Volvía a casa el mayor ídolo reciente de la afición canarista. El eterno dorsal 5, aquel que nadie más lucirá de aurinegro, y a la vez el mismo número impreso en multitud de camisetas ayer diseminadas por todas las gradas del recinto de Los Majuelos. Regresaba ese escolta de semblante tímido y sonrisa juvenil, idénticos a los que lucía cuando Alejandro Martínez lo eligió para su plantilla el 21 de septiembre de 2010. El mismo semblante que siempre tuvo durante los nueve años que defendió la casaca aurinegra pese a que el destino se le cruzara cruelmente, una y otra vez, en forma de lesiones. Estaba de nuevo en Tenerife el argentino de Bahía Blanca, figura fundamental en buena parte de los mayores y más importantes logros alcanzados por el CB Canarias en su época más reciente.

Se entiende así que Richotti fuera agasajado ayer casi con honores de estado. Desde el personal del pabellón, pasando por los diferentes empleados y estamentos del que fuera su club y, por supuesto, su afición. Aquella que, en peso, se puso en pie para rendirle una cerrada ovación cuando fue presentado el último de su equipo. Atronadores aplausos mientras, en el videomarcador, se proyectaba un emocionante resumen de sus highlights como canarista. Difícil "contener la emoción". "No sabía para dónde mirar porque estaba concentrando en no derramar ni una lágrima", admitía el escolta sobre una "sensación muy rara", incluso de "nerviosismo y ansiedad ya de camino al pabellón". "Ese aplauso de toda la gente fue muy especial y me puso la piel de gallina", dijo Nico sobre unos momentos previos que tuvieron su continuidad.

Durante el encuentro con un -seguramente involuntario- silencio sepulcral cuando el escolta cometió algún error, y tras el choque con una casi interminable vuelta de honor a la cancha. Un paseillo de más de media hora en el que Richotti se reencontró con muchos viejos conocidos que, a base de autógrafos y selfies, quisieron inmortalizar el momento. Ni un no de Nico para nadie. Menos aún para los suyos, entre ellos su esposa, y su hija Alba. A la que podrá contar, con argumentos, todo lo que le adora, y le seguirá queriendo, la afición canarista.