La transformación que evidenció el Tenerife ayer, para romper una racha de cuatro meses sin ganar un partido en casa, es el resultado de una sabia gestión en medio de una crisis que parecía irreversible. Ahora, a toro pasado, parece sencillo, pero darle una vuelta tan ostensible al juego de un equipo tan destartalado como estaba el Tenerife hace solo 15 días tiene un mérito grande. El gestor de este cambio es el entrenador, porque las claves de la nueva imagen de este equipo hay que encontrarlas en lo colectivo. El Tenerife hizo una hora de partido intachable, con y sin la pelota. No fue solo ganar, que ya es bastante, sino la forma de lograrlo, con argumentos, con funcionamiento colectivo, con señales de haber construido algo que realmente puede durar. El atrevimiento necesario en una coyuntura tan delicada iba implícito en una alineación con los canteranos Jorge y Elliot, titulares en lugar de futbolistas consagrados, como Malbasic o Naranjo. Los chicos fueron dos soldados, como los demás, trabajaron hasta la extenuación, y añadieron su presencia decisiva en la gestión de los goles.

Sin ir más lejos, Elliot fue el origen de todo. Un disparo suyo desde lejos, repelido tibiamente por Tomeu Nadal, lo aprovechó Dani Gómez para habilitar a Jorge en el 1-0. Era el minuto 9 y el Tenerife ya había lanzado 5 córners fruto de su salida briosa, decidida, intensa y valiente. Con el marcador a favor, el once de Baraja fue un equipo en toda la extensión de la palabra. Bien puesto en el campo, en una apuesta de lo que ahora se denomina bloque alto, los dos puntas abiertos, apretando el inicio del juego del rival, y con una admirable organización para presionar en todas las zonas. Sin el balón, Suso y Elliot se juntaron por dentro para ayudar a los volantes a generar superioridad alrededor de la pelota, y permitieron al equipo manejar con autoridad el partido sin permitir ni un solo remate del Albacete a portería en toda la primera mitad.

Tomeu Nadal ya había negado a Jorge el 2-0 (38'), cuando apareció la jugada que abría una brecha sensible en el marcador. En el último minuto del descuento, Dani Gómez sacó un pase al espacio para el capitán, que corrió medio campo, encaró a Tomeu y lo batió con un certero disparo. El 2-0 premió el óptimo desempeño colectivo de los locales frente a un Albacete superado en todos los campos, en especial en intensidad.

El cambio de escenario

Tras el descanso, Ramis añadió fuerza y dinamismo en el medio campo de su equipo con la entrada de Barri y cambió tres posiciones defensivas para recomponerse. Pero el conjunto de Baraja mantuvo el tono, el orden y la disciplina para seguir generando superioridad defensiva en su repliegue, desde el que se proyectó hacia campo contrario. Suso fue el aventajado en esa cruzada, se atrevió a disputar un balón casi perdido, salvó la entrada de Alberto Benito sobre la raya de banda, entró en el área, fue capaz de cambiar el registro de su explosiva carrera y seleccionó con la precisión necesaria el pase para que Dani Gómez empujara a la red el 3-0. Es verdad que el fútbol moderno está plagado de gestas, pero en situaciones normales, un partido así debería estar liquidado.

El Albacete puso de su parte para enredarlo. Ramis le dio entrada a Rey Manaj -llama la atención que ese delantero sea suplente-. El albanés se colocó de segundo punta y generó mucho desequilibrio en el balcón del área, coincidiendo con una caída física de los locales. El Albacete empezó a filtrar más fácil por dentro y logró la profundidad que le había negado antes el Tenerife. Ya Dani Ojeda había disparado al poste (58') antes de que Manaj hiciera el 3-1 cabeceando un córner (67') y fabricara el 3-2, que anotó a puerta vacía Dani Ojeda (70'). En solo tres minutos, reaparecieron los fantasmas en el Heliodoro, pero el público reaccionó de forma admirable, ayudando al equipo. Nadie se encogió.

Reaccionó Baraja, metió en el campo a Iker y prescindió de Jorge para poblar más el medio. Solo dos minutos más tarde, retiró a Suso del campo y colocó a Shaq Moore por delante de Luis Pérez, para proteger el costado más ofensivo del Albacete, que estaba añadiendo a Alberto Benito para atacar por esa zona. El Tenerife, replegado, encontró cierto desahogo. Moore alargó bastantes veces la posesión y llevó la pelota al campo rival. En una de ellas, encontró en el lado opuesto a Álex Muñoz, que soltó un zurdazo imponente y sorprendió a Tomeu Nadal (81'). El 4-2 liquidó la discusión e hizo justicia evitando un final agónico para un equipo que no merecía repetir un trance así. Lo importante era ganar, pero el partido deja más que tres puntos.

El Tenerife ha cambiado.