El Heliodoro vivió una noche épica. Con más de 17.000 espectadores en el campo, 120 minutos de juego, seis goles, dos expulsiones y una tanda de penaltis que robó al Tenerife la gesta que merecía después de realizar un esfuerzo titánico. Tres veces se pusieron por delante los de Rubén Baraja, tres. Y tres veces igualó el Athletic a base de casta y calidad.

El VAR, que aparecía por primera vez en esta maravillosa Copa del partido único, le dio un penalti que no apreció González Fuertes en directo. El graderió explotó. Fue a renglón seguido de la expulsión de Iago Herrerín. Todo estaba de cara, pero delante había un presupuesto de más de 100 millones de euros.

Con 1-0 y tantas emociones en poco tiempo, la gente tuvo tiempo de acordarse de la iniciativa contra el racismo en el minuto 9. Iñaki Williams, sinceramente agradecido por el gesto de la afición local, devolvió el cariño con dos goles para su equipo. Profesionalidad obliga. Fue determinante para mantener a los suyos con vida cuando mejor estaban las cosas para los insulares. Ni siquiera en esas dos desgracias dio su brazo a torcer el Heliodoro. "Sí se puede, sí se puede", gritaban para insuflar energía a los suyos.

El ambiente recordó al de las grandes noches: los triunfos ante gigantes como Madrid o Barça, los derbis ganados o las hazañas continentales de los años 90.

La expulsión de Carlos Ruiz, segunda en cuatro días, colocó en una situación terrible a los de Baraja que, con los cambios agotados, se vio obligado a sacar de sitio a Aitor y a Shaq. Tampoco doblegó al Heliodoro ese diez contra diez de los últimos 25 minutos. El aire fue entonces para el Athletic, fundido pero con dos cambios aún por realizar. Y entonces llegó la magia de Nahuel y el penalti que le daba su tercera oportunidad al Tenerife.

Agotado, mirando el reloj, con los recogepelotas ayudando a que pasara el tiempo y todo el Estadio cantando el "chicharrero de corazón", lo imposible estaba a punto de suceder: cuartos de final por primera vez desde 1996, con toda España mirando. Pero apareció Yuri, en el 117, para poner punto y final a un sueño. Porque la tanda de penaltis le sonrió al Athletic. Ni Joselu ni Shaq tienen la culpa, pese al fallo. Tampoco el maldito larguero de la portería de la grada de Herradura. Fue la suerte, esta vez esquiva, la que abortó la gesta.