De alegría en alegría. Así ha empezado el Tenerife este 2020. Si hace una semana fue la victoria contra el Albacete en Liga, poniendo así fin a la mala racha como local que le atenazaba desde agosto, ayer fue el pase a los dieciseisavos de final de la Copa del Rey. No fue bonito ni fácil, pero bien está lo que bien acaba. Tuvo que ser Dani Hernández, con dos excepcionales paradas en la tanda de penaltis, el que asumiera el papel de héroe para clasificar a su equipo. Lo hizo después de 120 minutos de mal vivir ante un Rayo Majadahonda con las ideas más claras, en un estado de confianza superior y que, por momentos, apabulló a los de Rubén Baraja.

En realidad, los inicios de cada parte fueron mejores por el bando local. Moyita, una pesadilla mientras le duró la gasolina, ya puso a prueba a Dani Hernández en el arranque (5' y 7'). Sorprendido por el planteamiento de Julián Calero, que incluyó tres centrales en el once, el centro del campo insular se vio netamente superado. Sin embargo, cosas del fútbol, una falta lejanaa iba a servir para que se adelantaran los visitantes. Sacó Naranjo, cabeceó en un lateral del área Malbasic y la dejada la aprovechó Carlos Ruiz para perforar la meta rayista. Corría el minuto 16 e increíblemente llegaba el 0-1.

El público no se lo explicaba muy bien. Acusó el Rayo algo el golpe porque le costó recuperar el ritmo de juego con el que había sorprendido a un Tenerife plomizo y en el que se notaba en exceso la falta de intensidad. Sin peso en el medio, con Javi Alonso y Undabarrena como doble pivote, no pudo controlar el juego en toda la primera mitad. Por eso, antes del descanso volvió a cercar el área rival el conjunto madrileño. Rubén Mesa dispuso entonces de dos oportunidades, una de ellas inmejorable, pero no atinó (38' y 43'). El descanso fue un bálsamo para los de Baraja, que llegaban al vestuario con un tesoro que no habían merecido.

Con renovadas energías, el Rayo Majadahonda redobló esfuerzos nada más reanudarse la contienda. Fueron diez minutos pletóricos, con llegadas por derecha e izquierda, con balones al área casi siempre peligrosos y con un premio final en forma de empate. Dani ya había evitado el 1-1 en un disparo de Borja Díaz, pero nada puso hacer ante el implacable cabezazo de Mesa (55') después de un centro de Jean Jules Mvondo. El mediocentro se comió, mientras le aguantaron las fuerzas, a sus rivales en la medular.

Por eso, Baraja ya tenía pensado el cambio y no lo abandonó después de la igualada. Entró Luis Milla por el canterano Jorge, casi desaparecido ayer, y reforzó así la zona donde se deshilachaba su equipo. Con tres en el medio mejoró mucho el Tenerife. Más aún cuando Nahuel Leiva sustituyó a un Malbasic desconocido. El serbio estuvo apagado, casi como si el partido no fuera con él. Apenas se esforzó para reclamar protagonismo en el juego.

Naranjo pasó a la posición denueve y Suso, tercer cambio, completó el ataque por la diestra. Ahora sí, la decoración había cambiado de manera considerable. Colaboraba el Rayo, al que le abandonaron las fuerzas. Los últimos diez minutos se convirtieron en una serie de llegadas tinerfeñas con marchamo de gol. Lo rondó Naranjo (81'), que cabeceó desviado en posición forzada. Y también Milla, cuyo disparo nítido desde la frontal se marchó rozando el poste derecho (87').

Abocados a la prórroga, los dos entrenadores agotaron en ese tiempo extra el cuarto cambio. El empuje visitante iba a tener recompensa en el tramo final de la primera mitad, con un penalti por mano de Jesús Valentín. Pero Suso, habitualmente seguro, se topó con Zárraga y el poste. El Rayo se exprimió hasta el final y, en la segunda mitad, dispuso de un par de acciones para evitar la tanda de penaltis. Pero ya no hubo goles.

Desde los once metros fueron acertando Suso, Dani Gómez, Shaq y Milla. Mientras, Llorente y Ródenas fueron los únicos con tiento en el cuadro majariego. Luego emergió la figura de Dani Hernández para abortar los lanzamientos de Pulido y David Martín, certificando así el pase a la siguiente ronda del Tenerife. La celebración, en torno al héroe, demostró también que ha vuelto el espíritu de equipo. Faltan la confianza y el control del juego.