de 1972.

Los Juegos sobrevivieron a otros oscuros episodios de la historia contemporánea reciente, como las sangrientas revueltas políticas que antecedieron a México'68, los atentados contra el equipo olímpico israelí en Múnich'72, o un ataque con bomba en medio de Atlanta'96.

Japón cuenta por ahora con el "récord" de ser el único país que cuenta con tres eventos olímpicos cancelados o pospuestos, y espera desquitarse de su mala suerte en 2021, para cuando están previstos los Juegos de Tokio.

De ser así, la capital nipona se sumaría al selecto club de ciudades que acoge dos Juegos Olímpicos de verano... Si es que la "maldición" lo permite.