Hoy se cumplen quince años de su fallecimiento y todavía se le recuerda, responsable como es de la época dorada de la entidad blanquiazul. José Javier Pérez Pérez (1946-2004) estuvo al frente del Tenerife entre 1986 y 2002. Nacido en el municipio palmero de Barlovento, fue Profesor Titular de Obstetricia y Ginecología en la Facultad de Medicina de la Universidad de La Laguna, sustituyó en el cargo a Pepe López y condujo hasta la élite a un equipo que no la había olido desde 1962. Asentado ya entre los grandes, logró embarcar con éxito al club en el proceso de conversión en Sociedad Anónima Deportiva (SAD). Además, la gestionó con acierto firmando acuerdos para la remodelación completa del Heliodoro Rodríguez López o la adquisición de los terrenos de la actual Ciudad Deportiva que, como homenaje, lleva su nombre.

E Adelantado a su tiempo. El que fuera presidente del Tenerife fue un revolucionario. Aprovechó la irrupción de las televisiones privadas para firmar un espectacular contrato con TVE, que se quedaba sin escuadras importantes y apostó decididamente por la blanquiazul en su estreno en competiciones continentales. Además, fue capaz de romper barreras como la del Real Decreto 1006/85 para arrebatar a Felipe Miñambres al Sporting a cambio de unos 360.000 euros. Años después, se enfrentó al mismísimo Real Madrid para llevarse a Mista por un precio inferior al de la cláusula de rescisión. El caso acabó en los tribunales, pero el club insular pasó de pagar 4,5 millones a 1,2 en un acuerdo final con los blancos.

Su peso en la por entonces incipiente Liga de Fútbol Profesional, ahora LaLiga, fue creciendo a medida que evolucionaba deportivamente el Tenerife y llegó a hacer frente común con destacados dirigentes de equipos similares, como el deportivista Augusto César Lendoiro o el oviedista Eugenio Prieto, para reclamar un protagonismo que negaban los grandes. Y no fue el único peso que ganó porque mediáticamente Pérez acabó siendo un protagonista agradecido para los programas nocturnos que entonces comandaban José María García y José Ramón de la Morena. Nunca se achicó. Estuvieran enfrente Ramón Mendoza, José Luis Núñez o aquellos con los que guerreó en 2001 para acabar ganándoles el caso Barata contra toda España: Jesús Gil y Manuel Ruiz de Lopera.

No fue la única ocasión en la que elevó la voz para sacar adelante al Tenerife en los tribunales deportivos. Una temporada antes, y contra todo pronóstico, se impuso en el caso Jordi Ocaña, alineado con una ficha indebida. Acabó pagando el pato la Federación Tinerfeña, pero los tres puntos de aquella goleada al Leganés (0-4) se los quedó el cuadro blanquiazul.

Sus intervenciones siempre generaron ruido. No dudó en llamar "comemierdas" a los árbitros cuando se sintió perjudicado para aclarar poco después que era un término cariñoso que utilizaban los canarios. En las presentaciones prometía objetivos que parecían inalcanzables y se acababan logrando. "La vamos a armar", decía. Y la armaba.

E Innumerables éxitos. Porque fueron sus logros deportivos los que convirtieron a Pérez en una figura inolvidable y de referencia para cualquier aficionado birria. El 2 de julio de 1989 devolvió al Tenerife a Primera después de 27 años. Lo mantuvo una década entre los grandes, con los que llegó a competir casi de tú a tú. El Real Madrid, por ejemplo, se dejó dos ligas en la Isla. La segunda de ellos significó, en el mismo partido, la primera clasificación blanquiazul para la Copa de la UEFA. En el banquillo de aquel equipo estaba Jorge Valdano, una apuesta personal del presidente sin experiencia previa en los banquillos y que cambió la historia del club. Primero salvó del descenso a un equipo moribundo que fue capaz de derrotar al Valencia y al Barcelona en sus dos primeros encuentros, luego le quitó el campeonato a su Madrid y, al año siguiente, lo metió en Europa repitiendo madricidio.

E Aciertos eligiendo. Claro que la dirección deportiva también aportaba lo suyo. Y para ese puesto Javier Pérez fue capaz de elegir a Santiago Llorente, el hombre con el que consiguió traer al Tenerife a estrellas como Felipe, Quique Estebaranz, Fernando Redondo, Chemo del Solar, Pizzi y tantos otros. Al presidente solo se le resistió Luis Aragonés, pero logró sentar en el banquillo insular a Jupp Heynckes, Artur Jorge o Javier Clemente.

Después del descenso de 1999, y en medio de una crisis económica impresionante por las altas fichas de Jokanovic, Emerson, Makaay y compañía todavía tuvo el tiento necesario para negociar traspasos como el de Mista al Valencia o André Luiz al PSG, que salvaron la frágil economía de la entidad blanquiazul. Con Lendoiro cerró la Operación Avecilla y, un año más tarde, supo repescar a Llorente para iniciar el proyecto de su segundo ascenso con Rafa Benítez a los mandos y aquel histórico gol de Hugo Morales en Butarque. La estancia esta vez duró solo una temporada y Pérez empezó a vislumbrar su final. Ni siquiera entonces dio un paso atrás, enfrentándose incluso a la todopoderosa CajaCanarias. "¿Que la Caja le quita su apoyo al Tenerife? El Tenerife le quita el suyo a la Caja", respondió en una ocasión.

E Un adiós injusto. El desgaste de su figura y la alianza entre Víctor Pérez de Ascanio y Quico Cabrera, los dos candidatos alternativos, facilitaron su relevo. Cuatro años más tarde, con poco más de 2.000 espectadores en el campo, cerca de los puestos de descenso a Segunda B y con la deuda disparada a 54 millones de euros, sus sustitutos dimitían. Muchos recordaron entonces a Pérez, ya fallecido después de una larga y cruel enfermedad, y lamentaron haberle retirado su apoyo en 2002. Su legado no solo es la historia, sino el patrimonio. Inmuebles como el de Muebles Bruno o parte de los terrenos de la Ciudad Deportiva han servido para aminorar los números rojos. Puede que hoy el Tenerife siga existiendo gracias a su mejor presidente, el hombre que quiso tocar el cielo y siempre estaba cerca de lograrlo.