Un empate puede tener dos lecturas a grandes rasgos. La primera, que es mejor que perder, que al menos se suma un punto para llevarse un mendrugo a la boca; la segunda, que sabe a poco, que no da para saciarse. La UD, con el empate que sacó en casa ante el Alcorcón, se queda en esa desdicha (1-1). Por un lado, con mil y una bajas en su plantilla, incluidos los dos jugadores más desequilibrantes de su elenco, podría saber a bien. Pero por el otro, queda la sensación de insatisfacción, de vacío al sentirse superior a un rival que sí que salió contento del Estadio de Gran Canaria. Y parece que esa segunda opción es la que reina en la UD tras el último reparto de puntos que firmó.

Se marchó la gente del Gran Canaria entre suspiros por un penalti pedido, mirando en las televisiones y auricular en oreja en busca de una resolución convincente a su dilema. Otros comentaban el tiro final de Kirian, desde su propio campo que desvió Casado en última instancia para evitar la victoria amarilla y el gol del año. Una estampa que vale para reflejar el sentir de un escudo.

La UD sumó su cuarta jornada sin ganar. Lo hizo ante un Alcorcón simple, pero efectivo, que aprovechó su única ocasión para empatar un partido que se le había puesto en contra con el penalti anotado por Pekhart -quinto gol del año para el '17'-. La propuesta de evolución de la UD quedó patente, más pragmática, adaptada a unas circunstancias bélicas.

Con la incógnita de Jonathan Viera despejada, en la grada a pesar de haber entrado en la convocatoria de Mel, el once de la UD Las Palmas guardaba varias novedades, quizá demasiadas. Mel optó por romper la pareja Fabio-Ruiz de Galarreta, con el canterano en el banquillo para dar paso a uno de los desaparecidos: Javi Castellano. En defensa, Eric Curbelo entró en el lateral derecho y junto a Aythami Artiles, un mimbre que hasta ahora había sido relleno en la plantilla: Deivid Rodríguez -recibido con pitos-. Además, Srnic se cayó de la banda para dar paso a Cedrés, Narváez quedó encajado en el otro costado y Tomás Pekhart pasó al frente. Una UD de remiendos contra las 11 bajas.

Todo en un día desapacible, de viento y lluvia en Siete Palmas -sin casi gente en la grada- como augurio de una tarde gris de fútbol. Un gris que casi se torna a negro cuando Josep Martínez, en un exceso de confianza, casi transforma una cesión sin complicaciones de Deivid en un gol del Alcorcón. La fortuna sonrió al valenciano y su resbalón se convirtió en un recorte. Puro azar.

La suerte estaba con la UD. Al menos de entrada. De una falta en la frontal lanzada por Kirian salió un rebote que se encontró con Tomás Pekhart. Con el balón franco para el checo, dentro del área, en la zona caliente de gol, cuatro piernas se cruzaron con él para formar un emparedado. Penalti al canto y 1-0 para la UD. El delantero de Susice engañó a Jiménez, rompió la pelota por el centro y puso a la UD por delante a los tres minutos de partido.

Le cayó del cielo a la UD esa bendición desde los once metros. Gestionó el partido entonces a través del marcador. Cedió por momentos la iniciativa al Alcorcón, le obligó a proponer y defendió con cierta solvencia. No pasaba nada y tampoco le importó eso demasiado al equipo amarillo. Se sentía bien con balón y sin él, sobre todo cuando crecía Ruiz de Galarreta, de enganche, liberado de tanta creación.

Empezó a hilar Romera, Stoichkov y Ernesto en la línea de tres cuartos en el lado madrileño. Y ahí, Javi Castellano se reencontró. Robó balones y fue ancla -aunque viera la amarilla tras una buena sacudida a Ernesto-. La UD cambió su fisionomía. La evolución era evidente: menos plasticidad y más pragmatismo. El control del juego dejo a un lado el balón.

El asunto se desmoronó en el descuento de la primera mitad. Una falta inocente desembocó en un gol de chiste. El golpeo, frontal, daba una facilidad enorme para la defensa. Nadie saltó, nadie reculó para corregir la posición incial. Pero si sencilla para la zaga, no menos lo era para Josep Martínez, que se refugió bajo el larguero de un balón que botó en el área pequeña, golpeó en el poste y encontró en el rechace un enemigo mortal para la UD: la apatía. Sin nadie vivo para ir a por aquel balón, Diéguez puso el empate. Gol y a reflexionar a los vestuarios.

Al regreso, una de asuntos paranormales, para 'frikis' de las estadísticas: los dos porteros titulares fueron sustituidos. Josep Martínez cedió su sitio a Álvaro Valles; unos minutos después, Dani Jiménez cayó para dar paso a Casado.

Entró mejor la UD en un segundo periodo que tampoco trajo demasiadas ocasiones, demasiado ritmo. No obstante, eran los de Mel los que se movían con hambre de dar otra estocada. La intención estaba ahí, pero fallaba la ejecución. Agitó el técnico madrileño su banquillo con la entrada de Maikel Mesa por Cristian Cedrés y situarlo como segundo punta.

Pero tuvo que ser a balón parado como llegara la ocasión más clara, desde un libre directo lateral botado por Kirian con una sola intención: que aquel balón tomara portería. Sin testas ni piernas al asomo, el golpeo se envenenó hasta tal punto que solo una manopla milagrosa de Casado evitó el segundo de la UD.

El partido se marchó a su tramo definitivo de cabeza sin que Las Palmas le metiera del todo mano. Srnic pisó césped y Narváez se colocó como boya. Era la última intentona de la UD. Un último esfuerzo con un recorte inerte de Ruiz de Galarreta dentro del área, en busca del penalti, y un golpeo magnífico de Kirian que salvó Casado cojo.