El Iberostar Tenerife no quiso esperar a la noche de Reyes y se regaló su presencia en la Copa. Lo hizo tras doblegar al Fuenlabrada, seguramente no en su mejor partido del curso -se mostró incómodo y al borde del colapso durante varios tramos-, pero sí en el enésimo ejercicio de sacrificio y paciencia. Entrega para hacer frente a un rival pegajoso y a la vez a las mermadas condiciones físicas de Salin, Yusta y, también, Shermadini, por mucho que el georgiano acabara en sus números habituales. Y tranquilidad para no desesperarse en medio de un duelo parejo de inicio y en el que los laguneros no supieron aprovechar algún que otro intento de despegue (31-24). La maestría de Huertas, mediado el tercer cuarto, capitaneó un 18-3 (para el 55-41) que ya sería definitivo antes de un cuarto final en el que los aurinegros estuvieron prestos para apaciguar cualquier intento de rebelión fuenlabreña (63-58). Dos triples del brasileño pusieron la puntilla casi al mismo tiempo que se confirmaba la derrota del Granca en Sevilla. Se cumplía la condición necesaria para que los Reyes Magos llegaran de forma anticipada a Los Majuelos.

Encontró el Canarias de entrada un enorme filón metiendo balones a Shermadini, imparable para Mockevicius (seis puntos seguidos); desequilibrio que compensó el Fuenla con los triples desde la esquina de Gillet (6-6). Fue la primera muestra de un choque que creció en medio de intercambio de golpes: penetración por línea de fondo y triple de Lundberg (15-12) antes de dos triples de Anderson (15-18), respondidos a su vez por dos canastas de Bogris (19-18), previas a sendas anotaciones de Richotti y Eyenga sobre la bocina (19-22, 11').

Sin estar especialmente negado en ataque (solo el 1/5 en triples), al Iberostar no se le notaba cómodo, y además le faltaba mordiente detrás. Una ausencia de intensidad evidenciada en que los laguneros tardaron 11 minutos en hacer su primera falta. Cambiado ya el chip y con Huertas y Shermadini de vuelta a pista, los locales apretaron un poco más cerca de su aro (con Konate luchando cada balón suelto), por lo que pudieron sentirse más cómodos delante -un par de contras incluidas- para fabricar un 12-2 (31-24, 17'). Los de Vidorreta parecieron haber dado con la tecla llevando el encuentro a un terreno más angosto, aunque varias pérdidas tontas les sacaron del camino, y permitieron un correcalles en el que el Fuenla se sintió más a gusto: 0-7 para el 31-31. Solo la impronta de Huertas y la fiabilidad de Shermadini en el tiro libre hizo a los laguneros irse al intermedio con una ligera ventaja: 37-34.

Lejos de mantener la puntería de días previos -aunque con la excusa de tener a Salin y a Yusta fuera de combate- el Canarias se empecinó con los triples (0/3) y tardó casi dos minutos y medio en ver aro tras la vuelta de vestuarios. Pero cuando lo hizo ya no frenó para arrollar a su rival. Un vendaval liderado por un estratosférico Huertas, que ante las flojas prestaciones de Shermadini (aquejado de gripe y bien defendido por los pequeños) decidió asumir galones. Así, el de Sao Paulo se fue a ocho puntos, tres asistencias (a falta de Gio, la sociedad con Bogris fue casi perfecta) y dos faltas recibidas en apenas seis minutos para capitalizar un parcial que llegó a ser de 18-3 con el que los locales alcanzaran la máxima renta (55-41 primero y 59-45 después).

Más que suficiente para lo que había sido un choque trabado, raro y hasta feo. Sin la chispa necesaria y con una cierta apatía de la que incluso se contagió la grada. Una especie de estado natural que regresó en el cuarto acto, con un Canarias muy espeso, un tanto peleado desde el perímetro e incluso un tanto permisivo para cerrar su rebote. Con estos ingredientes el Fuenla alimentó alguna esperanza de salir airoso del Santiago Martín (63-58). Ahí, entre la intensidad de Konate en los dos lados de la pista, algún que otro chispazo de Shermadini cerca del aro y, de nuevo, un sempiterno Huertas -esta vez con dos triples tras haber fallado sus cuatro anteriores-, el Canarias ató en corto a los de Cuspinera, aseguró su quinta victoria seguida en casa -la décima en el global de 16 jornadas- y, como colofón, llevó la algarabía a la grada cuando el speaker anunciaba, como regalo, la clasificación para la Copa.