Llegó al Tenerife hace solo tres semanas. ¿No le parece que ha pasado más tiempo?

Ha sido todo muy intenso. Pero estoy muy contento y agradecido a la afición, al cuerpo técnico y a los compañeros por el trato y el recibimiento. Espero que todo siga así, dar alegrías y que se cumpla el objetivo más temprano que tarde.

Le pregunto por ese último deseo. Cuesta abrir hueco.

Llevamos siete puntos de nueve y continuamos con uno sobre el descenso. Lo que pasa es que los rivales directos también están ganando, así que tendremos que seguir en esta buena línea para distanciarnos un poco más. Sabemos que va a ser duro. Espero que no pase, pero es probable que estemos luchando hasta última hora.

¿Han encontrado el camino?

Llegué hace tres semanas, pero veo que el míster ha hecho mucho hincapié en el tema defensivo y en no encajar tantos goles, porque lo contrario te penaliza. El equipo ha cogido una idea y creo que ahora tiene sus señas de identidad y que va en una línea ascendente.

¿Lamentan haber llegado tarde a desafíos más ambiciosos?

Siempre aspiro a retos mayores, y sí me da un poco de coraje, porque, analizando la trayectoria del Tenerife, se ve que se ha dejado muchos puntos tontos. De lo contrario, a lo mejor ahora estaríamos en una situación más cómoda. Pero tenemos claro cuál es el primer objetivo, que es salvar la categoría. Y luego, a ver si enganchamos una buena dinámica y, a lo mejor, podemos soñar con hacer algo. Pero el primer paso es el que es.

La permanencia le garantizará seguir en el Tenerife por tres años más. ¿Ese es el trato?

Sí. Esa es mi mayor meta ahora mismo: salvar al Tenerife y continuar aquí. No pienso en otra cosa que no sea salvar la categoría.

Habrá pensado en vivir una temporada de éxito en el club.

Soy sincero. El objetivo primordial es salvar la categoría. Tenemos que ser realistas. Luego, si seguimos en Segunda, desde la primera hora de la próxima pretemporada tendré el objetivo de conseguir el ascenso con el Tenerife. A partir de ahí, la Liga nos colocará más arriba o más abajo. Pero esa es la ilusión con la que tenemos que empezar todos. En Segunda hay quince clubes que tienen esa meta. Y la del Tenerife debe ser esa.

Ha sido Pichichi de Segunda, con el Lugo

Sí. Ahora mismo, uno de mis sueños es conseguir un ascenso, y siendo más a corto que a largo plazo, sería con el CD Tenerife. Tengo muchas ganas de vivirlo y mucha hambre. Creo que estoy en mi mayor madurez para aspirar a ello.

¿Está en su mejor momento?

Cuando a uno le tocan el orgullo, como me pasó a mí, siente más ganas de demostrar cosas; y en mi caso, de volver a ser el Joselu que quedó Pichichi. Vine con esa intención, con la idea de cuidar la alimentación, los entrenamientos, las lesiones... Estoy centrado en conseguir lo que hemos hablado y empezar de cero la temporada que viene con la mayor ilusión.

La racha de un goleador viene y se va. ¿De qué dependen más?

Más que nada es algo mental. La mente es muy mala y es muy buena. Comparto el mismo agente de Jaime Mata; somos amigos. Antes de que él marcara 34 goles en Segunda con el Valladolid, había metido cinco la temporada anterior en el mismo equipo. Y mira la progresión que ha tenido: esos 34 goles, un muy buen debut en Primera con el Getafe, convocado con la selección española... En un año te cambia todo. Él cuenta que cuando quedó Pichichi, tuvo una confianza increíble: todo le salía de cara, le daba con el culo y entraba... Pero luego hay años en los que haces lo mismo y, sin embargo, te cuesta más dar ese toquecito de más, hacer un control, ajustar el balón al palo... Ahora estoy en un buen momento, tengo confianza. También soy de comerme mucho la cabeza cuando estoy mal. Me exijo mucho. Desde chico he sido muy competitivo. Pero todo es mental, así que tendré que trabajarlo para no ofuscarme tanto cuando vengan rachas peores.

Antes dijo que le habían tocado el orgullo. ¿A qué se refiere?

Estaba muy contento en el Oviedo y me sentía querido, pero por una serie de circunstancias dejé de tener la confianza del míster. Al pasar tanto tiempo incluso sin entrar en las convocatorias, me miré un poco el ombligo y pensé que tenía que cambiar. Tomé la decisión de ir a otro club para dar un golpe en la mesa y demostrar que se habían equivocado conmigo.

¿Salió dolido con alguien?

No. Con nadie. Cada uno tiene su función y cada entrenador tiene sus preferencias. A Javi Rozada (técnico del Oviedo) le tengo que agradecer mucho, y también a todo el club, pero, internamente, molesta que no cuenten con uno.

En esos meses llegó a publicar un comentario en Instagram compartiendo su frustración.

Me había operado del menisco y quise volver con la máxima ilusión, pero no me encontraba bien, no me salían las cosas. El Oviedo había hecho un gran esfuerzo económico por mí y las expectativas eran muy altas, pero yo no estaba. Era todo mental, todo me parecía mal, todo lo hacía mal... Escribí esa carta para que tuvieran paciencia, pero tampoco di con la clave.

¿Qué presentimiento tuvo cuando firmó con el Tenerife?

Tuve una conversación bastante larga con Víctor Moreno. Ya nos conocíamos. Me dijo que el equipo jugaba muy bien, pero necesitaba... Me comentó que iba apostar fuerte por mí, que iba a hacer un gran esfuerzo, que él también se estaba jugando mucho por la situación en la que se encontraba el equipo y que me quería a mí. Sigo mucho la Segunda División y el juego del Tenerife me recordaba al del Lugo en que saqué mi mejor versión. Víctor me convenció y mi única intención al firmar fue la de devolverle ese favor a él y al míster, y sentirme valorado de nuevo. No le puedo pedir más al Tenerife.

En claves futbolísticas, ¿por qué pensó que iba a encajar?

Porque el míster pide que finalicemos mucho las jugadas, que no estemos haciendo el tonto dentro del área, que busquemos muchos desmarques de ruptura, que centremos cuando lleguemos a las bandas, que no empecemos a recortar... Yo no soy un delantero alto, así que tengo que buscar ventajas con la intuición. Así puedo ganarle el espacio a los centrales. También está la presión después de las pérdidas, que se me suele dar bastante bien. Son muchas cosas.

Hábleme de la intuición. ¿Se va adquiriendo con los años?

Más que nada, se nace con ella. También la puedes mejorar en el día a día. Por ejemplo, intento decirle a compañeros como Dani o Jorge hacia dónde suele ir un balón; que si un extremo llega forzado, normalmente centra al primer palo; que si tiene tiempo para centrar, es mejor quedarse más atrás; que si un defensa se está posicionando para darle el balón al portero, hay que anticiparse a esa línea de pase... Eso es intuición, pero también es estar concentrado.

¿Le compensa participar poco y marcar como ante el Sporting?

Esa noche hice un tiro a puerta: cien por cien de efectividad. Pero no estaba con las piernas frescas. De hecho, se lo dije al míster en el minuto 60. No tenía frescura ni chispa, y sin eso soy uno más en el campo; no destaco en nada. Me fui frustrado esa noche; me habría gustado dar mucho más. Era un partido bonito, contra el Sporting, con mi familia viéndolo por la televisión... Me entraron ganas de demostrar más y, al menos, tuve la suerte de meter un gol y de que el equipo logró la victoria. Yo soy así: puedo marcar un gol, pero si no me quedo contento con mi trabajo, no vuelvo del todo feliz a casa.

¿Cómo se ha sentido siendo local en el Rodríguez López?

El ambiente que se vivió en la Copa es el que se debería vivir cada domingo. Nos quedan ocho partidos en casa y necesitamos los puntos como el comer. Ahora, cada club está haciendo promociones para llenar sus estadios y creo que tenemos que hacer lo mismo para que el Heliodoro sea una caldera. La gente no se imagina lo que transmite y cómo nos hace sentir a los jugadores en partidos como el de la Copa del Rey ante el Athletic.

¿Va notando el reconocimiento del tinerfeñismo?

Sobre todo en la grada. En la calle, la gente de deja un poco más tranquilo; y eso me ha sorprendido bastante. Pero en la grada, sí. He caído de pie. Estoy muy agradecido a la afición por todo, por el cariño que me muestra. Espero continuar así. Las expectativas están siendo altas y espero que no bajen.

¿Entiende que se establezcan paralelismos entre usted y Nino?

Los aficionados y la sociedad en general somos muy extremistas. Con esto no quiero decir que en cuatro meses vayan a decir que fui el peor delantero que pasó por el Tenerife. Es un halago que me comparen con Nino. Fue todo un ídolo en la Isla y lo seguirá siendo. Yo debo tener los pies en el suelo, pero claro que espero seguir así y que me sigan comparando con él.

¿En qué delantero se fijó?

De pequeño me fijaba mucho en Alfonso, del Betis. Luego, a lo largo de mi trayectoria, me acuerdo de Nihat en el Villarreal. Aprendía de sus movimientos y de sus definiciones. Y también de las acciones de Rossi. Me suelo fijar en los delanteros con los que estuve.

Usted iba para extremo.

Empecé ahí. Lo que pasa es que tenía mucho gol. Siempre llegaba desde la segunda línea y metía más goles que los delanteros. Y estando en el juvenil del Villarreal, un entrenador decidió ponerme de delantero. Hasta ahora he seguido así. Puedo jugar en las bandas por esa experiencia que tengo, pero mi puesto es el de delantero.

¿Cómo pasó de jugar en Cartaya a llegar al Villarreal?

Estaba en el equipo de mi pueblo. Luego me fui un año al Recreativo, donde ganamos el campeonato de Andalucía. El primer club que me llamó fue el Villarreal. Gerardo de Guzmán (ojeador) me dijo que los grandes equipos, Madrid y Barcelona, iban a preguntar por mí. La verdad es que no me lo creí. Era un niño de 13 años. Pero a la siguiente semana, efectivamente, me empezaron a llamar el Barcelona, el Espanyol, el Madrid... Sin embargo, la propuesta que más me convenció fue la del Villarreal por todo, por cómo tenían montada la residencia, por los campos de entrenamiento, por su interés... Me invitaron a mí y a mis padres a estar allí una semana para conocerlo todo. Si soy futbolista profesional fue gracias a ellos.

Llegó a jugar partidos de Liga de Campeones. ¿Cómo se asimila siendo tan joven?

Ahora me doy cuenta de que no lo valoré. Estaba en una burbuja. Yo me veía ahí, en el estadio del Bayern, escuchando el himno de la Champions, con la cámara de la televisión pasando ahí cerca... Pero no era consciente de lo que estaba viviendo. Ahora es casi imposible jugar en Champions y me da pena no haberlo valorado mejor en su día, pero es algo que tendré presente y me alegra haberlo vivido.

Entonces estaba José Carlos Garrido en el banquillo. ¿Qué técnicos marcaron su carrera?

Todos me enseñaron muchísimo. Quizás en mi época en el Villarreal me quedaría con José Francisco Molina. Le tengo mucho cariño. Me enseñó mucho. A pesar de que fue portero, sabía muchas cosas de los delanteros. Luego, Luis César Sampedro también me enseñó. Le estoy agradecido.

¿Y Baraja

De momento, muy bien. Le mete mucha intensidad a los entrenamientos; es un tío serio, pero luego también hace bromas; trabaja mucho... Tuvo una carrera impecable como jugador y se nota que tiene hambre y ganas de hacer las cosas bien. Tiene maneras.

¿Qué me dice de los compañeros? Muchos pasaron de ser rivales a tenerlos en el vestuario.

Recuerdo que tuve algún pique que otro con Suso cuando fuimos rivales. Ahora nos llevamos muy bien. La vida es así. Hace poco fui a comer con él y también con Carlos Ruiz, Aitor y Dani Hernández, que me ha sorprendido por lo bromista que es y porque siempre tiene una sonrisa en la boca. Hay un gran vestuario y un buen ambiente entre veteranos y jóvenes. Eso genera la unión de un equipo.

Supongo que, en su momento, le pondrían al día de lo que es un derbi. ¿Cómo lo vivió?

Fue una lástima que no pudiera vivirlo como me hubiera gustado, porque en el minuto 20 expulsaron a Carlos Ruiz y me cambiaron. No lo pude disfrutar tanto. Espero que los derbis de la temporada que viene sean diferentes.