El Tenerife no le gana a nadie en el Heliodoro. Con el empate de ayer enlazó la peor racha de su historia como local -nueve partidos sin ganar a razón de cinco empates y cuatro derrotas- y lo hizo sumiendo en una honda preocupación a una afición que solo ha celebrado una victoria (0-2 ante el Sporting) en las últimas doce jornadas ligueras. A la dinámica, la falta de confianza y la ausencia de gol, unió ayer el cuadro canario la mala suerte: dos cambios obligados por lesión y un arbitraje calamitoso generaron la tormenta perfecta para dejarlo sin victoria.

En su presentación como entrenador blanquiazul en el Heliodoro, confirmó Rubén Baraja lo que había ensayado durante la semana y cambió por completo su banda izquierda, desplazando a Álex Muñoz al lateral y dando entrada al ya recuperado Álex Bermejo. El serbio Filip Malbasic pasó a la derecha. Pero todo el trabajo se vio condicionado por una acción que perjudicó claramente a los locales: una violenta entrada por detrás de Miakushko a Borja Lasso que Gorostegui Fernández-Ortega sancionó únicamente con amarilla.

Ni la revisión del VAR, en el que estaba Díaz de Mera, le hizo cambiar de opinión. El mediapunta tinerfeñista se marchó lesionado de gravedad y con tarjeta amarilla, mismo castigo que para el infractor que se mantuvo sobre el terreno de juego. Todo hubiera cambiado si el Tenerife se ve tan pronto en superioridad numérica, pero no fue así y lo que sintió fue que el hombre que da sentido a su juego ofensivo se marchaba al vestuario. Se notó y mucho porque en los primeros 45 minutos solo dispararon dos veces a portería los de Baraja.

Álex Bermejo, de vuelta después de seis semanas de ausencia y con la lógica falta de ritmo, lo intentó desde fuera del área (13'). Más tarde fue José Naranjo, sustituto de Lasso, el que ensayó el disparo en una falta directa (24'). Su ejecución se marchó muy por encima del larguero y generó esos primeros silbidos que acompañan al andaluz casi desde que llegó a la disciplina insular.

El Alcorcón, ordenadito y bajando las pulsaciones al encuentro desde el arranque, vivió tranquilo. Tan poco exigido en defensa como escasamente ambicioso en ataque, donde no se dejó ver en ningún momento. Con las líneas muy juntas, la presión en bloque medio y las ayudas muy cerca, el Tenerife no concedió una sola ocasión de peligro al rival. Esto llevó el partido al descanso sin nada relevante que contar más allá de la lesión de Lasso y la expulsión perdonada a Miakushko.

La segunda debía servir para elevar el ritmo de juego de los blanquiazules, académicamente correctos pero sin vértigo ni agresividad a la hora de atacar. Pero empezó con otra mala noticia. No pudo seguir Luis Pérez y entró en su lugar Shaq Moore que, curiosamente, le dio otro aire al equipo. El estadounidense, agresivo en las disputas, empezó a abrir una grieta por su banda. La primera llegada no encontró un buen remate (55'). Pero a la siguiente conectaron Malbasic, Dani Gómez y José Naranjo, que remató al exterior de la red (57'). Eran los mejores momentos de un Tenerife que al menos generaba ruido. Asustado, el Alcorcón dio un paso atrás y la defensa local mordió para recuperar la pelota lejos de Ortolá.

Baraja dudó a la hora de hacer el tercer cambio, condicionado como estaba por los dos anteriores, y la marea fue remitiendo. A falta de un cuarto de hora, Milla fue el elegido buscando el fútbol perdido entre líneas sin Lasso. Quería el técnico un balón en ventaja para sus atacantes, pero tuvo que sacrificar a un cansado Bermejo y alejó a Naranjo del área contraria. Llegó entonces la mejor oportunidad blanquiazul en una incursión de Malbasic por la derecha, que centró hacia atrás a Milla, que disparó al larguero (76'). La suerte también le daba la espalda a la escuadra local.

El partido se convirtió en un ida y vuelta del que no salió muy beneficiado el Tenerife. Los visitantes olieron su oportunidad de llevarse los tres puntos y sacaron varios contragolpes peligrosos (81', 84' y 86') con los hombres de refresco, Dani Romera y Rui Costa, como estiletes. La del portugués fue la más clara, dentro del área y mano con Ortolá, pero disparó alto y perdonó la vida al ya castigado adversario.

Cuando las fuerzas ya habían abandonado a los blanquiazules remató su nefasta labor Gorostegui Fernández-Ortega. Cortó un prometedor contragolpe tinerfeño con el alargue sin llegar su fin (había dado tres minutos y se habían consumido solo dos) para revisar un posible penalti en el área local que resultó no ser. Descartado el asunto pitó el final para enfadar aún más al respetable y a un Tenerife con el que se ceban las desgracias. Cuestión de carencias... y de dinámicas.