Catorce meses después de ser presentado como director deportivo del CD Tenerife, tras firmar un contrato de dos años y medio de duración, hasta junio de 2021, Víctor Moreno quedó desvinculado ayer del club. La ruptura se produjo tras un "acuerdo conjunto", informó la entidad blanquiazul en una nota en la que se destaca el "intenso trabajo" realizado por el conquense, que llegó acompañado por dos ayudantes, Gorgonio López y Alberto Gómez, también desligados.

El principal desencadenante se produjo por la apuesta fallida por Aritz López Garai. Pero los rectores del club tuvieron en cuenta más factores: la promesa incumplida de aspirar al playoff con los retoques realizados en enero de 2019; el insustancial resultado de un Talent Center -novedoso departamento de trabajo individual- de corta duración; la fría relación con muchos jugadores; el encarecimiento de la plantilla -el actual grupo es 1,3 millones más caro que el anterior-, su tendencia a dimitir tras el despido del técnico fichado en verano...

Todo empezó en diciembre de 2018. La incorporación de Moreno sirvió para cubrir la vacante que había dejado Alfonso Serrano en noviembre, igualmente con el anticipo de la finalización de su relación laboral con el club. Después de sondear a varios candidatos, Miguel Concepción se decantó por Víctor, de quien destacó sus "ganas de aportar", su "juventud", su "fuerza" y su conocimiento de los mercados español e internacional. Tras realizar la misma función en el Albacete y en el Lugo y de integrarse en la secretaría técnica del Alavés, el elegido asumió el reto de liderar el proyecto de un Tenerife que había iniciado la Liga 18/19 con malos resultados y con un cambio de entrenador, el de José Luis Oltra por Etxeberria. Con poco margen para actuar en el mercado de invierno, Moreno se puso manos a la obra.

Como en la mayoría de inicios, nada hizo presagiar entonces que esa etapa, imaginada por el secretario técnico como un plan a largo plazo, de dos o tres temporadas para llevar al Tenerife a Primera, acabaría durando poco más de un año.

Tras estrenarse en enero de 2019 con los fichajes de Lasso, Mauro, Isma López, Coniglio y Racic -los dos últimos, cedidos-, y de completar una angustiosa campaña prescindiendo de Oltra para probar suerte con Luis César Sampedro -su compromiso fue de solo cuatro partidos-, Víctor sentó las bases de su verdadera obra en el verano posterior, tomando el arriesgado camino de poner al frente del equipo a un entrenador joven, con una corta experiencia y distinguido por su fútbol ofensivo y de toque. Con López Garai en el banquillo y una decena de fichajes (Ortolá, Muñoz, Nahuel, Dani, Bermejo, Sipcic, Mazan, Shaq, Miérez y Shashoua), el Tenerife arrancó dispuesto a ser protagonista en los puestos altos y no sufrir por eludir el descenso como en la Liga anterior.

Pero ese Tenerife diseñado por Moreno apenas tuvo recorrido. Tras dieciséis partidos y una sorprendente serie de siete partidos seguidos en el Heliodoro Rodríguez López sin ganar (4 puntos de 21), cerrada con un empate ante el líder, el Cádiz, el consejo de administración tomó la decisión de destituir a López Garai, pese a no coincidir con la postura del director deportivo, quien se llegó a plantear presentar la dimisión. Con la crisis desatada y la ventaja de fichajes de invierno cercana, Moreno optó por seguir su camino dentro del Tenerife, pero ya sin contar con una confianza plena de sus superiores.

Fue entonces cuando Miguel Concepción habló de la existencia de una comisión deportiva -profesionales de la casa- que iba a controlar los siguientes movimientos, como el nombramiento de Sesé Rivero, responsable del área de fútbol base del Tenerife, como entrenador interino, o la búsqueda del relevo de López Garai: Rubén Baraja. En esos días, a finales de noviembre, la ruptura ya parecía clara. "Si no está a gusto y decide marcharse, no se lo impediremos", llegó a comentar Concepción sobre Moreno. No obstante, también apuntó en esas fechas que el despido habría sido irresponsable, dado que el conquense tenía "bastante trabajo adelantado" con vistas al mercado de invierno. "El trabajo está hecho y hay que terminarlo en enero; lo lógico es que él culmine las negociaciones que tiene avanzadas, porque este es su proyecto", advirtió sin poner una fecha límite a la teórica salida de Víctor del club.

Luego, la propia corriente de acontecimientos fue tapando la crisis, al menos de puertas afuera. Se confirmó la contratación de Rubén Baraja -el director deportivo defendió que él había propuesto al técnico vallisoletano- y Moreno lo presentó remarcando que no tenía la intención de dimitir. Ese 2 de diciembre también confesó que había vivido "dos semanas difíciles" en las que habían sucedido cosas "extrañas". Su voluntad de continuar conectó directamente con la frenética actividad relacionada con las altas y bajas y, pese a la sospecha de que la rescisión de su contrato se iba a abordar más pronto que tarde, Moreno avanzó en el mercado en un clima de aparente normalidad y con muchos asuntos por resolver. Logró lo más difícil, ceder a futbolistas con fichas altas que no contaban para Baraja (Mauro, Naranjo y Malbasic) y cubrió algunas carencias con las incorporaciones de Joselu, Lasure, Lluís López y Javi Muñoz, todos a préstamo, pero con la garantía de mantener en la plantilla al delantero en el caso de permanencia en la categoría.

Víctor tomó la palabra en la ronda de ruedas de prensa de los fichajes de enero con mejor ánimo que en noviembre e insistió en su deseo de continuar. Pero el cierre del mercado no fue un punto y seguido para él. ¿Por qué ahora? El Tenerife dio el paso al ver que el equipo ya se está alejando del peligro y, también, por el respaldo profesional con el que se marcha Moreno tras su eficaz último trabajo. "Fue un honor pertenecer a este histórico club", expresó ayer, tal como refleja la nota publicada por un Tenerife que pondrá su futuro en manos de otro creador de proyectos. Moreno ya forma parte de su historia.