El Heliodoro vuelve a ser el Heliodoro. Ya son tres victorias consecutivas en Liga (Albacete, Girona y Sporting), lo que supone un cambio de tendencia con respecto a la desastrosa versión casera del Tenerife que llegó a encadenar nueve partidos sin ganar como local. El de ayer no fue su mejor partido, pero sí demostró que la dinámica ha cambiado. Este equipo, aun fatigado por el enorme esfuerzo realizado el pasado martes ante el Athletic de Bilbao, supo dosificarse y aprovecharse de la inercia copera para pasar por encima del conjunto asturiano. Lo hizo con una salida fulgurante, que pareció premeditada, para ponerse por delante en el marcador y manejar con cierto oficio su ventaja a partir de entonces. El 2-0, que fue una oda a los cazagoles de antaño por parte de Joselu Moreno, abrió grieta en el partido y también en la mente de los cansados blanquiazules.

La segunda parte fue un dejar pasar el tiempo, con dos cambios tirando a conservadores, algo entendible en función de lo exhaustos que se encontraban algunos de los futbolistas locales. En un mes ha pasado el Tenerife de candidato serio al descenso a ser un equipo competitivo y capaz de ganar a cualquiera. Sigue teniendo defectos, pero los tapa con elementos antes ausentes como la agresividad o el orden táctico. El premio no está solo en los resultados. De esta forma, se han ganado también a una afición que en los momentos malos supo también echar una mano.

P.D. Joselu ha entrado con buen pie en el Tenerife. Son cuatro goles en cuatro partidos y, desde anoche, una comparación con Nino que debería honrarle, pero no convertirse en exigencia a partir de ahora. El otro nombre propio del duelo es Luis Milla. En seis días ha jugado 300 minutos. Se queda. Merece que le den el valor que tiene.