El Tenerife empezó la jornada en una situación equidistante entre su realidad -la lucha por la permanencia- y la ambiciosa tentación de hacer cábalas con respecto a la sexta posición. El equipo se presentó en Oviedo con sus 36 puntos y después de derrotar al Elche, que era y sigue siendo la referencia para metas mayores (el 'playoff') . El impulso de ese triunfo ayudó a orientar la mirada colectiva (de equipo y afición) más hacia arriba que hacia abajo, de manera que el partido de Oviedo se convirtió en una oportunidad...

Pero abajo, en el terreno de juego, el cambio de mirada obliga a una transformación mucho más profunda en determinadas conductas colectivas. Cuando el partido se abrió y pareció invitar al equipo de Baraja a ir a buscar los tres puntos, se manifestó la realidad de este equipo, la de su traje de superviviencia. En esa frontera, el Tenerife no fue ambicioso ni en su actitud ni en los cambios, que no dejan de ser un mensaje en momentos tan delicados de un partido. El equipo fue más el que sale de abajo poco a poco que el que se acerca arriba. Conservando el punto acabó quedándose sin ninguno. Golpe de realidad.