Un rodillo vestido de blanco. El Real Madrid se adjudicó ayer, a lo grande, su vigesimoctava Copa del Rey, pasando por encima de un Unicaja que apenas aguantó unos minutos el ritmo de los blancos (8-10) y que acabó rendido ante la superioridad del cuadro de Pablo Laso, que tras sufrir en cuartos contra el Bilbao hizo de las semis, y de la final de ayer, sendos paseos militares para recuperar el trono que el había adjudicado el Barça, in extremis, en las dos últimas ediciones.

La victoria de los blancos se basó, a nivel colectivo, en un gran acierto en el tiro de tres (17/30), una efectividad apoyada en varios factores individuales desequilibrantes. Así, se vio uno de los mejores y más equilibrados encuentros de Carroll, destacó la sobriedad interior de Tavares (quizá no tanto para intimidar sino para ser resolutivo cerca de canasta con un 6/6) y, sobre todo, fue determinante el estado de gracia por el que pasa Facundo Campazzo, que como viene ocurriendo en sus últimos encuentros (sean de Liga, Euroliga o Copa) hace y deshace a su antojo.

Ayer, en 33 minutos, el base argentino acabó con 13 puntos y otras tantas asistencias para 29 de valoración. De sus manos (anotando o pasando) salieron 23 de los primeros 32 puntos de los madridistas. Una cachetada que mandó a la lona a un Unicaja (13-32, 12'), que pese al ímpetu de Brizuela (26-35) ya no se recuperaría aguando la fiesta que pretendía ser un Martín Carpena lleno hasta los topes.

Atenazado por los nervios, el Unicaja fue incapaz de plantarle de inicio suficiente cara al Real Madrid. Y es que por mucho que trató de correr, el cuadro andaluz se topó con un buen puñado de errores bajo canasta y un día negado en el perímetro (0/7). Todo lo contrario que el cuadro blanco, que empezó a golpear desde el 6,75, con Campazzo y Carroll como ejecutores (13-26) antes de que una breve aparición de Rudy dejara casi sentenciada la final (13-32).

Unicaja siguió cruzado hasta la entrada en cancha de Brizuela, que lideró (10 puntos) un parcial de 12-0 que despertó del letargo al Carpena (26-35). Solo un espejismo, ya que sendos triples de Taylor y Campazzo antes del descanso, y la superioridad interior de Tavares a la vuelta de vestuarios elevaron la renta blanca por encima de los 20 (30-51) y dejaron finiquitada la final aún con 16 minutos por jugarse.

Cuestión de acierto (el Unicaja acabó pagando muy caro su pobre 4/20 en triples), pero también de deseo, ya que solo así se explica que incluso 31 arriba (44-75) los jugadores de Laso se lancen al suelo a por una bola. Uno de los secretos del buen rendimiento madridista en partidos como de los de ayer. Un ejemplo más que explica la cantidad de títulos cosechados en la era Laso.